Día jueves, octubre del año tal ,
hora, las nueve de la mañana,
camino por las hojas muertas,
las miro y grabo sus chillidos,
el agua y la tierra guardarán
su otro recuerdo.
Paso por el puente, no me contengo
y palpo sus barandas de fruta seca.
Si nos las tocara no sabría
si en verdad he estado allí.
¿Cómo podría el puente atestiguar
que no soy turista, que si hubo frío,
lo hubo en mi cuerpo también,
que si una joven alta pasó
a esa hora, yo también la vi?
Pero no pasó nadie, el puente, yo,
no nos vamos a mentir.
Al otro lado, todavía cerca de las aguas,
todavía cerca de la brisa que llena los ojos,
en una banca de madera
deshojo un libro, unos poemas,
escribo líneas, trazos, signos,
términos laudatorios, una equis,
otra marca que recuerde
que yo, fulano de tal,
una mañana de octubre,
crucé un puente, abrí un libro,
supe con el puente que como el agua
las jóvenes no retornan.