Solo quedan dos, y el final ya se vislumbra tras los muros de Desembarco del Rey, pero antes, un capítulo que sirve como engranaje entre las dos grandes guerras que los personajes jamás vayan a vivir. Así podríamos definir este capítulo 4, como un mero “puente”, o nexo de unión entre las dos historias que darán final a Juego de Tronos. Esto era algo previsible. Después de un capítulo tan trascendente como fue “La larga noche”, las aguas debían calmarse. Como ya pasó en el capítulo 2, y antes también de una gran guerra, este nuevo capítulo nos posiciona de lleno hasta el final, pero al contrario que su homónimo par, avanza y nos trae momentos relevantes.
Invernalia es una fiesta. El castillo rezuma alegría y satisfacción por sus cuatro paredes, y todos los vivos, o por los menos los que se encuentran al norte del mapa, celebran que la vida ha podido con la muerte. Personajes importantes toman el mando en la trama. Es el caso de Daenerys, que vuelve a posarse en el foco principal induciendo a teorías de todo tipo sobre su destino. La Targaryen no ha encajado nada bien el golpe en forma de noticia que le asestó Jon Nieve. Su relación sentimental, irremediablemente, ha cambiado.
Pero además de esto, e incluso, por encima de esto, su preocupación se cierne en la amenaza que supone la nueva figura de Aegon Targaryen sobre su deseo de ser reina. Danny le pide a Jon que guarde su secreto, así ella podrá reinar, y ambos podrán ser felices. Él, con la integridad por bandera, como ha hecho casi siempre durante toda la serie, le comunica la noticia a sus hermanas Arya y Sansa, y ésta enseguida corre como la pólvora entre las altas esferas de Invernalia. Las dudas acechan sobre la figura de Daenerys, que ya no tiene seguro ni su poder, ni su alianza con los Stark. Además de esto, la serie parece proponernos la amenaza de la típica locura Targaryen en ella. Veremos si en estos dos capítulos la idea prospera, lo que sí es claro es que la historia de Jon y Daenerys de ha quedado un tanto escasa, y limitarla, a la lucha de poder ficticia devengada entre ambos, resulta un tanto previsible.
Lejos de mantenerse en la contención, el capítulo prosigue, y la lucha por fin se traslada a desembarco del rey. En Invernalia, entre tanto, se suceden las despedidas, y vemos a personajes secundarios cerrar ciclo glorioso. Además, la tensión amorosa entre Jaimie y Brienne al fin se consuma, pero únicamente sirve para que el verdadero Jaimie vuelva, y corra a salvar a Cercei después de ello (o eso parece). Esto, personalmente,resulta un tanto forzado e injusto tanto para el personaje de Brienne, como para su propia historia. La evolución de Jaimie le había hecho uno de los personajes más interesantes de la historia,y una vuelta a su origen, resulta también, ante todo, previsible.
Para finalizar, se produce una batalla naval a la orilla de La Capital que termina con uno de los dos dragones muertos. La protección pasa de tres a uno, y el ejército trasladado para conquistar el trono, con Daenerys incluida, se encuentra en clara inferioridad numérica. Aparece en escena Cercei, que le confirma a Euron Greyjoy que espera un hijo suyo. Ambos raptan a Missandei sin saber muy bien como, y la ejecutan por no llegar a un acuerdo con la madre de dragones. La lucha está servida y tiene varios frentes. La mayoría de ellos ya se han trasladado al sur, solo falta que llegue Jon Nieve para que los personajes principales vuelvan a luchar por sobrevivir. Veremos qué pasa con Daenerys ya que parece la más perjudicada por los acontecimientos propuestos. Ya solo quedan dos, y, parece, que el cierre de la serie va a resultar un tanto corto para las expectativas que ella misma ha ido creando durante sus siete temporadas anteriores.