La estación que hoy comienza es, para muchos, un tiempo gris y melancólico, propicio para encerrarse en uno mismo y añorar, durante esas tardes breves y aterciopeladas de sombras, aquella luminosidad radiante del verano y sus horas renuentes a que la noche extendiera su manto. Con el otoño, las estrellas encienden el firmamento con laimpaciencia de quien ha vencido la tiranía de la luz y hacen parpadear de júbilo la inmensidad nocturna que se enseñorea cada vez más temprano del día. Un aire fresco hace tremolar las hojas de los árboles y alivia la tierra de un calor que agoniza entre estertores sofocantes. Es el otoño que revive en los calendarios de la naturaleza y en el instinto de los animales, renovando los ciclos por los que se rige la vida y el mundo en el transitar de los años. Una estación de sosiego y cautela ante las rigurosidades del invierno y tras los ímpetus desatados del verano. Con el otoño se jubila el año y nos prepara para un nuevo renacer en el que las yemas de las plantas y las hembras fecundadas de los animales volverán a poblar, entre flores y seres animados, el paisaje indómito de la vida. Júbilo de otoño que nos predispone a nuevos retos, nuevas esperanzas, nuevos proyectos. Como la jubilación otoñal de las personas: tiempo para despertar otras ilusiones, descubrir otras inquietudes desde la serena atalaya de la experiencia y el sosiego de una vitalidad domeñada. Júbilo de otoño en la mirada y en lo que vemos: un remanso ocre de paz y promesas.