Jamás nos habíamos separado, nuestros padres entablaron amistad al conocerse y desde aquel día pasamos juntos todas las vacaciones de verano en ese pueblecito de playas desiertas, y todos los domingos en el campo entre los altos árboles y aquel césped interminable… Fuimos juntos a todas las excursiones del instituto y al viaje de fin de curso.Por primera vez, desde aquel lejano díaen que subiste las escaleras de nuestro piso con tu paso menudo y tu carita de niño bueno sonrosada, te has separado de mí. Entraste en mi vida de repente, como una lluvia de verano, inesperada y refrescante, para alejarte ahora, de una forma tan simple y extraña. Desde que tomaste aquel avión no hice otra cosa que pensar que te había perdido, tuve que verte partir para comprender que hubiese sido capaz de realizar ese viaje tan solo por no separarme de ti. Jamás sentí celos, ni siquiera cuando me presentaste como tu novia a aquella anguila morena vestida de tarta, indudablemente porque estaba segura de que ella no podría robarme tu amor. Pero cuando te marchaste sentí miedo, miedo y muchos celos… miedo a perderte, miedo a que alguien te separase de mi, miedo a que alguno de aquellos maravillosos paisajes te subyugara y no quisieses regresar a casa.Ayer recibí tu carta, llevaba un sello extraño, de vivos colores y bonito dibujo. Durante varias horas la tuve sobre la mesilla, esa a la que siempre nos sentábamos para hacer nuestros deberes. La miraba temerosa, sin atreverme a abrirla, sin reunir las fuerzas necesarias para leerla. Pensaba entonces que hubiese sido mejor preguntarle a tu madre si había tenido noticias tuyas, si estabas bien… y tuve la tentación de hacerlo, para estar segura de que no habrías escrito algo que yo odiaría leer… pero al final me atreví a abrir la carta y escuchar las palabras que habías encerrado en ella, escritas con tu preciosa y caligráfica letra… Vas a regresar, mañana llega tu avión, no hay nadie más en tu vida y tus frases siguen siendo cariñosas y tiernas. Vas a regresar y tengo que encontrar la forma de hacerte comprender que te amo, de conseguir que no pienses que te he echado tanto de menos que he confundido la amistad con el amor. No hay lugar posible para tal confusión porque ahora sí sé que estabas en lo cierto cuando aquella mañana de verano me dijiste que yo era capaz de amar… te amaba a ti, y has tenido que alejarte para que yo descubriera cuán fuerte puede ser ese amor que lo arrastra todo, que sobrevive al tiempo y a la distancia, que supera cualquier trampa del destino. Hubiese sido tan fácil separarnos en el largo caminar de la vida, pero permanecimos siempre juntos y fue el amor el que enlazó nuestras almas con un fino e indestructible cordón de plata. Ahora lo sé, ahora sé muchas cosas. Ahora sé que aquella lejana tarde me senté en el descansillo de la escalera a esperarte, a esperar que entraras en mi vida… Ahora sé que recibí del destino el mas extraordinario de los regalos: pasar toda mi vida contigo. Por eso mañana volveré a repetir aquella escena, me volveré a sentar en el rellano de la escalera a esperarte, como hice aquel día de nuestra infancia. Cuando regreses a casa preguntándote por qué no he ido a recibirte al aeropuerto, me encontrarás allí sentada, con la mirada llena de amor y esta carta en mis manos… por si aún después de este recibimiento hacen falta palabras…
