Revista Comunicación
Juegos de tronos (game of thrones, hbo): mundos secundarios y fantasía sometida
Publicado el 10 mayo 2012 por FhrodriEste sábado, en el ABC Cultural, hay un artículo sobre Juego de Tronos (Game of Thrones, HBO) de Andrés Ibáñez un experto conocedor de asuntos fantásticos. Ahí, encontramos una definición relevante en cuanto a este género, que, de paso, se aplica a la ciencia ficción.
“J.R.R. Tolkien […] habla de algo que él denomina `mundo secundario´. Un `mundo secundario´ es aquel que a) no tiene vínculo con el nuestro […], es imposible de acuerdo con el sentido común y c) es coherente dentro de sus propias reglas, las cuales no pueden ser arbitrarias”.
Como bien expone el artículo, Juego de Tronos (también en su original literario) se coloca a la sombra de estas aspiraciones (bastante ambiciosas) del maestro Tolkien, pero sin abrazarlas en toda su extensión.
Si uno veía la primera temporada, y se impacientaba con la constante tendencia a la extensión del foco de la narración, cabía una posible explicación. Tantos personajes, tantos reinos, tantos espacios, eran requeridos para ese retrato de ese “mundo secundario”. Para que conociéramos sus reglas concretas.
Con la segunda temporada, esta explicación ya no se sostiene. Juego de Tronos, de forma peculiar, y, al menos en su traducción a la serie de televisión, parte de esa tradición de Tolkien para una agenda diferente. Y ello, y he aquí lo peculiar, pese al éxito de la saga entre la comunidad seguidora del género fantástico.
Cierto que detenerse en cada representante de cada reino ayuda al retrato general. Pero darnos sus lemas y sus emblemas no los convierten en parte de un universo aparte, con reglas propias. Es difícil anticipar por donde se orientarán futuras temporadas (lo sabrán, tal vez, los que lean los libros de Martin), pero, por ahora, esta ficción trata de personas, y no de mundos.
Tanto es así, que la serie se antoja disfrutable en cuanto a retrato de personajes (es decir, el aspecto dramático) pero a ratos decepcionante en lo narrativo (es decir, el aspecto de trama). Parece sorprendente como mínimo que muchos de los que se quejaban de la lentitud de The Killing hayan aplaudido la serie de HBO. Volviendo a las posibles intenciones de Juego de Tronos, la serie obvia bastante el sentido de la maravilla que es cosustancial al género fantástico (como lo es, en principio, al de ciencia ficción). Por otro lado, el tono y la moral que se va mostrando en este “universo” no es diferente de lo que uno podría imaginar que sucediera en nuestra Edad Media. Es un giro de la fantasía heroica hacia ese realismo de barro, putas, violencia y poca poesía. Al parecer (podrán confirmarlo o negarlo los lectores de las novelas), esto se ha magnificado en el traslado al audiovisual. Tal vez sea una operación intencionada de HBO, afín a la idea de que las ficciones adultas requieren este feismo como necesitan el sexo y los desnudos. La definición de ficción adulta con tales mimbres únicamente es, cuando menos, cuestionable, pero quizá estaba ya sembrado en la idea de George R. R. Martin.
Por otra parte, así se equilibra con la posibilidad de que el género fantástico (tan poco apreciado por la intelectualidad) contagie una serie que, como las de HBO, se dirige a un público más exclusivo.
Pese a todo ello, en esta temporada hace aparición la magia. De forma más contundente que en la primera temporada. Hay que recordar que allí se comenzaba con una primera escena traicionera, que anticipa un tono y un género que producía una expectativa nunca satisfecha. Y que el elemento mágico sólo volvía, plenamente, en el último capítulo.
Ahora, en la segunda temporada, lo fantástico retorna con una escena, en el capítulo 2x04 (Garden of Bones) de las más atrevidas vistas en televisión. Se mezcla lo mágico con lo oscuro y con un sentido que nunca aparecería en ninguna otra cadena, y, no desde luego, en el cine de Estados Unidos.
Esta creación de imágenes y momentos audiovisuales tan inquietantes (jugando nada menos que con algo “sagrado”, la maternidad) sí indican esa buscada “madurez” en la ficción. Y se insertan bien en cuántas posibilidades tiene el elemento fantástico para cuestionar realidades y conceptos, más allá de la dirección sentimental (aunque interesante por sus contradicciones) vista por ejemplo en Once Upon a Time.
Y aquí radica la cuestión fundamental: si lo fantástico va ganando sitio en Juego de Tronos tal vez HBO vea cómo se le escapa la calificación de serie de televisión “seria”. A la vez, si se insiste en ese tono de realismo, la historia despeje esa misma posibilidad de realmente retratar un universo alternativo.
Mientras tanto, Juego de Tronos camina por esa senda del retrato de tiempos pasados sin glamour y lleno de traidores, arribistas, y bajas pasiones vista, por ejemplo, en Roma, o en Los Tudor. Poco importa que no se ambiente en un tiempo “real” si se incluye en las mismas coordenadas. Por esa dirección, no es nada nuevo ni original.
Eso sí, a falta de que sigamos los próximos capítulos, si se ahondará en esa contradicción. Porque, lo visto hasta ahora, indicaría que el aspecto fantástico en parte se relaciona con tiempos pasados, que, son, cómo no, tiempos mejores. El tiempo de los dragones, los Gigantes y los niños del bosque, como afirma un personaje. Y aquí vienen más conexiones curiosas: como en Once Upon a Time, ese otro mundo que puede superponerse sobre el más “real” tiene tanto de melancolía como de posible peligro.
A medida que avanzan los movimientos de todos estos perseguidores del trono, uno sospecha que más o menos sabrán de emociones (a veces, meros instintos) humanas. Pero que, a la hora de enfrentarse con la vuelta de lo mágico, puede que todo su mundo se tambalearía. No sería un mal posible desarrollo. De una contradicción, dejar surgir un conflicto.
Pero habrá que esperar.