Los Reyes Católicos decretaron la expulsión definitiva de la comunidad judía de sus reinos ciento y un años después del comienzo del SO «problema converso», al fin y a la postre el verdadero detonante que impulsó esta solución final
. La convivencia continua entre los judíos y los que habían aceptado el bautismo provocaba el que muchos convertidos mantuvieran su modus vivendi hebreo bajo un disfraz aparentemente cristiano.
Además, su carácter de bautizados les confería la opción de acceder a las mismas responsabilidades de poder que a sus nuevos correligionarios.
Esta realidad generó una gran hostilidad popular contra ambos grupos considerados como los culpables de todos los males: de su presión fiscal, como recaudadores de impuestos; de las pestes, por envenenadores de las aguas, etc, lo que unido a una fuerte propaganda antisemita, ocasionó una contundente respuesta por parte de la corona, a pesar de contar con importantes colaboradores judíos.
Dos fueron las disposiciones adoptadas por los Reyes Católicos, intrínsecamente unidas y complementarias entre sí.
La primera medida, meditada durante largos años, fue la creación de una Inquisición controlada por los monarcas, aunque contando con la autorización papal.
La bula de 1478, concede licencia a Fernando e Isabel para implantar un aparato represor con plenos poderes legales, cuyo objetivo primordial consistía en la erradicación de todo comportamiento judaizante por parte de aquellos que habían abrazado la fe romana.
A su vez, el propio desarrollo de los reinos hacia el concepto de estado moderno demandaba una cohesión unánime en todos los aspectos del mismo, siendo el de la unidad de fe fundamental para su equilibrio.
Así, pues, y aun siendo conscientes del temblor socio-económico que produciría, los monarcas decretaron la expulsión definitiva de los judíos, aquellos que contagiaban sus ideas a los conversos, no sin antes procurar una aceptación mayoritaria del bautismo.
Esta iiusión de los monarcas de integrar a los judíos en el seno de la comunidad cristiana, previamente bautizados, se ejemplifica perfectamente con respecto a los judíos de Maqueda, pues de acuerdo a un documento publicado por el prof. Suárez Fernández, con fecha anterior a agosto de 1492, Luis de Sepúlveda, según instrucciones del duque del Infantado, ha de tratar de «entender con los judíos de Maqueda y Torrijos si se querrán tornar christianos, y los que se tornaren christianos serán ayudados y bien tratados».
Los reyes le habían otorgado poderes a Sepúlveda para prometer a los judíos que si aceptaban el bautismo quedarían libres de tributos, durante varios años, y de la persecución de la Inquisición.
Las menciones siguientes a las sinagogas de la villa y a la gran cantidad de tierras y propiedades indican de nuevo la importancia de la comunidad judía, cuya ausencia iba a conducir a la ruina a dicha localidad.
Lo que no era posible era mantener la fe de Moisés, pues la Inquisición tenía facultad de condenar a muerte a aquellos que depués del 10 de agosto de 1492 siguieran profesándola.
La opción más comúnmente aceptada por la comunidad judía, profundamente unida en su creencia, fue la de una nueva salida.
Muchos marcharon, en condiciones lamentables, a Portugal, Navarra, Marruecos o Turquía, llevando consigo los pocos bienes muebles que se les permitió sacar del reino. Sin embargo, un porcentaje notable optó por la conversión, acaso cumpliendo aquella máxima descrita por Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, «mudar costumbre es a par de muerte», pues prefirieron mantener su posición y sus bienes a los problemas del éxodo.
La primera reacción de los judíos de Maqueda fue firme y decidida al elegir un largo destierro en busca de la tolerancia. Según hemos visto, más de doscientos ochenta judíos poseedores de bienes de esa localidad vendieron sus propiedades a cristianos, abandonando toda esperanza de permanecer como hebreos en la tierra de sus antepasados.
El estudio de los procesos inquisitoriales contra conversos o judaizantes de Maqueda solamente ha desvelado un caso de un judío de Maqueda que decidiera volverse cristiano en el momento de la expulsión. Juan Calderón, (Yudá Abensabad), procesado en ausencia por judaizante, eligió la fe cristiana en el momento de la expulsión, siendo bautizado en la iglesia de Santo Domingo de dicha villa
No obstante, los pesares y los rigores del exilio unidos a una difícil acogida en los lugares de destino, motivaron un considerable aumento de las conversiones, favorecidas por la carta de amparo y defendimiento real que fue extendida por el Consejo de la Inquisición el 10 de noviembre de 1492, mediante la cual se permitía el regreso por tierras de Badajoz, Zamora o Ciudad Real a aquellos cristianos nuevos que se bautizaran o trajeran testimonio válido de su conversión.
Les serían devueltos sus bienes por el precio de venta, al que habría que añadir el del coste de las mejoras .
Claro está que este cambio de parecer en el exilio dificultó enormemente una vuelta metódica y organizada, pues las familias se rompieron, aceptando algunos de sus miembros la fe de Roma mientras que otros permanecieron fieles a la fe de Moisés.
Así, en 1527, Antonio Ferrández, herrero, procesado por la Inquisición por blasfemia, «se tornó cristiano nuevo después de la expulsión de los judíos en Xerez de la Frontera» , a donde había acudido desde Portugal. Sin embargo, sus padres murieron judíos en el exilio. Alonso Rodríguez, cardador, fue procesado un año más tarde, entre 1528 y 1531, por palabras escandalosas.
El testimonio de un testigo aporta datos nuevos a esta exposición al afirmar que «judío se pasó afuera e se tornó moro, y después vino a Castilla y se tornó cristiano»''.
Casado en dos ocasiones, su primera mujer, Jámila, y su hijo, Semayton, judíos, se quedaron como tales en Alcazarquivir, en el reino de Fez. Se casó en segundas nupcias con Isabel Herrández, cristiana nueva de judía, y vivió con ella en Maqueda desde 1495.
Sus padres y sus tíos mantuvieron la fe de Israel. Su madre, Ester, murió judía en Maqueda, mientras que su padre, rabí Xamaya, murió judío en Portugal.
A este país se habían marchado también sus hermanos, Yudá y Ximón, quienes se hicieron cristianos nuevos, recibiendo el bautismo en Lisboa y en Yeives (Portugal), respectivamente.
En 1545, la Inquisición procesaba por falta a la inhabilitación a Alonso Gutiérrez, medidor de aceite. Convertido en Portugal, «pues mostró testimonio de su conversión en letra portuguesa» , su padre, Alonso Gutiérrez, cristiano nuevo, había sido quemado por la Inquisición, mientras que su madre, Paloma, sus abuelos y todos sus tíos, paternos y maternos, habían conservado su fidelidad al judaismo.
De entre sus hermanos, Anatan, Qarga, Joseth e Yfar, como bien indican sus nombres, mantuvieron la fe de la familia; mientras, además de Alonso, Juan y Diego optaron por el bautismo, casándose este último con Catalina López, conversa, hija de judíos.
Como dato curioso, pero no menos relevante, en este proceso se detallan los nombres de los dos primeros conversos judaizantes de Maqueda, que fueron condenados y relajados al brazo secular por la Inquisición para ser quemados: Lope Rodríguez y Antón Graviel.
Este postrero caso ejemplifica claramente la complejidad social que se creó a partir del decreto expulsorio, rompiéndose familias, matrimonios y economías, a la vez que se alimentaban las suspicacias y los recelos entre los conversos, siempre bajo la negra sombra de la Inquisición.
Este evidente retorno como cristianos nuevos de muchos de los judíos de Maqueda a Castilla se hace aún más patente a través de la lectura de un singular documento estudiado por el prof. Carrete Parrondo, en el que se recoge una exhaustiva lista de los conversos de Maqueda.
Aunque carece de fecha, este documento ha sido datado por su grafía en los últimos años del siglo xv.
En él se cita el muy elevado número de sesenta y ocho nombres de conversos, muchos de los cuales se presupone que se convirtieron en Arcila, tras una larga y dura espera.
Todos los nombres mencionados son de hombres, de tal modo que posiblemente se refieran al cabeza de familia, concluyendo que el número total de aquellos que renunciaron al judaismo pudo ser bastante mayor.
Junto a su nuevo nombre de cristiano se indica el viejo nombre de judío, y en ciertas ocasiones su profesión, principalmente de carácter artesanal, demostrando la variedad de oficios, y por tanto de clases, que aceptaron la conversión.
En esta relación de conversos se alude a muchos de los judíos que vendieron sus bienes tras lo dispuesto por doña Teresa Enríquez, señora de la villa, en 1492.
Sin embargo, aparecen veintiocho nombres de judíos cuyo nombre y bienes no constan en el documento estudiado por Doña Pilar León Tello:
— Ysaque Abenabid. — Jaco Abeninble. — Mosé Abeninble. — Bibiamin Abenmanco.— Mosé Abenmanco.— Mayr Abravalla. — Mosé Abravalla. — Abrahen Agarias. — Jaco Agarias. — Ziza Agarias. — Jaco Adaña. — Yuda Adaña. — Yucé Alcahal. — Abrahen Alfarín. — Yudá Alfarín. — YudaAlholu. — Yucé Bahalul. — Ysaque Castreñón. — Mosé Cava. — Hiya Cohén.— Abrahen Faraón. — Abrahen Mashor. — Jaco Maymugal. — Xamaya Mohese. — Jaco Rosillo. — Binamin Sarán.— Jaco Toledano. — Ysaque Toledano.
Esta constatación elevaría el número de judíos conocido en Maqueda a 309 vecinos, siempre y cuando estos veintiocho hombres fueran cabezas de familia o poseyeran bienes que les permitieran la independización, dato del que no tenemos constancia.
Por otro lado, la veracidad del compromiso adquirido por los nuevos cristianos iba a ser seguida muy de cerca por la Inquisición y por sus correligionarios, nuevos o viejos, para evitar cualquier potencial recaída en las costumbres o rituales que antes observaran.
Las prácticas judaizantes iban a perseguirse inexorable y minuciosamente, castigándose con todo rigor a aquellos que traspasaran los límites de lo autorizado.
Existía una gran diversidad en las penas impuestas por la Inquisición, yendo desde las atroces de la muerte en la hoguera o agarrotamiento, hasta las moderadas de asistir a oficios litúrgicos, pasando por las de confiscación de los bienes, inhabilitación para desempeñar cargos públicos, o la reclusión.
Sin embargo, no todas las medidas fueron represoras. El Santo Oficio trató de fomentar la convivencia común entre conversos procesados y cristianos viejos, gracias a varios procedimientos:
«la iguala o composición», esto es, la recuperación de los bienes confiscados tras el abono de cierta cantidad; «las conmutaciones», o dispensa de penitencias o señales infamantes de los conversos, y «las habilitaciones», muy empleado, «gracias al cual, los reconciliados y los hijos y nietos de condenados, pagando un porcentaje a la Inquisición, que solía ser de un cinco por ciento de sus bienes, podían disponer libremente de sus haciendas y se les consideraba hábiles para desempeñar cargos administrativos de los que habían estado desposeídos» .
Para la villa toledana de Maqueda, como para todo el arzobispado de Toledo, es muy rico en datos el trabajo de don Francisco Cantera Burgos y doña Pilar León Tello, Judaizantes del arzobispado de Toledo habilitados por la Inquisición entre 1495 y 1497 (Madrid, 1969).
Se describen veinticinco municipios de la diócesis en donde se produjeron habilitaciones, destacando las villas de Torrijos y Taiavera con más de 100.000 mrs. de pago por parte de ios judaizantes de cada una.
En Maqueda, se han documentado tres casos de matrimonios habilitados, tres casos de mujeres casadas, y uno de un hombre solo, sumando un total de 10 personas reconciliadas por el Santo Oficio, solamente entre tres y cinco años después de la expulsión. Además contamos con dos procesos inquisitoriales contra cristianos inhabilitados.
Por un lado, un caso realmente interesante, ai que hace explícita referencia don Rafael Carrasco en su artículo Solidaridades judeoconversas y sociedad local ^''. Antón Rodríguez, que había nacido en 1513, fue procesado en 1536-1537 y en 1545 por inhábil.
Era hijo de Antón Graviel, labrador, y nieto de Graviel Rodríguez, arrendador, que había sido relajado por la Inquisición. Mientras su padre se había mantenido «al margen de ciertos negocios, él era arrendador de impuestos reales, había sido arrendador de las rentas locales del duque, de ciertas rentas del arzobispo y "trata entre las gentes de trigo y cebada".
Esto no impide que sea procurador, inspector de pesos y medidas, y mayordomo de dos cofradías» .
Por Otro, el proceso seguido contra Alonso Gutiérrez en 1545, quien desempeña el oficio de procurador de causas y muestra habilitación del inquisidor general concedida en Madrid por diez mil maravedíes. Su padre había sido quemado por el Santo Oficio y tenía sambenito en la iglesia de San Juan
GONZALO VIÑUALES FERREIROhttp://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:ETF4079704D-9260-383A-B855-B654DE03913E&dsID=Documento.pdf
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