El niño que llevo dentro ha visto que la vida es como los juguetes, pocos conservan el brillo y la magia del primer día. La mayoría se rompen más pronto que tarde, será por eso que prefiero las bicicletas oxidadas y los juguetes sin brillo.
Ahora tengo un juguete que hay que romper primero para jugar después. Un bloque de hormigón del que surge un robot de aspecto descuidado y duro, que tras el golpe ha desarrollado un tierno corazón.
Una idea de XXX que me encontré navegando en solitario por Kollbo.


