En 2 a.C., el emperador Augusto condena a su hija única, Julia, al exilio por sus numerosas relaciones adúlteras con miembros de la Corte imperial. Nunca regresará a Roma, siendo el primer ejemplo de una serie de princesas castigadas por el poder imperial.
A pesar de este destino trágico, Julia no es una de las mujeres las más famosas de la dinastía julio-claudia : hija del primer emperador, se casa tres veces para dar un heredero al trono. Se enfrenta a su madrastra, Livia, sobre esta cuestión y será el hijo de esta última quién sucederá a Augusto. La Corte imperial está dividida entre los apoyos de la hija de Augusto y los de su mujer. Pero el exilio de Julia deja el campo libre a Livia, esposa y madre ejemplar de emperadores. Julia se convierte en una mujer libertina, insolente y traidora hacia su padre y es olvidada porque es eclipsada por mujeres que han tenido la ventaja de ser esposas o madres de emperadores – Livia, Mesalina o Agripina.
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Julia, la única hija de Augusto
Julia nace en tiempos agitados. Tras el asesinato de Julio César, en 44 a. C., Cayo Octavio, su resobrino, recupera su herencia : se convierte en Cayo Julio César Octavio y se presenta como heredero del difunto frente a Marco Antonio. Los dos hombres y Lépido se alían contra los asesinos de César y se reparten el Imperio romano, dando luz al Segundo Triunvirato. Otro enemigo surge en la persona de Sexto Pompeyo, hijo del famoso rival de César: dueño de Sicilia, granero de Roma, el cual amenaza con el hambre a Roma. Entonces un acuerdo es concertado con el matrimonio de Octavio y Escribonia, pariente de Sexto Pompeyo, en el año 40. Las relaciones de la pareja son difíciles, hasta tal punto que Octavio se divorcia de su esposa después del nacimiento de su hija, Julia, en 39. Octavio expone como pretexto la frivolidad de Escribonia pero es muy probable que pensaba también en otra mujer.
En efecto, logra la autorización para casarse con Livia Drusila, entonces embarazada de su primer esposo. El segundo hijo de Livia, nacido en la casa de Augusto, se reúne con su padre y Livia se convierte en madrastra de Julia, criada en la casa de su padre[1].
El matrimonio con Livia es estéril, Octavio, llamado Augusto desde la concesión de este título por el Senado, no tendrá hijos después de Julia. La niña es educada severamente, según la voluntad de su padre: hila lana, hace su propia ropa y la de Augusto y es invitada a imitar a la severa Livia. La familia imperial debe ser ejemplar, las mujeres están encargadas de encarnar a la matrona romana.
Dar un heredero al Imperio
Desde la muerte de Marco Antonio, en el año 30, Augusto está solo al frente del Imperio. Puesto que no ha tenido un hijo varón, usa a su parentela femenina para dar un heredero al nuevo régimen. Julia, como otras aristócratas antes que ella, contrae varios matrimonios. De niña, es desposada con el hijo de Marco Antonio y Fulvia, Antilo, para consolidar la alianza política entre los triunviros. La derrota de Antonio condena a su hijo, demasiado mayor para ser salvado por Augusto.
El primer esposo de Julia es Marcelo, hijo de Octavia, hermana de Augusto. El matrimonio tiene lugar en el año 25 y la pareja encarna las esperanzas del pueblo romano y del emperador. Sin embargo, Marcelo fallece dos años más tarde, dejando a su esposa viuda y a su madre inconsolable. Augusto resuelve entonces casar a su hija con su amigo, Agripa. Esta unión es fecunda: Julia da a luz a tres hijos y a dos hijas. Sus dos hijos mayores, Cayo y Lucio, son adoptados por Augusto y se vuelven hijos y herederos del emperador. Julia es honrada a través del Imperio como hija de Augusto y madre de los Césares, Cayo y Lucio. Es un modelo para las otras mujeres de la familia imperial, lo que debe disgusta a la emperatriz Livia, cuyos hijos no han sido adoptados por su marido el cual prefiere favorecer a sus propios descendentes. Así, surgen antagonismos surgen entre los hijos de Julia y el de Livia, Tiberio, quién se siente humillado por los herederos de Augusto.
Agripa muere a su vez en 12 a. C., antes del nacimiento de su hijo, Agripa Póstumo. No sabemos lo que Julia sentía para este hombre a la edad de su padre pero parece que sus relaciones han sido cordiales e incluso calurosas. Las fuentes no hablan de disensiones, al contraio de su tercer marido, el mismo Tiberio. Después del nacimiento de su último hijo, Julia se casa con el hijo de Livia, por voluntad de Augusto.
Algunos autores han hablado del desprecio de la princesa frente a un hombre que no formaba parte de la familia de los Iulii. El mismo Agripa no era un senador aunque los antepasados de Tiberio pertenecían a una de las más nobles y más antiguas familias romanas. El desacuerdo concernía sin duda a la sucesión imperial.
Una vida escandalosa
Algunos meses después del matrimonio, Julia da a luz a un niño que nace muerto. Las relaciones entre Julia y Tiberio empeoran hasta tal punto que este último se retira en la isla de Rodas[2]. La vida oficial de Julia es más difícil a partir de este momento. Parece que su belleza y su soltura encantan a los jóvenes aristócratas romanos, hasta el punto de apoyar la causa de sus hijos. En 2 a. C., Julia y sus apoyos habrían organizado una conspiración para asegurar la sucesión a Cayo y Lucio, conspiración descubierta por Augusto y severamente castigada. La implicación de su propia hija es un acto muy grave a los ojos del emperador, casi una traición. Es sobretodo un mal ejemplo para las otras mujeres imperiales y por eso va a transformar los hechos para suscitar la reprobación general. Julia es acusada de múltiples adulterios con miembros de la aristocracia, el más famoso con el otro hijo de Marco Antonio y Fulvia, Julio Antonio. Augusto solicita el divorcio en nombre de Tiberio, y exilia a su hija en la isla de Pandateria. Escribonia, siempre viva, acompaña a su hija, sin duda para mostrar su apoyo a su causa[3]. Los “amantes” de la princesa son exiliados o ejecutados, como Julio Antonio.
Julia no regresará nunca a Roma. En respuesta a lo solicitado por el pueblo romano, Augusto la traslada al continente, pero no las conspiraciones aún no han acabado. En 8 d. C., la propia hija de Julia, Julia la Menor, es condenada por adulterio y exiliada con su hermano Agripa. Esta última quería favorecer sus derechos de sucesión[4]. Augusto no duda en alejar a sus nietos y permitir el advenimiento de los descendientes de Livia e incluso prohíbe depositar las cenizas de las dos Julias en el mausoleo dinástico.
En 14 d. C., Augusto fallece y Tiberio le sucede. No vuelve a llamar a su anterior esposa. Al contrario, parece que endurece su encarcelamiento. Julia muere el mismo año que su padre y su hijo Agripa, sin saber que su nieto, Calígula, será emperador en 37.
Julia fue usada en varias ocasiones, siempre para servir a la propaganda de su padre: madre ejemplar, es honrada por su fecundidad y su obediencia hacia su padre. Cuando hace alarde de ambición política, sale de su papel de matrona y amenaza directamente Augusto. Este último opta por hacer de su hija un mal ejemplo: una mujer libertina a causa de su cultura, sus relaciones con otros hombres y la posición alcanzada en el seno de la familia imperial. Augusto le contrapone a Livia, matrona ideal por ser discreta.
La caída de Julia es sin duda la causa de su desaparición en las fuentes histórica posteriores. Ensombrecida por Livia y las “escandalosas” Mesalina y Agripina, los autores recuerdan solamente su actitud desenvuelta y “provocativa”[5].
Autor: Estelle Berlaire Gues para revistadehistoria.es
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Cenerini F., Dive e donne : mogli, madri, figlie e sorelle degli imperatori romani da Augusto a Commodo, Angeline Editore, 2009.
Domínguez Arranz A., “La mujer y su papel en la continuidad del poder. Julia Augusti ¿ una mujer incómoda al regimen?, en Mujeres en la Antigüedad clásica. Género, poder y conflicto, Sílex, 2010, p. 155-185.
Fantham E., Julia Augusti : the emperor’s daughter, Routledge, 2006.
Hidalgo de La Vega M.-J., Las emperatrices romanas : sueños de púrpura y poder oculto, Universidad de Salamanca, 2012.
[1] Según las leyes romanas, la madre no tiene ningún derecho sobre sus hijos.
[2] Las/los historiadoras/es no están de acuerdo sobre la razón de este “exilio”. Sabemos que las relaciones entre Tiberio y Augusto no eran muy buenas.
[3] Era abuela de Cayo y Lucio.
[4] Cayo y Lucio habían muerto en 2 y 4 d. C. Augusto había designado entonces Tiberio como sucesor y su último nieto pero el joven Agripa tenia un temperamento violento y fue poco a poco alejado, a favor de Tiberio.
[5] Usamos las comillas porque esta palabra tiene connotaciones muy negativas para las mujeres.
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