Revista Opinión

Juguetes para olvidar

Publicado el 12 marzo 2011 por Marpa411

Juguetes para olvidar

Lo deseaste tanto que finalmente llegó. Sí, ese mismo objeto que un día recibiste y que largo tiempo imaginaste está frente a vos. Pasaste horas creyéndolo en tus manos, en cómo y de qué forma lo recibirías. Soñaste, proyectaste y planeaste en lo que harías en el preciso instante de tocarlo.

Pero ese día llegó y el objeto del deseo se materializó y lo acariciaste. Fue tu tesoro, solo tuyo.

Luego paso un tiempo. Te embelesaste, te sentiste feliz, e irradiaste plenitud por tenerlo entre tus dedos. Pero después de saciar esos deseos reprimidos, de manipular de manera desaforada el objeto hasta el hartazgo, de cuidarlo por momentos, comenzás a mirarlo con desdén por haber sufrido en su espera; y un día, de repente, no lo querés más. Decidís que no lo necesitás más en tu vida y lo dejás tirado por ahí.

Raros son los períodos de ansiedad y sus intensidades. Extraña es la duración de la satisfacción y el deleite. Tan caprichosa como volátil.

Creíste en todo eso. Aceptaste lo falso, lo plástico, y por un tiempo te confundiste. Pero no por mucho, porque viste que el modelo es tan bello como defectuoso, y entendiste que la perfección es puro cuento. Como el de Cenicienta, que en realidad no fue tocada con la varita mágica, porque su realidad era otra. Su mundo perfecto provenía más de una alucinación fruto del consumo de un vaso cargado de GHB. Un éxtasis líquido, efímero, que duró 24 horas. El mismo efecto que para muchos puede durar 24 noches, 24 meses o 24 años. Todo depende de la calidad del éxtasis y de cómo interpretes la novela. Ella duró poco.

Creciste. Te golpeaste y golpeaste.

Por un momento, presa de la corriente del tsunami consumista que todo lo devora y aplasta, dudaste entre ser una inadaptada o una perpetua boluda destinada a lavar tus platos y los ajenos. Un combate entre uñas largas y guantes de seda, que solo duró un breve y pequeño pleito interno que de rosa fundió a negro.

Y sí, ¿quién dijo que los manuales de instrucciones son confiables? Acaso,  ¿alguna vez un papelito con instructivos fue de gran utilidad?

Odio los manuales en todos sus formatos. Ni hablar de los catálogos de origen, esos que te insertan en tus primeros años, y que con el tiempo tenés que quemarlos por obsoletos. Incinerarlos con el fuego de la experiencia adquirida a los tumbos.

De la ingenuidad mancillada a la inocencia encapsulada. Del estereotipo roto a la recolección de pedazos. Todo es pura antropología mental.

El dilema de desear tanto un objeto, es tener que soportar verlo después en la basura. Y una vez en el tacho poder reconocerlo con la misma intensidad que antes lo anhelabas.

Eso, ¿Lo podés aceptar?

Texto y foto MP.
Crónicas de una normal inadaptada (14)



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