A menudo se han comparado los partidos de fútbol con batallas, tomando el rol de los generales los entrenadores. Leyendo un poco sobre estrategia militar, se puede llegar a la conclusión de que uno de los aspectos más importantes que ha caracterizado el éxito de los mejores generales es el de elegir en qué momento, en qué lugar y en qué circunstancias luchar. Llevarse esto al mundo del fútbol no es excesivamente complicado, pudiendo ser utilizado como recurso por equipos de todo nivel. No da garantías de éxito, pero si es uno de los múltiples factores a tener en cuenta a la hora de preparar un partido. Para muestra, 1 claro ejemplo de un equipo que lo ha empleado en la actualidad.
Brasil contra España en la Copa Confederaciones: Partido analizado en profundidad en este mismo sitio, es el referente más cercano que se puede encontrar. España acudía al partido como doble campeona de Europa y campeona del Mundo, era el rival a batir, llevaba unos cuantos años marcando el estilo al resto de selecciones nacionales. La selección brasileña acudía al torneo llena de dudas, con una estrella emergente y una serie de jugadores de calidad pero lejos del teórico nivel que se exige para luchar por el sexto campeonato.
Luis Felipe Scolari, técnico de los cariocas, perro viejo, curtido en mil batallas y último campeón del mundo con Brasil, sabedor de las virtudes de sus jugadores, más dotados para jugar al contragolpe que para dominar el partido y practicar el tradicional jogo bonito, propuso, en todos los partidos de la Confederaciones, el mismo patrón de juego. Salir a tope, tener varias ocasiones en los primeros minutos y confiar en la calidad de los atacantes brasileños. Le salió bien, consiguió marcar casi siempre en los primeros 10 minutos y a partir de entonces se fortificó atrás y practicó un juego de contragolpe muy favorable a sus características.
Para la final, acrecentó este rasgo, preparó el partido con mimo, se valió de todos los factores posibles, campo, Maracaná, uno de los más importantes históricamente, una afición entregadísima, que demostró, desde los himnos, estar con su selección hasta el final, un árbitro casero, que permitió el juego duro brasileño, sin caer en la violencia, permitió un punto de intensidad quizá algo por encima de la legalidad, en definitiva, aparte de conocer los valores futbolísticos de sus jugadores, Felipao los rodeó del entorno más adecuado para desarrollar su fútbol.