Angústiase el alma y se estremece la mano, y tiembla la pluma al tratar de trazar el cuadro y hacer el análisis razonado y crítico del reinado de Pedro de Castilla; y esto no solamente por la cadena casi no interrumpida de trágicas escenas y horribles suplicios, y sangrientas ejecuciones a que se dejó arrastrar este violento monarca, con razón y justicia una veces, por venganza otras, otras por intempestuosidad de carácter, y las más por una especie de ferocidad orgánica.
CASTILLA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIV

"Fue desgracia de Castilla, decíamos hablando de don Sancho el Bravo, desde que tuvo un rey grande y santo que la hizo nación respetable, y un monarca sabio y organizador que le dio una legislación uniforme y regular, los soberanos se van haciendo cada vez más despreciadores de las leyes naturales y escritas, se progresa de padres a hijos en abuso de poder y en crueldad, hasta llegar a uno que por exceder a todos los otros en sangrientas y arbitrarias ejecuciones adquiere el sobrenombre de Cruel, con que le señaló y con que creemos seguirá conociéndole la posteridad."
Sin embargo, en el principio de su reinado no aparece todavía ni sanguinario ni vicioso. Al contrario, se le ve perdonar más de una vez a sus hermanos bastardos y a otros magnates rebeldes. Si el puñal de un verdugo se clava en las entrañas de doña Leonor de Guzmán, no es donde Pedro el que ha armado el brazo del asesino de la dama de su padre; ha sido su madre, la reina doña María la que ha ordenado al terrible ejecutor la muerte de su antigua rival, precisamente, cuando había dejado de serlo. En conseguirlo o no reprobarlo el hijo, creemos que hubo culpa, pero aun no descubrimos ferocidad. El fallecimiento casi simultáneo de los Laras y de don Fernando de Villena aparece harto sospechoso, pero nos complacemos en que no haya pruebas sobre qué fundar capítulo de acusación contra el rey. Garcilaso y don Alfonso Coronel habían sido rebeldes y merecían castigo. Cierto que el del primero fue ejecutado con circunstancias que hacen estremecer de horror, y revelan una saña feroz y repugnante, incompatible con todo sentimiento humano. Concedamos, no obstante, a los defensores de don Pedro que este acto de dura fiereza no emanara del rey, sino de su privado el ministro Alburquerque. Concedámoselos, por más difícil que resulte absolver la autoridad real del pecado de consentimiento, ya que la supongamos libre del de mandato.

La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.