VACACIONES EN EL BAR
No conozco mayor justicia poética
que la idea de poderte coger una baja laboral
por no haber escrito Peces de ciudad.
Viajar,
quizás ya solo de memoria esta vez,
con los pies por la ventanilla de una Volkswagen t2
desnudando en camino
hasta aquel acantilado.
Enfrentarlo con agallas,
y, sin vértigo,
con precisión y ternura,
mirar hacia abajo,
y escupir, al fin,
al mar donde me ahogaste.

BRASERO
Las perchas ahorcadas dentro del armario
sueñan con las rebajas de temporada
y, hartas del silencio de las paredes,
se preguntan si Troya quiso arder.
Recorren de memoria la calle Madera
de Tribunal a Callao,
pensando en si los árboles caídos hablaran.
La pared, que sufre lo que has sufrido,
cuando le clavaste la mirada
-y algún póster de alguien a quien ya no admiras-,
que lamenta aún las urgencias
que ahora sabe nunca lo fueron,
que calló el invierno sin fin de EEUU,
el cambio climático,
aguarda paciente que las perchas comprendan
que, que las paredes no hablen,
no significa que no escuchen,
que tener, a veces,
una sola persona a la que contar que te sientes solo,
es no estarlo.
Qué sabrán de ti, la ropa, la espalda,
la cajita de Pandora de sutura dolorida
de putadas sin hilo
que seguirán,
dispuestas hasta a jugar con fuego
para calentar a los suyos,
si aprieta el frío.
Juana la Coja. Un rompeolas en el fregadero. Ediciones En Huida, 2016.
