El cautiverio
Como prisionera, Juana de Arco estuvo casi un año desde su captura hasta el cumplimiento de su condena. Fue vendida por los borgoñeses pasando de mano en mano hasta los mismos ingleses. En su cautiverio Juana fue, al menos al inicio, bien tratada, y llegó a conocer a algunos nobles que aparecieron en escena de paso, como Isabel de Portugal, la que al parecer intervino por ella para hacer su cautiverio menos hostil y más cómodo. Mientras tanto, toda Francia se había convertido en un campo de batalla por su disputa. Juana seguía vistiendo de hombre, pues así se lo habían ordenado las voces y nadie la hizo cambiar de opinión. Jean de Luxemburgo mientras tanto, el líder borgoñés, estaba a la espera de la mejor oferta monetaria para vender a Juana. Ella por su parte intentaría escapar dos veces del cautiverio, llegando a hacerlo por última vez al saltar de una torre muy alta, que por fortuna no le costó la vida, y ni siquiera un hueso roto. Fue encontrada inconsciente y su destino con los ingleses estaba ya escrito, pues estos llegaron a Compiegne, pero fueron expulsados por los franceses.
Un tanto lejos de allí, Juana fue llevada hacia Arras en noviembre de 1340 y en diciembre hacia Ruán. Al parecen Jean de Luxemburgo se había decidido venderla definitivamente a los ingleses, lo cual genera hasta hoy en día una gran controversia alrededor del rey delfín Carlos VII (quien tranquilamente podría haber pactado un intercambio), aunque no se sabe si no llegó a ofertar lo suficiente en dinero o en cambio nunca le interesó el rescate de Juana. De todas maneras, el resultado fue el mismo y Juana acabo siendo vendida por cerca de 10 mil libras turnesas. Una vez en Ruán y en manos inglesas, el cambio y el trato fue total, siendo encerrada en una celda oscura. El proceso contra ella empezó en el año 1431 colocándose en manos de la misma Inquisición. Si bien todo empezó en enero, ella no intervino personalmente hasta febrero. En el juicio hubo de todo, desde el esperado tribunal parcial que le jugaba en contra, hasta un intento de suicidio, violación y la negación de la doncella a vestir ropas de mujeres. Si bien se salvó casi al final del juicio, pues firmó casi inconsciente un papel-no sabía leer ni escribir-donde ella negaba sus creencias visiones y el vestir como hombre, los ingleses ingresaron en su celda y la obligaron a portar nuevas ropas. Esto hizo que Juana se desilusionara por completo y no volvió a arrepentirse de nada; por tanto, continuó ratificando sus creencias y visiones, alegando que ella misma había conseguido la ropa.
Murió el 30 de mayo de 1431 al ser incinerada por hereje, bruja y asesina. Algunos dicen que mientras era quemada, exclamaba la palabra Jesús, algunos otros testigos, comentaron ver al mismo hijo de Dios, o bien el alma de la joven desprendiéndose del cuerpo. También se dice que de todo su cuerpo sólo quedó su corazón, casi intacto. Donde no existen dudas, es que se había dado muerte a una santa, al menos para los creyentes. No en vano es la patrona católica de Francia desde que fue canonizada por el papa Pío X el 18 de abril de 1909.