![Jueves con mis Rendu-Osler Jueves con mis Rendu-Osler](http://m1.paperblog.com/i/304/3042373/jueves-mis-rendu-osler-L-hwotLE.jpeg)
Ir al grano es lo que me permite sobrevivir a veces, especialmente los jueves. Esos días tengo que meter el turbo, aunque eso no significa que no disfrute o que no me esmere por hacer las cosas lo mejor posible. Los jueves es mi día de "imprevistos": atender la urgencia, recomendados y aprovechar para rematar asuntos personales. Son esos asuntos personales los que me obligan a trabajar en un circo de dos pistas, aunque reconozco que esa situación es algo que he escogido: al disponer de tiempo, busqué enfermos con los que llenar los huecos (o quizá son ellos los que me encontraron, ya contaré cómo en otra entrada).
Los jueves recibo a mis pacientes de Rendu-Osler. En realidad no me ocupo de toda su patología, muchos de sus problemas se escapan a mis habilidades aunque, afortunadamente, para esa parte cuento con la ayuda de los internistas. Mi atención se limita al tratamiento de sus epistaxis (hemorragias nasales). No es una solución definitiva, ya me gustaría, pero al menos les alivio durante un tiempo y no sangrar a diario contribuye sobremanera a mejorar su calidad de vida.
Las hemorragias no son algo que admitan mucha espera por lo que requieren una atención casi a demanda. En la primera visita, les doy el teléfono directo de la consulta. Según me necesiten, los enfermos me llaman para avisarme que van a venir ese jueves. Les veo tan a menudo que me sé hasta sus nombres, algunos son casi de la familia. Se juntan en la sala de espera y, en el transcurso de la mañana, se acumulan. Encontrar a otros como ellos les inspira confianza, es una enfermedad rara y les consuela no saberse únicos. No hay muchos médicos que se atrevan a tratarlos y se sienten muy desamparados, algunos vienen bastante asustados. El procedimiento en sí no es complicado, no requiere ninguna habilidad especial, el problema es que es sangrante y luchar contra la sangre siempre impone. Sin embargo, si no se hace nada, el paciente sangrará espontáneamente, cada vez con más frecuencia y más cantidad, y es esa evolución lo que hay que frenar. El tratamiento se lleva un rato así que, de vez en cuando, en los momentos de descanso, me asomo a la sala para saludar a los que van llegando, preguntar cómo siguen y tranquilizar al resto.
Empiezo colocándoles un algodón empapado en anestesia tópica en la fosa nasal. Cualquier intervención se lleva mucho mejor si el dolor se minimiza y para eso la anestesia es un gran invento. La mucosa de estos enfermos es muy frágil y, aunque meto el algodón con mucho cuidado, en ocasiones, esa simple manipulación desencadena la hemorragia, y la alarma del paciente y de sus familiares. Les aviso antes de empezar para que sepan a qué atenerse y son muchos los acompañantes que prefieren esperar fuera.
La técnica no es muy distinta a la que se aplica en las varices. Consiste simplemente en infiltrar una sustancia esclerosante en las lesiones vasculares. De esa manera se fibrosan, cicatrizan y dejan de sangrar. Diluyo la ampolla en agua destilada para no dañar la mucosa sana y evitar complicaciones, aunque los riesgos aumentan con la repetición del procedimiento, por desgracia inevitable. Cargo unas jeringas pequeñas para que la infiltración sea lenta y menos irritante. Por recomendación de una de mis amigas, cirujano vascular, utilizo las agujas más finas que he encontrado en el hospital, de ese modo se supone que sangran menos.
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