La realidad contiene trazas de ficción. En la oscuridad o bien a la luz, la Historia
hace sonar las tijeras de modo que, al abrirse, no se extraña al iluminar
un cuerpo desmembrado, una pierna recién amputada o un par de dedos
sueltos.
Simic, un lírico serbio, hace una poesía negrísima que parece un cuento de Lewis Carroll pasado
por la turmix de la CNN. Cuando se hace de noche la realidad contiene
más trazas de ficción todavía. Y si uno lee las páginas de esa Historia
pareciera que toda entera ha transcurrido en tinieblas con unas tijeras
campando a sus anchas, abriendo surcos en la carne limpia, alfombrando
con sangre los nobles campos de la luz sencilla de los buenos
sentimientos. No hay día en que no piense en este poema de Simic
(Juguetes aterradores/Frightening toys) y en las tijeras del azar
escribiendo la editorial de los tiempos.
La Historia hace sonar sus tijeras
en la oscuridad,
por lo que al final todo acaba
sin un brazo o una pierna.
Pero, en fin, si eso es todo
lo que tienes para jugar...
¡Esta muñeca, al menos, tenía una cabeza,
y labios encarnados!
Calles desiertas, casas de madera,
sucios escaparates:
sentada en los peldaños,
una niña en camisón le hablaba.
Parecía un asunto serio.
tanto que la lluvia quiso oírla,
y cayó sobre sus pestañas,
y las hizo brillar.
Simic, que es un irónico o
un metafísico de a pie o un escéptico metido a lírico, hace una poesía
deslumbrante. Una de esas poéticas que convienen en tiempos convulsos.
En realidad es el poeta más útil que he leído recientemente. Eso
contando con aquéllo de que la poesía es siempre un arma cargada de
muchas cosas y ahí entra cada uno para investirlas con los dones que se
precisen para que no pierda comba en la administración de la realidad,
pero no puedo evitar la imagen purísima, incluso en su tosco principio
de tragedia, de las tijeras en mitad de la noche, del mundo venido a pique, de las banderas ahogando la boca, de los juguetes rotos como evidencia del aire muerto.
Anoche, al llegar tarde a casa, después de pasear unos bares y pasear dos calles, abrí a Simic y vi que las tijeras siguen en su ruido patético, en su ir abriendo las carnes y el alma. No supe anoche si el alma es al final la más dañada en estos juegos patrióticos, si las fronteras y los idiomas hacen de tijeras de podar y quien sale al final perjudicado es el jardín interior, la bienandanza (que decía un amigo mío), la bondad como un ingrediente y no como un recurso. Pero son malos tiempos y no se ve que vayan a ir a mejor.