Tengo pelos siniestros en los oídos
y me resulta incomodo el olor que me acecha la piel.
Hay más de las arrugas que pude haberme imaginado
y me cuesta gran trabajo el cuerpo.
Temo mása la muerte
y los dolores y achaques me visitan más que mis amigos;
de hecho, mis amigos ya han muerto
y hay algo de tristeza blanca en mis pupilas.
De mis hijos extraño su infancia
y tengo tantas cosas que ya no puedo cambiar
que siento pesar de lo que llegué a ser.
Estoy aterrado.
Aprendí a vivir con la soledad
y a sobarle el lomo de ganas a la frustración.
sobreviví al solitario que me auscultaba desde los espejos
y me fui quedando conmigo en un rostro extraño y confundido.
Ahora el olvido no es algo de mi voluntad, es un síntoma
y busco instalarme en la cabeza, de vez en cuando, alguna felicidad.
Lloró, no por lo que soy,
sino por lo que quedó de mí después de tanto año.
Los años, repletos de un moho rutinario
me dejaron apenas con algo que no entiendo
pero que me obligan a sentirme caduco,
desamparado en una edad que temo y
no lo niego: tengo miedo.
Soy lo que nunca pensé que sería.
Ahora
tengo casi todo lo que me espantaba en los velorios
y lunares, temblores, cosas ajenas y que detesto
se me pegan como se pegan a los barcos los naufragios.
Se que he vivido mucho
pero de ello sólo me habla este desvencijado esqueleto
que apenas si recuerda su fuerza de Dios mimando a los niños.
Reconozco que adentro sigo siendo tan de siempre
como desde el día que me sentí hombre ydecidí aceptarlo.
Mis afanes y mis angustias pesan más sobre la cara
pero el amor sigue intacto y la alegría.
La voz que me habitaba era de los riesgos,
la de los crepúsculos atarrayados a la orilla de una cintura
y que tenía el coraje para espantar el tedio
pero ahora solo me sale un añejo eco de silencios
que me acepta como quién recoge un leño varado en la nostalgia.
Mis hijos no me entienden
y algo en esta casa se ha ido para siempre
sin embargo
yo los sigo apretando contra mi ternura
como el tesoro más lindo que la tierra me haya regalado.
Me he jubilado de la vida
del trabajo amargo y obligado
y me siento como en el centro de un crucero
sin saber la dirección correcta
que me devuelva el paraíso.
La verdad
estoy deshecho.