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Juan Pedro Delgado Espada: una vuelta a los clásicos de aventuras

Publicado el 14 mayo 2015 por Librosquevoyleyendo @librosqvleyendo

Juan Pedro Delgado Espada: una vuelta a los clásicos de aventuras

Juan Pedro Delgado Espada: una vuelta a los clásicos de aventuras

Fotografía de Luis Martínez-Franco


Mi nombre es Juan Pedro Delgado Espada, soy periodista y me dedico a la edición de publicaciones en papel y en digital. En 1998 fundé “Fila Siete” una revista de cine, con el objetivo de resaltar aquellas películas escondidas, joyas del cine que con frecuencia pasan desapercibidas en la cartelera.
Tuve la suerte de tener un padre kiosquero y desde pequeño, con 6 ó 7 años, me llevaba muchos sábados a su kiosco de prensa. Allí, sentado en una pila de periódicos, leía con fruición cientos de tebeos, “cuentos” los llamaba entonces. ¡Qué privilegio!
Gracias a la profesión de mi padre y que este traía muchos libros a casa, disfrutaba y disfruto con la lectura de libros de aventuras. Por mis manos pasaron Miguel Strogoff, Los tres mosqueteros, Ivanhoe, El Corsario Negro, La isla del tesoro, Verne, Dumas, Scott, Salgari, Stevenson…
Y, claro, escribo novelas juveniles como Halcón Negro, como El último pirata, historias que recuerdan a los clásicos de aventuras, de héroes cotidianos, de carne y hueso, que se esfuerzan por luchar cada día, sin rendirse, y buscan un mundo más justo.
Y ahora novelo una historia de caballeros templarios y habrá aventura, acción y personajes con defectos, debilidades, tropiezos… pero lucharán por ser mejores, como héroes legendarios.
Quizá el escritor es aquel que ha leído tanto, tanto, que desbordado de historias, de repente estas cobran vida en su interior e irradia, emana, escribe las suyas propias.
Muchas noches invento relatos para mis hijos, cuentos que imagino hoy y mañana, la memoria es frágil, ya los he olvidado. Los padres que cuentan historias a sus hijos les abren la puerta al fascinante mundo de la lectura.
Leo algo, poco, en digital; prefiero tener los libros en la mano, contemplar su belleza exterior, tangible, y verlos orgullosos en las estanterías. Dudo, quizá me equivoque, que los niños se aficionen a la lectura a través de aparatos electrónicos, que refulgen luz, pero no vida.
Sí, a mi también me gusta leer junto a la ventana un día lluvioso de invierno, resguardado al calor de una mesa de camilla. Y sí, a veces, en las noches de insomnio se agolpan en mi mente frases ¡completas! y, presuroso, corro a escribirlas en un cuaderno, temeroso de perderlas, esfumadas como sueños etéreos.

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