El viernes pasado, como algunos saben, presentamos la primera novela publicada por Mario Crespo, “LS6”, en el salón de actos de La Alhóndiga de Zamora. David Refoyo y yo acompañamos al autor. David, también zamorano, publicó hace unos meses su primera novela, “25 centímetros”. Dos debuts, a mi entender, formidables. Literatura joven, literatura fresca, literatura española, literatura de zamoranos. Levanten, pues, el pecho con orgullo porque de ellos se hablará mucho (corrijo: ya se está hablando; pero se hablará más). Mientras escribo estas líneas, me entero de que a otro joven paisano, Enrique Cortés (autor de la novela “La Torre”), le acaban de editar su segundo libro, “La sombra de la luz”. Casi todas las semanas alguien de la tierra publica algo: ensayos, novelas, poemarios… Es difícil seguirlos a todos, pero la conclusión es evidente: esta tierra es fértil, es productiva, se mueve pese a lo difícil que lo tienen el arte en general y la literatura en particular, no ya sólo en España, sino en Zamora, donde el público no siempre ve con buenos ojos lo novedoso.
En los minutos previos a esa presentación del viernes yo estaba un poco nervioso. Más de lo que suelo estarlo en cualquier otra ciudad en la que haya tenido que leer y hablar. Podría parecer raro y no lo es en absoluto: cuando se juega en casa, uno asume más responsabilidades. En otras latitudes te da un tanto igual lo que puedan pensar de ti: probablemente a mucha gente no vuelvas a verla en tu vida o acabes de conocerla. En casa, uno adopta otras reglas. Hay caras conocidas, hay amigos entre el público, hay familiares, hay lectores a los que habías visto alguna vez… Tu máxima ambición es no defraudarles, no hacer el ridículo, no fallar. En los lugares en los que no te conocen o nunca te habían visto, no hay problema: carecen de una referencia para la crítica, ya sea constructiva o destructiva. En el lugar o lugares donde creciste es otro asunto porque sí tienen de ti una referencia. A mis colegas de mesa también los noté un poco nerviosos, no creo estar equivocado. El caso es que la recepción fue calurosa y nos sentimos muy bien allá, en La Alhóndiga. Yo, al menos, me sentí cómodo: eso es algo que, además, suele notarse en el ambiente. En algunos locales de otras ciudades he tenido que enfrentarme a públicos hostiles o a gente que pasaba de todo y no es agradable porque se nota tensión en el aire. Para enero, o quizá febrero, los tres planeamos más presentaciones en Zamora. A mí me gustaría hacer alguna de ellas en un bar o en un pub. Mi experiencia me dice que, en esos locales, el público está menos rígido, más cómodo: la luz no es tan fuerte, se puede beber algo y no es necesario sentarse en una silla, como sí lo es en los actos oficiales (o debería serlo).
No muy lejos de allí, en la Biblioteca Pública, se celebraba el segundo día de las jornadas sobre Claudio Rodríguez. Insuperable competencia. En una tarde, además, tan fría como fue aquella, se agradece que la gente salga de casa y acuda a los actos. A pesar de todo, a pesar de la, como digo, calurosa recepción, a pesar de la presencia de los medios, tiene uno la sensación de que, en mi tierra, es difícil enterarse de estas cosas, de estos actos. Ocurría ya cuando yo viví allí, no era raro ver a alguien que se había tropezado con una presentación o con un concierto acústico al entrar en un garito, y que te dijera: “No sabía nada. Me acabo de enterar ahora mismo”. Me cuesta entenderlo, pero así sucede aún, me temo. No sé de quién es la culpa. Si de quienes lo anuncian o de quienes deberían ver esos avisos y no los ven.
El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla