Desde que en las
elecciones de 2012 Artur Mas viera cómo, de esperar una mayoría absoluta, su
partido se derrumbó electoralmente, uno de sus objetivos para continuar siendo
quien lidere el procés ha sido diluir
la marca de su partido, identificado con los salvajes recortes –en proporción,
Catalunya ha recortado desde 2010 más que Grecia- y el sistema de corrupción
que reina en Catalunya. En pocos meses, Mas ha pasado de liderar CiU, a
deshacerse de Unió, y a vincular la convocatoria de elecciones a que CDC
quedase diluida en una lista con los principales líderes del procés de la sociedad civil. La
especulación sobre este
chantaje –“o lista única disimulada
o no hay elecciones”, pareció decir- fue sacada a la palestra por el candidato
de CUP-Crida
Constituent durante el mes de Agosto. En la base de todo esto reside el
hecho de que nadie ha explicado el pacto firmado que hay en Junts pel Sí.
Cabe recordar que los
otros integrantes de Junts pel Sí,
como ERC, ANC y Ómnium, se habían pasado meses negando la idea de acompañar a
Mas en su lista. Y a día de hoy no han explicado qué fue lo que les motivó a su
repentino cambio. De hecho, a la última reunión entre las fuerzas
independentistas, las entidades sociales fueron a ella con una propuesta clara:
lista única, pero en ella no habría políticos en activo. Que de allí salieran
con una lista en la que figuran sus principales representantes en los tres
primeros lugares, y en el cuarto un Artur Mas candidato de nuevo a la
presidencia de la Generalitat, nadie se lo explica si no es con la amenaza de
Mas de no convocar elecciones. Convendría, cuanto menos, que Junts pel Sí explicara el pacto que
sustenta esta lista, para que los votantes puedan decidir con todos los datos.
La experiencia del 9N nos dice que los planes secretos, al final, no existen.
Junts pel Sí cuenta con tres personas representantes de los movimientos que han
organizado el independentismo social estos años: Raül Romeva, ex eurodiputado
de una ICV que abandonó por no decantarse abiertamente por el independentismo y
que se encargaba de liderar la iniciativa Ara és l’hora. Carme Forcadell,
funcionaria de la Conselleria d’Educació,
expresidenta de la Asamblea Nacional Catalana –a mediados de este año hubo
relevo en la dirección, ya que la ANC tiene limitados los mandatos a dos. Y,
por último, Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural que tuvo que dimitir del
cargo para entrar en la lista.
Durante todo el procés, las entidades sociales han
marcado la agenda y han sido guardianas de que nadie utilizara el camino hacia
la independencia para hacer políticas partidistas. Pero ha sido en este momento
en el que han perdido dicho carácter y se han terminado politizando. Ya en
Enero de 2015 avalaron un pacto –no compartido públicamente- entre CiU y ERC
con tal de que se acordaran elecciones plebiscitarias el 27S. Y ahora terminan
por ceder en sus pretensiones de no apoyar una lista de políticos por la
independencia. Es un paso que, de no salir ganadores, se los podría llevar por
delante, ya que resta legitimidad y especialmente transversalidad a la iniciativa.
La ansiada y tan cacareada transversalidad del procés a todos los niveles que, en esencia, deja de lado cualquier
pretensión de construir una Catalunya distinta a la existente oficialmente –y
para muestra, los
hechos acontecidos con Pau Llonch.
El último elemento en
importancia dentro de Junts pel Sí es
ERC. Socio colaborador en todo momento, ha vivido un año increíblemente
horroroso. En las elecciones europeas de 2014, ERC ganaba, por primera vez, a
CiU. Delante de Oriol Junqueras se mostraba un escenario en el que había
convocado un referéndum el 9N, ERC era vista como la única garantía de
independencia y la posibilidad de unas elecciones tras el referéndum le
permitirían ser el President que
declarase la independencia del país. Pero le ha salido todo al revés.
El 9N no hizo sino
revelar su absoluta falta de control tanto del procés, que le terminó absorbiendo como una ola, como de la acción
del Govern, al que estaba dando apoyo incondicional. ERC vio cómo
las encuestas volvían a ponerse a favor de Mas, quien ya no tenía tanta prisa
por convocar elecciones si no era a cambio de garantizar la aprobación de otros
presupuestos en clave neoliberal. Junqueras firmó el pacto de Mas, intentando
fiscalizar algo más la acción del Govern,
y se ha pasado medio año diciendo “No” a ir conjuntamente con Mas a las
elecciones. Finalmente ocupará el puesto número 5 de la lista, justo después
que l’amic Artur.
Junts pel Sí se enfrenta, por tanto, a unas elecciones determinantes. Si el
independentismo –léase ellos y la lista de la CUP- gana por mayoría
absoluta en escaños y votos, serán los
encargados de dirigir el final del procés
y cambiar el estatus político de Catalunya. Mas puede seguir mareando la perdiz
como ha hecho hasta ahora, vivir en el procesismo
como lo llama Antonio Baños, pero tiene un mandato claro: 18 meses. Ése es el
periodo que la lista se da para declarar la independencia de Catalunya si ganan
por mayoría absoluta de voto y escaños.
En mejores condiciones
para esto no va a volver a estar. Junts
pel Sí cuenta con toda la estructura de dos partidos de gran implantación
territorial, como son CDC y ERC. Pero además cuenta con toda la estructura de
las entidades sociales, especialmente de la ANC. Las entidades han dicho que
pedirán el voto a cualesquiera de las dos listas –Junts pel Sí y la CUP-Crida Constituent- pero la realidad es que lo
tienen más fácil para pedir el voto por la lista del sí que por la otra.
El otro escenario es el
que falta desarrollar. Si los independentistas no registran mayoría absoluta,
habrá que ver cómo se comportan las diferentes familias de CDC, ERC y de las entidades sociales que conforman la
lista cuando haya que decidir leyes y aprobar los presupuestos. Parece evidente
que esta lista ganará y estará capacitada para, aunque sea en coalición, formar
Govern. Es muy dudoso que las
diferentes facciones del unionismo, de obtener un buen resultado, hagan una
coalición parlamentaria a dos meses de las generales. Y, además, dicha
coalición debería estar liderada por C’s, primera fuerza unionista, que no
presenta a su única cabeza de cartel, Albert Rivera, para reservarle a las
generales.
Es el momento de Junts pel Sí. Porque, o gana el
independentismo con una mayoría absoluta y de escaños que le permita iniciar
los 18 meses hacia la independencia, o la lista estallará en mil pedazos dure
lo que dure la legislatura, llevándose el procés
con ella.
En este escenario, no
podemos olvidar dos grandes actores que van contra los intereses de Junt Pel Sí y que han asomado esta
última semana. Se trata del PP y de la propia CDC. La estrategia del PP se basa
en reforzar –fuera de Catalunya- que el procés
es Mas y Mas es el procés. El
Gobierno central que ellos dirigen no moverá un dedo para acercar posturas. Al
contrario. Al más puro estilo subsahariano, Rajoy está tramitando leyes ad hoc –reforma del Tribunal
Constitucional- con la intención de tener todo el aparato institucional
represivo montado para acudir a la contienda político-jurídica tras las elecciones
del 27S. El escenario en el que se mueve es el de la victoria de Junts Pel Sí, y quiere darle a su
represión política una apariencia de legalidad.
CDC, por su parte, lastra
la lista independentista al ser un blanco fácil por su continua relación con la
corrupción. Que El Mundo haya destapado un caso de las comisiones del 3% al
comenzar Septiembre, es una evidencia de la guerra sucia del Estado, pero aún
más de la podredumbre de este sistema convergente que gobierna en Catalunya.
Como gran punto fuerte de
esta lista, cabe destacar cómo están sabiendo aprovechar la idea de la confluencia, ese nuevo cisne político
que toda lista electoral debe tener. Su composición es de todo menos
partidista, y casa mejor con esta idea de confluencia que la otra lista que
dice representarla, Catalunya Sí Que es
Pot.
Con todo, a Junts Pel Sí le interesa una campaña
centrada en la necesidad de votar independencia, obviar las corruptelas y los
recortes de CDC y robarle votos a una CUP que puede tener mucho que decir.
Foto: CDC