Revista Medios

Jugar a compartir

Por Monpalentina @FFroi
    Percibimos una entonación especial cuando se nos cuenta algo, por insignificante que pueda parecer a los demás. No se puede medir el sentimiento. Mucho menos cuando el amor es hacia un pueblo, hacia un paisaje, hacia la tierra que nos vio nacer y que se nota que llevamos dentro.

Jugar a compartir

Cuando se quiere tanto, uno también entiende el abandono de los suyos, llegados a un punto en el que, lejos de la ayuda institucional que nos devuelva los consultorios de los pueblos y tantas otras cosas que se han ido perdiendo, se pudiera emprender una nueva repoblación que ahora no se contempla, por más incentivos y ungüentos que le demos, por más hechos y razones que uno vaya compartiendo en este y otros medios.

Nadie como quienes han pasado por este revoltijo de sensaciones para interpretar también el sueño de unos pocos, aferrados a sus raíces como aquellos capitanes que esperaban -según el manual de los buenos navegantes- a que hubieran salido todo el mundo antes de abandonar el barco.

En el Grupo de la Montaña Palentina que ha sobrepasado ya los 9000 seguidores y que os invito a conocer, aunque muchos de vosotros estéis aferrados al papel, cosa que entiendo, se van subiendo cada día instantáneas preciosas que de este a oeste nos van zarandeando, exponiendo ante el mundo un lugar primordial, apenas conocido, pese al constante y loable empeño de los medios de comunicación en los últimos años.

Que sepáis que la promoción y el descubrimiento que estáis haciendo de muchos rincones de nuestra montaña, que es un ejercicio encomiable y precioso en el que yo llevo cuarenta años, no está bien visto por quienes pretenden que la montaña sea un reducto chiquito, limitado, tal vez propiedad "suya", más que del mundo, más que de aquellos que nos la entregan impoluta, más que la de quienes vienen a verla y se enamoran, con ese amor hecho de pueblo.

Que nadie se desanime si otros lo ven con ojos tan distintos. Esa es, sin duda, otra de las razones por las que se quedó estancada la montaña sin que aquellos que se prendaron de su entorno se atrevieran por fin a dar el paso de vivirla.


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