Desde que fuí mama hace 6 años, me he visto inmersa en la eterna lucha por brindarle a mis hijos el acceso a juguetes que no estén cargados ni de violencia ni de machismo. Por suerte no soy la única persona que siente una necesidad de ponerle freno a estas aberraciones de nuestra sociedad, y hoy dándole vueltas a internet en busca de articulos y opiniones al respecto; me encontré con un blog llamado ” ¡Verguenza! no mas juguete machista “.
Sitio que nació con la intención de fomentar las denuncias de nosotr@s los consumidores, para masificar nuestra queja y empoderarnos. Denunciando aquellos juguetes machistas mediante pegatinas colocadas en la estanteria y/o puntos de venta.
La industria del juguete crea productos diferentes para niñas (aquellos relacionados con el mundo del hogar, el cuidado y la moda) y para niños (los que aluden al espacio público: deporte, construcción, guerra, etc.), mostrando como natural algo que es una construcción cultural: la arcaica separación del mundo femenino y masculino. La diferenciación escrupulosa que realiza la publicidad entre público infantil femenino y masculino, no es más que una estrategia de marketing de las grandes empresas para asegurar sus beneficios.
Los juguetes transmiten una ideología conservadora, dañina y, en muchas ocasiones, obsoleta. No es “natural”, ni mucho menos “inevitable”, que las niñas jueguen a prepararse para ser madres amorosas y mujeres atractivas. Tampoco está en la biología de los niños el canalizar su energía compitiendo con sus compañeros, luchando por imponerse o jugando a conquistar tierras y matar a sus habitantes. Desde pequeñas, las niñas interiorizan como destino último el convertirse en objeto de deseo para la mirada masculina, imitando la imagen hípersexualizada de las muñecas de moda. Los juguetes femeninos ofertados confinan la imaginación entre las muros del hogar (la elección versa sobre qué se cocinará o cómo se vestirán), mientras que en los masculinos se expande hacia mundos lejanos y fantásticos. El imaginario sexista que promueven la mayoría de los juguetes se consolida mediante toda una serie de dispositivos materiales (colores, formas y tamaños divergen en función del género destinatario del producto) y simbólicos (por ejemplo, el lenguaje utilizado para publicitar juguetes femeninos es dulce y tierno, utiliza diminutivos y expresiones amorosas). Incluso, aquellos juguetes que parecen no estar dirigidos a un género en concreto, como los puzzles, suelen contar con su versión femenina. Además de la división de roles, los niños y niñas aprenden la distinta valoración que la sociedad hace de ellos: todo lo relacionado con “lo femenino”, en este caso los juguetes para niñas, es desvalorizado y relegado a un segundo nivel, por detrás de lo “masculino”. Por ello, en ocasiones las niñas se integran en los “juegos de chicos” (normalmente desempeñando un papel secundario o de aprendiz) pero muy raramente sucede al contrario (y en los casos en que sí, el niño sufre un fuerte rechazo social, al fin y al cabo su “feminización” supone una bajada de estatus). Es fundamental no reproducir aquellas atribuciones de género que desembocan en desigualdades futuras. ¿Cómo vamos a crear una sociedad igualitaria educando a las nuevas generaciones con juguetes discriminatorios y sexistas? ¿Cómo extrañarse de los trastornos de alimentación en adolescentes si pocos años atrás jugaban con barbies esqueléticas e irreales? ¿Cómo quejarse de la violencia juvenil si los padres regalan a sus hijos armas de juguete y refuerzan lo bien que las utilizan? ¿Cómo intentar relaciones igualitarias si las niñas aprenden a ser objetos pasivos y deseables? La peor barrera a la que se enfrentan los hijos no es la marcada por sus características físicas, sino la delimitada por los estereotipos culturales de sus progenitores. Los juegos de hoy, son los comportamientos de mañana.