Tras una semana de descanso, Game of Thrones vuelve a nuestras pantallas con el octavo capítulo de la cuarta temporada. The Mountain and The Viper se presenta ante nosotros como el primer episodio de la recta final que, como ha ocurrido en todas las anteriores, se presume fuerte e impactante. Sin embargo, ¿serán capaces los guionistas de sorprendernos como lo hicieron con la llamada boda roja? Con un listón tan alto, quizá poco puedan hacer. Pero centrémonos en la entrega de esta semana porque hoy, señores, asistimos, nada más y nada menos, que un juicio por combate. Activemos la alerta spoilers y ¡vamos allá!
El Norte
Muy cerca del Castillo Negro, la pequeña Villa Topo, enclave del burdel más concurrido por la Guardia de la Noche, es objeto de un sangriento y fulminante ataque de los salvajes. Entre ellos, se encuentra Gilly, aquella salvaje de la Guarida de Craster a la que Sam salvó la vida al tiempo que quedaba perdidamente enamorado. Y hablando de amores, precisamente es Ygritte, la que, conmovidísima por la presencia del bebé de Gilly o, quizá, por una empatía misteriosa que le hace detectar que la chica es también del pueblo libre, decide salvarle la vida. No obstante, de esto no son conscientes ni Sam ni sus compañeros, quienes están completamente preocupados por la suerte de la joven. Jon Snow, sin embargo, no es uno de ellos. A él parece no importarle lo que haya podido ocurrirle a la novia del gordito. Él tiene en la mente preocupaciones más importantes, como por ejemplo, que una horda de salvajes esté a punto de atacar el Castillo Negro y la Guardia de la Noche esté diezmada e incapaz de defenderse.
También en el Norte, nos encontramos a nuestro querido Theon Greyjoy y descubrimos cuál es la misión para la que lo necesitaba el temible Ramsay Bolton. El papel de Theon no es otro que hacerse pasar por la persona que un día fue para conseguir la rendición de un batallón de hombres de su padre que malviven en una fortaleza de Invernalia, la cual consiguieron conquistar durante su rápida incursión. Y, oye, al final el chico lo consigue y, de tal forma, que no solo nos muestra que el bastardo de Lord Roose Bolton ha ganado algo más que una mascota a la que despellejar, sino que, además, le ha conseguido a su amo lo qué este siempre había soñado: el reconocimiento de su padre y dejar de ser tratado como un vulgar Snow. ¿De qué será capaz Ramsay ahora que goza de poderes si antes, cuando no era nadie, ya era capaz de todo? Espero que pronto lo veamos.
Más allá del Mar Angosto
Mientras tanto, más allá del Mar Angosto todo se presenta mucho más liviano. Por un momento, parece que la única acción que nos vamos a encontrar allá donde la Targaryen es el, totalmente innecesario para la trama, feeling entre Missandei y Gusano Gris. Cinco interminables minutos de una escena que esperamos que de para más en próximos capítulo. Aunque, eso sí, seguro que durante la escena, todos esperábamos que esta joven que pierde la gracia cuando está vestida (todo hay que decirlo) parecía a punto de preguntar todo el tiempo al pobre eunuco si que conserva, con perdón para los menores, alguna parte de la polla.
Menos mal que está ahí ser Jorah para aportar acción a la trama y, ¿por qué no? algo que SÍ ocurría en los libros. Cierto es que, desde la primera temporada, todos sabíamos que las primeras intenciones del ándalo para/con la madre de dragones no eran buenas y que todo lo que buscaba al acercarse a ella no era más que un intento de volver a Poniente. Eso sí, también sabemos que con el tiempo cayó rendido ante ella y que ahora besa allá por donde pisa Daenerys. E insisto, nosotros lo sabíamos, pero ella no. ¿Cómo no iba a ser considerado un acto de alta traición?
El Valle
Y, hablando de traiciones, vayámonos al Nido de Águilas donde, Lord Baelish se enfrenta al pequeño acto de locura que cometió en el capítulo anterior cuando, por un momento, decidió que era la hora de acabar con la vida de Lady Lysa y hacerla volar por la Puerta de la Luna. Sometido a una suerte de juicio por los caballeros del Valle, Petyr se cree tenerlas todas consigo hasta que llaman a declarar a la joven Sansa. Por un instante, la Stark nos hace pensar que la sangre tira de la sangre y que va a confesar el asesinato cometido por Meñique. Pero no. En la mejor interpretación que nos ha dado Sophie Turner en mucho tiempo, descubrimos que Sansa es capaz de poner el preciado secreto de su identidad en manos de unos desconocidos, para jugar con ellos y proteger al nuevo señor del Valle. Y le sale tan bien la jugada que Lord Baelish se gana la confianza de éstos y el permiso, incluso, de que el pequeño Robalito abandone por fin el Nido, y nunca mejor dicho.
Lo que ni Sansa ni Petyr saben es que muy cerca de ellos, se encuentra la menor de los Stark. Escoltada por el Perro, Arya vuelve ha quedarse una vez más a las puertas de la felicidad. Ya le pasó a la entrada de Los Gemelos y el Nido de Águilas no iba a ser menos. Lástima que tengamos que esperar al episodio de la semana que viene para ver si Arya se ríe igual del nuevo look de su hermana, que se ha pasado al lado oscuro, como lo hace de la vida en la única escena que nos regala.
Desembarco del Rey
Y, por fin, la capital de los Siete Reinos, escenario de escenas épicas como la decapitación de Ned Stark o la más reciente Boda Púrpura, se “engalana” para acoger ese juicio por combate que todo estábamos esperando. El ambiente es tenso pero Tyrion Lannister, lejos de amilanarse, dedica los que pueden ser los últimos minutos de su vida a preguntarse porqué un primo con cierta discapacidad mental pasaba las horas matando escarabajos. Pero no nos engañemos, ninguno hemos entendido la metáfora y Tyrion teme por su suerte y eso que se encuentra en manos de Oberyn Martell. Un personaje, que si bien hemos tenido pocas oportunidades de conocerlo en profundidad, bien que se ha ganado el cariño del espectador. Ya haya sido por su lenguaje mordaz, por su atrevimiento, por su sed de justicia o por ser la espada que luchará por el enano, lo cierto es que no ha dejado indiferente a nadie.
Tal es su porte, que entra en el “ring” confiado y prepotente. Bebiendo vino y besándose con su amante como una vez hicieran Ned y Catelyn Stark antes no volver a verse nunca más. El asiduo espectador de Game of Thrones puede que haya interpretado las señales. Solo han faltado Las lluvias de Castamere para indicarnos que, de nuevo, la muerte acechaba Poniente. Lo que ninguno podía imaginar es la forma en que lo ha hecho. Y es que, mientras la maestría con la lanza, una sonrisa de galán en busca de justicia para su hermana muerta, el nuevo juicio improvisado hacia Tywin Lannister y las ganas de ver a Tyrion vivo muhos episodios más, nos hacían desviarnos de la realidad y la Montaña se hacía presente con toda su inmensidad y sus ganas de matar.
¡Ay, Oberyn! Ojalá te hubiera conocido más. Así me hubiera dado más pena que impresión que un Clegane te reventara… literalmente la cabeza.
Como apuntábamos al principio, ya tenemos sobre la mesa todos los ingredientes para un gran final de temporada: desde un ataque de los salvajes (¡¡por fin!!) al Castillo Negro hasta el miedo por la vida de uno de nuestros personajes favoritos. Porque así son siempre las cosas en Game of Thrones y así han de seguir: un súper cliffhanger a solo un capítulo del final y a tenernos en vilo hasta el año que viene. Y si todo lo dicho se cumple en el 4×09, tendremos el placer de disfrutar del mejor episodio (con perdón de la Boda púrpura) de todo 2014. ¡Hasta entonces, pues y todos a repetir conmigo:
Say her name! Elia Martell! You killed her children! You raped her!