Recuerdo que hace unos cuantos años George R. R. Martin vino a Málaga, a la librería Luces, para celebrar una sesión de firmas. Era un autor conocido, pero ni mucho con el nivel de popularidad que ostenta hoy en día. Así que supongo que asistió bastante gente - frikis de primera hora me imagino - pero nada que ver con lo que sucedería si tal evento tuviera lugar este año. Y es que una serie tan magnífica como Juego de tronos ha sido la guinda para que la obra de Martin sea uno de los grandes fenómenos globales de nuestro tiempo.
Una de las características más sorprendentes del ser humano es su capacidad para abstraerse de la realidad, de inventar historias, moldeando sus experiencias y lecturas previas a su antojo. Y esta capacidad no parece tener límites. A veces da como fruto una descripción bastante fiel de nuestra existencia cotidiana. Y otras se aleja lo más posible, creando mundos completamente nuevos, dotados de su propia geografía, de su propia historia y de sus propias reglas. Para la creación de este universo, que debe bastante a Tolkien, aunque no tanto como pueda parecer a primera vista, el autor ha debido emplear mucho tiempo en construir unas sólidas bases para el mismo, como si de un dios demiurgo se tratara. Así se expresaba en una entrevista que concedió al diario El País:
"Escribir siempre ha sido duro. No depende de la cantidad de gente que esté esperando los libros y comentándolos. La historia es la dificultad principal, contarla de la manera que quiero. Es como imaginar un maravilloso castillo, que asciende hacia el cielo, que tienes que construir, ladrillo a ladrillo, tablón a tablón, con sus martillos y clavos…. Igual no es el castillo de tus sueños al final, igual tienes que quitar clavos y ponerlos en otros sitios y volver a empezar. Siempre ha sido así el proceso. No creo que el éxito de lectores y espectadores afecte la situación de una forma u otra. Ninguna de esas personas está en la habitación. Solo estoy yo, el ordenador, el cursor parpadeando en la pantalla y la preocupación de qué va a ser lo siguiente. La gente, mis editores, los que dan premios, los críticos, los lectores, los espectadores de la serie, es como si no existieran. Somos yo y los personajes."
Es evidente que a la hora de abordar su más célebre creación, George R. R. Martin se ha inspirado en la Europa medieval, llena de pequeños reinos que juraban una lealtad frágil al proclamado rey de unos determinados territorios. Los estados-nación no existían todavía, por lo que la constante era una guerra hobbesiana de todos contra todos en la que la única ley válida era la del más fuerte. Este ambiente de constante brutalidad y familiaridad con la muerte es transmitido con mucha efectividad en las páginas de Juego de tronos. Es posible que una de sus fuentes sea el maravilloso libro que estoy leyendo ahora de la historiadora Barbara W. Tuchman, Un espejo lejano, donde se describe de forma magistral la vida en el occidente del siglo XIV, que tiene muchos puntos en común con la vida en los Siete Reinos. Pero a esta fuente de inspiración Martin añade algunas ideas geniales, como el inmenso muro de hielo que protege las tierras civilizadas de los peligros invisibles del norte. El cuerpo que sirve en el mismo, la Guardia de la Noche, realiza la misma función que la Legión en nuestros días (aunque de un modo mucho más romántico): acogen a cualquiera, aunque haya cometido los peores crímenes, y le otorgan una nueva vida como hermanos juramentados, aunque, en este caso, el servicio es de por vida. Juego de tronos cumple la misma función de las novelas por entregas de Hugo, Dumas o Dickens en el siglo XIX: ofrecer a las masas un entretenimento de calidad, apelando a pasiones humanas universales.
La primera temporada de la serie es el complemento perfecto a la lectura de este primer volumen. Se nota desde el primer episodio que en su traslación a imágenes nada se ha dejado al azar, desde su magnífico reparto hasta el diseño de producción y por momentos la obra de la HBO incluso es capaz de superar al original literario. Aún me queda un largo camino hasta el último volumen. Pero estoy seguro de que seguirá siendo un camino muy placentero.