Por Merce Roura
Tomas café y notas el café.
Caminas y notas el camino.
Estás en la calle y vives la calle.
Encuentras un bosque y te sientes vivir en todos y cada uno de los árboles del bosque.
Te sientas ante al mar y eres un pedazo de mar.
Guardas silencio ante un amigo que te cuenta su dolor y eres el amigo y observas el dolor.
Dices adiós y sientes ese adiós, ese miedo a que ya nada vuelva a ser como era antes.
Pruebas el postre y eres el postre.
Notas el sabor amargo de la derrota y crees que eres la derrota, pero en realidad eres lo que nacerá en ti gracias a ti ella y a no huir del dolor y el miedo que te provoca.
Lees el libro y te pierdes en las palabras del libro.
Respiras y eres el aire.
Miras al fuego y eres fuego.
Te dejas mecer por en viento y eres el viento.
Caes y eres el suelo, el arañazo en tu rodilla, la vergüenza inmensa y absurda por si te han visto...
Te crees tu culpa e irremediablemente eres el verdugo que busca condena y castigo.
Recuerdas el pasado y eres el pasado.
Sueñas otro futuro y acabas atrapado en el futuro. Sin presente, sin vida, sin más ansia que el ansia. Sin más destino que el miedo y la necesidad de seguir esperando que algo te salve y te recuerde tu valor.
Miras al cielo y eres el cielo. Tanto si está azul y soleado como si está cubierto de nubes grises. Tanto si la lluvia vence la tarde como si la tarde vence a la lluvia.
Cuentas un secreto y eres esclavo de tu necesidad de contar secretos.
Juzgas y eres juzgado por tu juicio... Criticado por tu propia voz.
Ves lo que eres y eres lo que ves. Hasta que decides que cambie. Hasta que decides mirar de otro modo y burlar las leyes de esta sociedad marchita que quiere que te marchites sin notar. Que te invita a consumir sin vivir. Que te cala hasta los huesos con historias tristes y descarnadas para que no recuerdes quién eres ni a dónde vas. Para que sigas perdido en la niebla y no encuentres el camino a casa nunca...
Aunque es inevitable volver. Es inevitable encontrarlo y ponerse a caminar. Porque el amor que eres siempre te encuentra. Porque el amor que das siempre vuelve. Porque basta un instante de perdón para que la vida dé la vuelta y recuerdes tu verdadero nombre.
Amas a alguien de verdad y eres el amor.
Amas lo que vives, sea como sea, y entonces eres tú.
Y recuerdas la verdad.
Porque no hay nada más, solo amor.
Y justo en ese momento te das cuenta de que hasta ahora te has pasado la vida jugando al escondite con la vida.
Ya no más.
Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2021/03/17/jugando-al-escondite-con-la-vida/