Hace un par de meses descubrí la web de Tamara Chubarovsky y me encantó, me parecieron muy útiles sus propuestas y contenidos, además de geniales recursos. Decidí ponerme en contacto con ella para preguntarle si podíamos compartir alguno de sus contenidos y ella encantada me respondió que sí y que le parecía bien que se difundan cosas importantes para la infancia
Hoy he decidido compartir con vosotros este artículo sobre el juego libre entre los niños, me parece muy interesante, espero que os guste.
Juego libre: centro de resolución de conflictos (por Tamara Chubarovsky, 2013)
“Los juegos que permiten ‘alboroto’ ayudan a desarrollar relaciones sociales y permiten el cambio de comportamiento. En este tipo de juego interviene el sistema límbico, parte del cerebro responsable de nuestra conducta. A su vez, éste tiene muchas conexiones con los lóbulos frontales, implicados en el control de los impulsos y el comportamiento”. Sally Goddard, de “Reflejos, aprendizaje y comportamiento”.
El juego libre es uno de los mayores maestros para desarrollar capacidades tanto físicas, como cognitivas y emocionales, pero esto no significa que siempre vaya a ser armónico… 15 o más niños jugando en una sala, interactuando libremente: ¡Esto sí que es un verdadero centro de “resolución de conflictos”! Si hacemos sólo actividades guiadas y cognitivas, posiblemente surjan menos conflictos interpersonales, lo que no significa que no estén ahí, simplemente, no salen. Al juego libre cada niño llega con su carácter: unos lideran, mandan y necesitan tener “súbditos”, otros necesitan un “cacique” que los guíe… Unos se retraen y les cuesta incorporarse al juego, otros de manera impulsiva cambian a cada instante de juego y de grupo… Unos prefieren jugar solos, otros buscan la colaboración de los demás… A través del juego libre y espontáneo los niños sacan “sus propios conflictos” y así tienen la posibilidad de pulirlos, limpiarlos y resolverlos…. El que tiene tendencia dominante, va aprendiendo a soltar el mando; el que se sometía a otros, aprende a hacerse valer y a defenderse; el tímido se va integrando; el disperso se va centrando. Van aprendiendo a interactuar, cediendo, protestando, exigiendo, colaborando, tolerando, según toque. Y éste no es un proceso que ocurra “en silencio”, ¡a veces hay voces y alboroto!, pero no deja de ser juego de niños… Sin embargo, de adultos, estos mismos roces son base de grandes conflictos y batallas… ¡Qué importante, pues, es poder jugar y “pelearse” de niños! No teman los conflictos de los niños. Claro que el adulto a veces debe intervenir, mediar (no podemos permitir que se hagan daño), pero sin moralina, ni culpas, intentando mantener un tono sereno, que irradie calma a la vez que firmeza. ¡Dejemos que los niños se expresen, saquen su voz y sus emociones!
Nota: no debe confundirse el juego “enérgico” al que me refiero, con el caos y descontrol total. Tampoco debemos confundir “hablar con voz vital” con gritar. Pero es que constantemente oigo a padres y maestros que dicen a sus alumnos o hijos “habla más flojito por favor” ¡y claro, 18 años reprimiéndoles las voces, y luego, los siguientes 18 años a hacer talleres para sacar la voz y las emociones!
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