Seamos sinceros: el episodio anterior no fue muy halagüeño en lo que al subtexto feminista de la serie se refiere (que lo tiene, y en gran medida). Por un lado tuvimos esa escena de Bronn en el burdel, con esos desnudos gratuitos cortesía de secundarias random que ni pinchaban ni cortaban. ¡Era como estar viendo otra vez la temporada 1! Ya sabéis, esa donde a la primera de cambio cualquier chica se quitaba toda la ropa frente al varón de turno (el cual como mandan los cánones televisivos apenas sí se quitaba la camiseta; ya sabemos que en el mundo mágico del cine y la tele al los hombres les encanta dejarse toda la ropa puesta cuando tienen sexo). Y luego estaban esas escenas de tensión entre la guardiana del Norte Sansa y la recién llegada y ya líder Daenerys. ¿Eran celos de hermana? ¿Era una pelea de gatas en ciernes? ¿Era ese cliché según el cual dos mujeres poderosas deben ipso facto pelearse entre sí (y si entre medias hay un hombre mejor)? Tengo muy poca paciencia con este tipo de argumentos, y teniendo en cuenta la situación a la que se enfrenan los protagonistas, me parece mucho más urgente sobrevivir que ver quién corta el bacalao en Poniente si no acaban convertidos todos en cubitos de hielo de ojos azules.
Pero llegó el capítulo dos, y como para compensar, resulta que van y nos cascan el capítulo más feminista de toda la serie. Y está clarísimo que esta fue la intención de los guionistas desde el mismo momento de sentarse a redactar la trama de este episodio, trufado de momentos en que todas y cada una de las mujeres de la serie (con alguna notable excepción, entre ellas Cersei) sacan a relucir sus mejores cualidades y consiguen cada una una pequeña culminación de sus arcos personales. Y es que lo mejor de todo es que en nngún caso lo mostrado en el capítulo resulta gratuito, sino que todo es el resultado coherente y ganado a pulso de años de desarrollo de personajes. Vamos por partes.
En primer lugar, Sansa y Daenerys tienen por fin tiempo de expresar sus diferencias de una manera profunda y razonada, más allá de miradas gélidas e indirectas sibilinas, y parecen llegar a un cierto nexo de un unión en el amor (de diferente tipo) que ambas sienten por Jon. Sansa quiere saber quién es esta mujer por la cual su hermano ha renunciado a su rol de rey del norte, y hay que reconocer que su desconfianza es razonable: al fin y al cabo en el Norte Daenerys es una desconocida con una familia con muy mala prensa. Es también un hermoso momento de madurez para Sansa cuando le pregunta a Daenerys, con total franqueza y sin atisbo de inseguridad, quién será el rey de Norte una vez que toda esta guerra por la supervivencia termine. Esta ya no es la niña malcriada e ingenua de la primera temporada, sino una Stark de los pies a la cabeza, capaz de medirse de igual a igual con quien sea, incluso con la Madre de los Dragones. El rol de Daenerys, por el contrario, comienza a enturbiarse cada vez más en vista de su gesto de duda y la verdad sobre Jon que descubre al finalizar el episodio.
Arya por su parte sigue aproximándose al rol que desde el comienzo de la serie estaba llamada a ocupar: el de una guerrera de primer nivel. Creo que para cualquier espectador a estas alturas ya era obvio que esta chica es dura de pelar como la que más, pero por si había alguien como Gendry al que le quedaban dudas, ahí tenemos esa escena que demuestra la puntería que la Stark más joven viva ha adquirido a través de sus odisea vital. Respecto a la escena polémica de marras, tengo que admitir que me resultó incómoda de ver. Quizá porque hemos conocido a Arya desde que apenas levantaba un metro del suelo, quizá, sobre todo, porque aunque ya es mayor de edad (y la actriz también) sigue teniendo cara y cuerpo de niña. Pero dicho esto, hay que darle al César lo que es del César, y es de aplaudir que esta es una escena de sexo como las hay pocas en esta serie: una en la que hay consentimiento y disfrute por ambas partes, y nadie es víctima de una dinámica de poder opresiva. Arya se acuesta con el chico que le gusta, así que muy bien por ella aunque a mí no me apetezca nada verla hacerlo.
La ESCENA con mayúsculas de la noche fue obviamente la del nombramiento como caballera de Brienne. Voy a confesarlo: me pareció un capítulo un tanto soso, y por momentos me pareció que estiraban un poco el chicle, lo cual sorprende teniendo en cuenta el poco tiempo que hay para atar todos los cabos. Pero lo entiendo: ahora toca una batalla épica, y antes de tirarnos a esa piscina de barro necesitamos tiempo para conectar con los personajes y permitirles una (posiblemene última) culminación a sus respectivos arcos argumentales. Y en este contexto, la escena de Brienne brilló con luz propia. Por fin, después de innumerables humillaciones, de burlas, de insinuaciones homofóbicas de lesbianismo (por parte del propio Jaime), Brienne recibe el reconocimiento que merecía, y de manos de una de las personas que más se ha burlado de ella. Brienne logra por fin que la vean como lo que verdaderamente es, y es un hermoso momento para el personaje, ganado a pulso. Dicho sea paso, yo sin embargo siento que Brienne tuvo ya su nombramiento como caballero aunque fuera de forma extraoficial, y este ocurrió en la que posiblemente es mi escena favorita de la serie: cuando Brienne y Podrick salvan a Theon y Sansa, y esta última realiza el juramento de fidelidad (con la ayuda de Pod) que le otorga a Brienne el cargo de su defensora oficial. En todo caso, lo bonito de la escena actual es que Brienne en esta ocasión es reconocida por un igual, que para más señas es hombre y quizás el caballero más famoso de Poniente.
De Lyanna Mormont poco se puede añadir. Esta niña ya daba miedo desde el primer momento en que abrió la boca para cerrar otras, y estaba claro que a la hora de luchar no se iba a quedar atrás. Me temo que, siendo un personaje importante pero a la vez secundario, sería una víctima ideal de los guionistas, por lo que su futuro en esta guerra está bastante crudo. Ya veremos.
Gilly tiene también su pequeña escena, que de nuevo viene a subrayar el carácter fuertemente feminista del capítulo. Otra niña pequeña, mientras recibe su ración de comida, expresa su deseo de participar en la contienda ante Davos. En su caso es bastante obvio que la niña es demasiado joven para firmar semejante sentencia de muerte, y es Gilly la que dulcemente le hace saber que también necesitarán a gente para que les defienda en los sótanos donde aquellos que no pueden pelear se resguardarán, ofreciéndole así una manera de salvar su orgullo al mismo tiempo que su vida. Es una bonita manera de recordar que no todo el mundo está hecho para pelear en primera línea, y eso no tiene nada de malo... Lo cual nos lleva al siguiente punto: Tyrion y Sam.
Y es que ambos ocupan un rol muy particular en la serie: en un mundo donde lo más valorado es ser un tipo duro y un excelente luchador, al estilo del
Veamos qué nos depara la serie en sus próximos episodios, y crucemos los dedos para que la evolución de los personajes siga este curso ascendente, aunque ya sepamos que de algunos (¿muchos?) de ellos nos tendremos que despedir más pronto que tarde...