Hace cinco años ya que fui a escuchar a Millás hablar sobre su novela El Mundo. El viernes pasó por el Kosmopolis de este año para hablar sobre libros y bibliotecas con Antonio G. Iturbe, y el sábado sobre libros y humor con Andreu Buenafuente. El viernes estuvo sumamente inspirado. El sábado, sumamente abrumado (¿demasiada gente? ¿demasiado Buenafuente?). De la charla del viernes salí con cinco folios de notas. Al repasarlas y repasar la entrada de hace cinco años, sonrío al encontrar temas y obsesiones recurrentes. Millás es Millás. Aunque ahora, cinco años después, yo ya lo llamo Juanjo.
[Sobre la relación entre el original y la copia]
A veces es mejor la copia que el original. No siempre se pueden distinguir. Al final, el original es el que tiene papeles. Recuerda la anécdota de la escultura de Richard Serra que fue robada del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y sustituida por una copia con papeles que acreditaban que ella era la original y, en caso que apareciera la robada, aquella era la copia. Y la paradoja de la fábrica coreana en la que se producen tanto los vaqueros originales como los copiados, que solo se diferencian por la etiqueta que les ponen al final del proceso. Y su estancia en una casa rural en la que oía cantar una rana en un estanque, pero resultó ser un aparato con un sensor de movimiento que croaba solo cuando se acercaba una persona (¿cómo confiar en las magdalenas del desayuno o en la piedra de la decoración?). Es difícil dar con una respuesta a la dicotomía entre realidad y ficción.
[Sobre la Wikipedia y las enciclopedias]
Antes el artículo sobre mí en la Wikipedia decía que me había casado con Ana María Matute y que esta me había dejado al confesarle en la noche de bodas mi homosexualidad, para irme después con Sándor Márai. Con lo cual, desconfío bastante de lo que dice la Wikipedia. Y además, me parece que está escrita de manera atroz, mientras que las antiguas enciclopedias estaban muy bien escritas.
En mi casa no había libros, pero teníamos la Enciclopedia Espasa, que la compró mi padre en un momento en el que había que comprar algo y no se le ocurrió comprar otra cosa. Al principio miraba las estampas, pero luego empecé a leer algunos artículos, y había algunos fascinantes. La lámina de “mimetismo”, por ejemplo, era preciosa, pero la entrada contaba unas historias terribles, como la del gusano que tenía aspecto de excremento de pájaro para evitar ser comido por ellos (que está bien, porque salvan la vida, pero qué precio tan alto que pagar...). El artículo “muerte” también era fantástico: contaba cómo se hacía una autopsia, como descubrir si alguien está muerto realmente o no (por ejemplo, acercando una cerilla encendida al dedo gordo del pie: si se hincha y estalla, es que el muerto no está muerto). Al final contaba la historia de un señor de Segovia que dejó a su mujer embarazada para ir de viaje, y tuvo que volver porque a mitad de camino le dijeron que su mujer había muerto. Al llegar de vuelta a Segovia ya la habían enterrado, y al abrir la tumba para poder despedirse de ella, nació el niño del que estaba embarazada. La frase final del artículo decía, literalmente, “y vivió muchos años llegando a ser alcalde de Jerez”. No sabía si reír o llorar, y eso es precisamente lo que me atraía de aquel artículo, la habilidad narrativa que te impedía saber si aquello era un texto de humor o de terror. Me he pasado la vida compitiendo con ese texto, intentando llegar a ese nivel de ambigüedad.
Una enciclopedia es, necesariamente, el proyecto de un loco. ¿Intentar abarcar en un libro toda la realidad? Detrás de algo así solo puede haber una mente disparatada.
[Sobre la curiosidad]
Lo que más me mueve es la curiosidad por ver, por saber. Me gusta sentarme y mirar a la gente y preguntarme cómo se ganarán la vida. Mi madre decía que curioso es el que es aprendiz de todo y maestro de nada, y recuerdo una película de Truffaut en la que un maestro le dice a alguien que no sabe a qué dedicarse, qué hacer en la vida, “sea usted curioso”. La curiosidad es el motor del mundo, y con la curiosidad la puesta en cuestión. Marthe Robert afirmaba que no había más que dos literaturas posibles, la del legítimo y la del bastardo: la de aquel que cree que sus padres son realmente sus padres, y la de aquel que se pregunta ¿estos señores serán realmente mis padres? Yo creo que la única literatura posible es la del bastardo, la de aquel que pone en cuestión la realidad heredada. La curiosidad es lo que lleva a uno a preguntarse todo esto. La curiosidad, que es el motor de los escritores y también el de los lectores.
[Sobre la primera biblioteca]
La biblioteca del barrio es otro momento fundacional en mi historia como lector. Yo vivía en un barrio suburbial de Madrid en el que no había muchas cosas, pero sí había una biblioteca, y como hacía mucho frío en la calle pues entrábamos para calentarnos. Y como no podíamos hacer nada más que estar sentados y leer. Un día cogí un libro al azar y me caí literalmente dentro de ese libro, y es en ese momento que me convertí en lector de novelas. Se trataba de Cinco semanas en globo de Julio Verne, y como no tenía carnet de la biblioteca y al cerrar tuve que dejarlo allí, al día siguiente fui el primero en entrar para que no me lo quitaran. No olvidaré nunca que esa fue mi primera novela leída.
[Sobre la lectura obligatoria y el fomento de la lectura]
Cuando era pequeño, el otro libro que había en casa y que me marcó, pero de manera muy mala, fue El Quijote. He tenido muchos problemas con El Quijote porque mi padre nos obligaba a leer fragmentos. No es solo que fuera a destiempo [que no estuviera preparado para esa lectura], sino también otras cosas. Porque eso de que la gente lea o no lea es muy complicado. Por eso son tan inútiles las campañas que se organizan para inducir a los adolescentes a la lectura. Para leer lo único que necesitas es estar jodido. Un chico de 15 años que esté bien, ¿para qué va a leer?
Otra cosa que ha hecho mucho daño a la lectura es el consenso que hay de que leer es bueno. Cuando yo era pequeño, los niños lectores dábamos miedo a los adultos, a los padres, a los profesores. Leer, leer febrilmente (porque a esas edades no hay término medio) estaba mal visto, y además el libro no era un objeto especialmente bien considerado, era un objeto peligroso e incluso había una lista de libros prohibidos, libros que de ninguna manera nadie podía leer (y que por supuesto eran los mejores). Se leía debajo de las sábanas con una linterna. Hoy en día todo eso ha cambiado. Uno pregunta a los padres, a los profesores o al ministro del interior y leer es bueno. Si yo fuera adolescente, no leería. Me dedicaría a los videojuegos, que preocupan mucho a los padres, a los profesores y al ministro del interior. Se trata de un consenso idiota (porque es completamente acrítico) y que hace mucho daño.
No hay que empeñarse en que la gente lea. Los mecanismos que se utilizan en general son desastrosos. La asignatura de lengua y literatura es un disparate, o lengua o literatura, pero no las dos cosas. La literatura debería sacarse del currículo escolar y ubicarse en otro espacio, en un espacio de ocio donde aprender a leer sea aprender a leerse a uno mismo, donde podamos usar la literatura para reflexionar sobre nosotros mismos. La lectura nos da respuestas que no nos dan en ningún otro ámbito de la realidad. La novela nos enseña el camino. ¿Para qué sirve la literatura? Para lo mismo que sirvió cuando la ficción empezó como relato oral, cuando la gente se reunía alrededor del fuego y se contaban historias. Sirve para iniciar en la vida a los que escuchan las historias / leen literatura. No solo advierten de los peligros, sino que proporcionan sentido a la vida. Y escuchar historias alrededor del fuego no era una actividad reglada, no era de cinco a seis a escuchar cuentos. Era una actividad lúdica que representaba un mapa de la realidad, que parece contradictorio per eso es la ficción: una representación de la realidad.
Tenemos que convertir la lectura en otra cosa porque ES otra cosa. Como dice Landero, la literatura no se enseña, se contagia.
Me preocupa imaginar una sociedad no lectora. Sería una sociedad ciega, sorda, opaca, de madera. Me daría terror.
[Sobre la lectura digital]
Tenerlo todo es lo más parecido a no tener nada. Hay montones de personas no lectoras con ipads cargados con cientos de volúmenes (todos piratas, por supuesto), pero en teoría para la lectura no tendría por qué ser malo, la pantalla es simplemente un soporte más. Yo leo mucho en pantalla, y además le tengo una cierta aversión al libro en papel porque invade todo mi espacio y además envejece muy mal. He intentado donar mis libros a alguna biblioteca, pero no los aceptan, no los quieren, es tan curioso como si un banco no aceptara dinero.
Una vez le pregunté a Saramago cuántos libros, de todos los que había leído, creía que habían sido realmente fundamentales, y él me contestó que 50. Yo creo que exageraba un poco, yo quizá diría 300, pero podría vivir solo con esos libros. Hace poco abrí y leí la primera frase de En busca del tiempo perdido de Proust (“Durante mucho tiempo me acosté temprano”) y casi me desmayé. La abundancia nos idiotiza. Podría vivir de releer libros, pero aun así no puedo dejar de comprarlos.
[Adoptar libros]
Igual que uno puede adoptar hijos, debería poder adoptar libros. Yo hubiera sido un padre excelente para El Lazarillo de Tormes, que no tiene padre. Y, del mismo modo que hay libros sin padre, también hay padres que no se merecen los libros que han producido. Yo habría sido mucho mejor padre que el hijo de puta que escribió ese libro...
[Otras lecturas]
Cuando hemos mencionado mi iniciación a la literatura no hemos hablado de mi afición a la lectura de prospectos de medicamentos. Me encantaba. Yo creo que me hacía a mí más efecto leer prospectos de ansiolíticos que a mi madre inflarse de pastillas en la cocina. Y también es una literatura que se ha deteriorado mucho, la de los prospectos, yo creo que porque las farmacéuticas tienen miedo de cometer algún error y que los enfermos les denuncien. Han dejado de usar palabras maravillosas. Yo creo que el historial clínico es el equivalente de la novela (todo historial clínico tiene algo de novela y toda novela algo de historial clínico), la autopsia el equivalente del cuento (un género en el que todo está muy anudado y apunta al mismo objetivo) y el prospecto es el equivalente de la poesía. Fueron muy importantes para mí, pero ahora les pasa lo que a la Wikipedia, que están muy mal escritos y ya no hay quien los lea.
[Sobre si es mejor leer libros malos que no leerlos]
Hay libros buenos y hay libros malos, claro. ¿Es mejor leer basura que no leer? Pues no sé...
[Sobre el subrayar los libros]
Siempre se subraya para alguien. Nunca para uno mismo. Y llevo mucho cuidado cuando subrayo, porque luego pienso ¿para quién habré subrayado yo esto? Con En busca del tiempo perdido me di cuenta de que había subrayado frases a lápiz y pensaba para quién habría subrayado yo aquellas frases, porque en este momento no me resultaban especialmente reveladoras. Me estaba metiendo en la intimidad de alguien que no era yo. ¿Qué habría pasado si mi padre hubiera sido lector de novelas y yo hubiera heredado su biblioteca y abriera novelas subrayadas por mi padre? Está claro que hubiera buscado significados ocultos, es algo inevitable. Por eso yo ahora a veces subrayo al azar, para despistar. ¡Que se apañen mis herederos con mis subrayados! Subrayar no es nunca una acción ingenua.
[Los libros no leídos]
Haces la cuenta de los libros que te da tiempo a leer en la vida. Pongamos cuatro al mes = 48 al año = 480 en diez años = 50 años de lector = ¿Cuántos salen? Muy pocos. Por eso también hay que seleccionar. Sabiendo que tenemos los días contados y los libros contados, ¿qué vamos a leer? Hay edades en las que todo te lo planteas en los mismos términos: ¿será el último coche que me compre? ¿será la última novela que escriba? Hay que ser cuidadoso. No es que me obsesione la idea de perder el tiempo, porque también leo muchos libros que no están en el canon de la Gran Literatura pero que son importantes para mí. Me gusta mucho Patricia Highsmith, por ejemplo, esa literatura fronteriza, que está mal considerada, con su historia paralela...
[Millás y la poesía]
Ahora por ejemplo estoy leyendo mucha poesía, como Emily Dickinson y Louise Glück. Leer poesía educa el oído. Alguien que quiera escribir, lo que sea (prosa, periodismo...), debería leer poesía. Yo todos los días antes de empezar a trabajar leo un poema. Te ayuda a colocarte en situación. Te quita la ansiedad, pone distancia...
Uno puede ser un novelista mediocre y cumplir una función, pero los poetas o son Shakespeare o no son nadie. No hay términos medios. Cuando conoces un poeta y llevas diez minutos hablando con él te preguntas “¿puede ser que este idiota haya escrito aquella maravilla?”, y claro, es que no ha sido él, fueron los dioses, porque la poesía es la expresión de los dioses. Los poetas logran entrar en otra dimensión, como decía Lévi-Strauss de la música, que desde un punto de vista antropológico no tiene explicación: es parte de una dimensión paralela que se ha colado en la nuestra.
[Sobre la ironía]
La ironía es un modo de acercarse a la realidad que te permite acercarte más porque la realidad no se da cuenta.
[De izquierda a derecha, Antonio G. Iturbe, Juan José Millás, y Juan José Arranz]
Iturbe: Imagina que te ofrecen un pacto. Escribirás una novela y será un éxito extraordinario, se traducirá a montones de idiomas, te harás millonario... pero a cambio no podrás volver a escribir nunca más. ¿Aceptarías el trato?
Millás: ¿La novela sería una obra maestra?
Iturbe: Sí.
Millás: Pues entonces sí, porque es lo que llevo intentando hacer toda mi vida. Aunque lo más probable es que luego no tardara mucho en morirme, porque ya se sabe que el motor del deseo es la frustración, y si yo sigo escribiendo novelas es porque con la última que escribí no acabé de conseguir lo que andaba buscando. Pero si escribo una obra maestra... pues ya está, ¿no?
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PS1: Desde aquí, un agradecimiento especial a Biblioteques de Barcelona por organizar este acto dentro del Kosmopolis 2013. Gracias por la posibilidad de escuchar a Millás de nuevo en directo. Por muchos años, para todos, para Millás (que no, que no es la última, seguro...), para las bibliotecas y sus presupuestos para actividades culturales (son malos tiempos, pero las ganas no nos las van a quitar, ¿verdad?), y para nosotros que sigamos aquí para disfrutarlo.
PS2: ¿Un sorbito más? "Cuando usted se toma una pastilla para el dolor de cabeza, sólo se le quita el dolor de cabeza a usted. Pero cuando lee un libro, sus efectos terapéuticos se propagan al resto de la comunidad."