El luxemburgués Jean-Claude Juncker. (EFE)
La semana pasada, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ en sus siglas en inglés), sacó a la luz los ‘Lux Leaks’, documentos que revelan información sobre acuerdos fiscales secretos con empresas aprobados por las autoridades de Luxemburgo. Supuestamente, estos habrían permitido a más de 340 compañías de todo el mundo -entre ellas Pepsi, Deutsche Bank, Amazon o Ikea- evadir millones de euros en impuestos.
La revelación, paradójicamente no sorprendente, confirma lo que todavía algunos se empeñan en negar: el pequeño país conocido como “las islas Caimán pero sin sol” se parece más a un paraíso fiscal que a otra cosa. Con poco más de medio millón de habitantes, el país alberga a miles de empresas, que tienen su sede virtual ahí, y a un centenar de bancos, además de ser el sexto país en el mundo con una renta por cápita más elevada – más del doble que España-.
País de banqueros y economistas, bordeado por Bélgica, Francia y Alemania, fue también uno de los seis fundadores de la Comunidad Económica Europea (1957), que sentó las primeras bases de lo que ha evolucionado hasta la Unión Europea. Además, este micro país de ambiente gris fue también donde nació el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (1954).
No lo menciono por mencionar. Juncker, de 59 años de edad, fue designado ministro de finanzas del Gran Ducado en 1989 y fue primer ministro durante casi 20 años, de 1995 a 2013. También presidió el Eurogrupo entre 2005 y 2013. Los acuerdos secretos revelados recientemente ponen al ex primer ministro luxemburgués en una situación que va de incómoda a insostenible puesto que dichos acuerdos se habrían firmado durante su mandato. En un país tan pequeño me pregunto cuán probable es que el actual presidente de la Comisión Europea – que por cierto sólo lleva desde el 3 de noviembre en el cargo- no estuviera al tanto de ello.
Un ejemplo de hipocresía
El popular, que es todo un europeo, ha destacado en varias ocasiones la necesidad de pensar en los intereses comunitarios. En 2012, durante una cumbre europea reñía a sus homólogos: “El ochenta por ciento del tiempo, sólo se presentan intereses nacionales. No podemos seguir así!”.
Ironías de la política, ahora preside la Comisión Europea, órgano que debe representar y defender los intereses del conjunto de la UE. Y es cierto que a veces lo hace. De hecho, el anterior comisario de Competencia, el español Joaquín Almunia, abrió dos investigaciones contra Luxemburgo que se están llevando a cabo ahora.
¿Conflicto de intereses?
La nueva comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, sucesora de Almunia, está ya estudiando si hay elementos relevantes en el caso como para que Bruselas abra otra línea de investigación. Sin necesidad de esperar a Vestager, para muchos es evidente el claro conflicto de intereses: Juncker es el presidente de la institución que puede investigar el país del cual fue primer ministro por algo que ocurrió durante su mandato.
Es por ello que hoy está previsto que eurodiputados socialdemócratas, liberales, izquierda minoritaria y verdes reclamen a Juncker comparecer en la Eurocámara para dar explicaciones sobre los pactos fiscales secretos.
En su manifiesto aprobado por el Partido Popular Europeo (EPP en sus siglas en inglés), Juncker dice: “La lucha contra el fraude fiscal y la evasión de impuestos será también una de nuestras prioridades para los próximos años”. Pues para empezar estaría bien comparecer ante el Parlamento, o el cargo de presidente de la Comisión podría convertirse en la peor de sus pesadillas y llevarse toda su credibilidad si es que le queda alguna.