Canal Gastineau
La llegada a la ciudad, cruzando lentamente el canal Gastineau ofrece unas vistas impresionantes. De hecho toda Alaska, vista desde la costa y deslizándose por su pasaje interior, ofrece la misma visión. Según vamos camino del norte, que no quiero caer en la incorrección de decir subir o bajar, tenemos la costa continental a la derecha y, a la izquierda, una sucesión continua de islas de diversas y variadas dimensiones que nos ofrecen a la vista una vegetación verde, fundamentalmente pinos, de gran densidad. De hecho, desde la misma cota de mar hasta la cima, los árboles cubren la totalidad de la superficie; si encima ésta, en su parte más alta, se encuentra nevada a pesar de ser el mes de junio, pues mejor que mejor. Es así como el sueño de mi querida ciudadana y compañera viajera se está haciendo realidad.Nada más arrivar a puerto nos encaminamos, esta vez con excursión organizada por el barco aunque se puede hacer por tu cuenta, a visitar el glaciar de Mendenhall. Se encuentra al norte de la ciudad, a unos pocos 15 km. de distancia. Se llega al centro de visitantes para desde allí, a pie, tomar un sendero perfectamente señalizado hacia el glaciar y su espectacular cascada. Un tranquilo paseo de unos veinte minutos –sin contar las paradas para las fotos- y nos topamos a una escasa distancia de 200 metros del maravilloso glaciar. Tuvimos suerte y el sol salió tímidamente con lo que pudimos apreciar mejor la tonalidad azul del mismo y como, desgraciadamente, bloques de hielo se desprenden para flotar sobre el lago Mendenhall. A su derecha, la imponente cascada de Nugget (Falls Nugget), que con sus más de 100 metros de altura te hace sentir en tu piel la grandiosidad de esta región. La vuelta la hicimos por otra de las vertientes del sendero, ya de regreso al centro de visitantes. Inmersos en pleno bosque, donde el humus que cubre los árboles y el propio suelo tiene un grosor de tres dedos, puedes escuchar tanto los cantos de los pájaros o, incluso lo que es mejor, el propio silencio solo truncado por los silbidos del viento.De regreso a Juneau, desde el mismo centro de la ciudad a pie de puerto, sale el funicular (tramway) que nos eleva al Monte Roberts. Los tickets estaban incluidos en la excursión pero deciros que su precio normal, de ida y vuelta, es de 27 dólares. La cabina tiene capacidad para 60 personas y la ascensión, con una inclinación de más de 548 metros (1800 pies), nos eleva al centro de interpretación. El Monte es el paraíso de las águilas, de las que se conoce existen más de 3.000 por estos alrededores. De pelaje totalmente negro, pero de cabeza blanca, son fácilmente visibles generalmente sobre las copas de los altísimos pinos. Unas de ellas, a modo de exhibición, se encuentra dentro de una jaula –a mi parecer excesivamente pequeña- para poder sacar fotos, siempre sin flash, a una distancia de un metro.Recorrer por los senderos bien señalizados el Monte Roberts es una delicia así como encontrarnos con figuras talladas sobre los mismos árboles realizadas por los First Nations (primeros habitantes). El recorrido, desde el centro de interpretación, es ascendente y con ello se consigue unas vistas extraordinarias de la ciudad y de las montañas que la rodean, siempre con nieve. También podemos observar lo que en su momento motivó el mayor éxodo de peregrinación hacia estos lares. Todo esta área montañosa conforma un valle donde, en su tiempo, los aventureros se disputaban la búsqueda de pepitas de oro. Es así como la ciudad tomó fama y popularidad entre los que buscaban mejor fortuna. Podemos tomar ferrys que nos acerquen a la inmensa isla de Douglas, o al fiordo Tracy Arm, así como realizar avistamiento de ballenas u orcas o, simplemente, relajarnos haciendo kayak. También, en temporada, podemos practicar la pesca del salmón aunque, si quieres algo espectacular, decídete por un vuelo en helicóptero o avioneta para divisar desde las alturas los glaciares y este inmenso regalo de la naturaleza. Un poco caro, eso sí, pero merece la pena. Todas estas excursiones o actividades las podéis realizar contratanto las excursiones en el mismo puerto y os saldrán mucho más baratas que en el barco y si alguna he de aconsejaros yo me inclino por el avistamiento de ballenas.
Falls Nugget y Glaciar Mendenhall
A la vuelta, ya en el barco y camino de nuestro siguiente destino: Skagway, pudimos recrear nuesta vista y apreciar la belleza y magnitud de otro glaciar, el de Bay. Opiniones dispares existen comparando la belleza de este glaciar con la de su oponente, más al norte, el Hubbard. Yo no voy a entrar en polémica y os dejo a cada uno de vosotros, cuando los visitéis, que expreséis aquí vuestra opinión. Y, de momento, la parada y fonda de este viajero cubrió todas las expectativas previstas a pesar del poco tiempo disponible. Todo será que haya que regresar a Alaska para, de forma más detenida, visitarla por tierra. De momento nos quedamos aquí preparando una de las próximas crónicas que será: Skagway. Como siempre, salud, ciudadanos viajeros.