La población de Gran Bretaña creció rápidamente durante el siglo XVIII, de unos 5 millones estimados en 1700 a cerca de 9 millones en 1801. Mucha gente abandonaba el campo para buscar nuevas oportunidades de trabajo en la ciudades cercanas y la mayoría de estas ciudades estaban superpobladas y eran, por lo general, lugares mugrientos e insalubres.
La ciudad de Londres en particular era un hervidero de gente y estaba llena de suciedad y contaminación; tanto que a veces era preciso encender velas a medio día en las tiendas abarrotadas de gente debido a la mezcla del intenso humo y la persistente niebla del exterior (smog= smoke+fog). Muchos viajeros decían percibir el "olor" de Londres a cierta distancia cuando se dirigían a la ciudad. Londres era un sinfín de calles estrechas y de callejuelas que permanecían inalterables desde la época medieval y por las que la multitud pululaba. Y entre esa multitud se encontraban unos buenos puñados de malhechores que se escabullían con frecuencia por esa maraña de callejones. Así lo decía Henry Fileding- autor, entre otras obras, de la famosa Tom Jones pero también Juez de Paz de Londres- en su Of Laws relative to Vagabonds,
"The other great Encouragement to Robbery, (....) , is the Probability of escaping Punishment. First, then, the Robber hath great Hopes of being undiscovered; And this is one principal Reason, why Robberies are more frequent in this Town, and in its Neighbourhood, than in the remoter Parts of the Kingdon."
John Fielding (1721-1780)
Henry Fielding fue, como decimos, Chief Magistrate de la ciudad de Londres, una especie de Juez de Paz, entre 1747 y 1754. En sus tareas tenía como ayudante a uno de sus hermanastros, John Fielding, más joven que él y que había quedado ciego a los 19 años en un accidente naval. Preocupados por el aumento de robos y demás actos criminales en la ciudad, crearon en 1749 los Bow Street Runners, el cuerpo de policía que pondría orden en la ciudad de Londres hasta 1838, año en el que se crearía la Metropolitan Police. Tras el fallecimiento de Henry Fielding, John ocuparía su puesto y continuaría los proyectos pergeñados junto a su hermano.Y es en este contexto histórico- Londres durante la segunda mitad del siglo XVIII- en el que Bruce Alexander sitúa Justicia ciega, la primera de la serie de novelas que tienen las investigaciones del juez ciego John Fielding como hilo conductor.
"Después de que me hayan pedido en repetidas ocasiones que me comprometiese a publicar estas memorias de mi relación con l difunto sin John Fielding, el célebre magistrado del tribunal de Bow Street, me propongo ahora a hacerlo por vez primera, dispuesto no solo a detallar las proezas de investigación por las que es tan justamente renombrado, sino también a describir aquella prodigiosa personalidad que le permitió lograrlas."
Bow Street Runners
El que así habla es el narrador de toda la serie, Jeremy Proctor. Toda la serie de novelas será un flashback de sus vivencias con Fielding. Aquí en este primera entrega de la serie, Justicia ciega, Jeremy es un muchacho de apenas 12 años, aprendiz de impresor. Una desgracia familiar le ha traído, solo y huérfano, hasta Londres; y su ingenuidad le ha acarreado problemas bien pronto. Por fortuna, su caso será visto por el juez Fielding y este, con su especial sensibilidad hacia los jóvenes ladronzuelos-el Fielding histórico ayudó a fundar establecimientos para alimentar y vestir a niñas y niños abandonados en las calles, que irremediablemente o morirían o acabarían como criminales, y a crear instituciones para enseñarles a leer, escribir o algún tipo de oficio-, acabará por tenerlo bajo su protección y convertirlo en ayudante. Esta voz narradora es uno de los aciertos de Justicia ciega, el hacernos partícipe de lo que sucede desde la perspectiva tierna, ingenua de un muchacho; además añadirá un toque de humor creado por sus errores de percepción. A través de sus francos ojos podremos conocer la intimidad de John Fielding, y a Samuel Johnson, célebre hoy en día por ser el autor de uno de los diccionarios más famosos de la historia, o a Boswell, su biógrafo, en sus rutinas y y quehaceres diarios dando cuenta, por ejemplo, de un buen trozo de ternera o una buena chuleta de añojo.La investigación llevada a cabo sobre el aparente suicidio of Lord Richard Goodhope- con un hermano que llega de ultramar, una bella y manipuladora actriz, una pobre viuda necesitada de apoyo, un lacayo desaparecido, algún pasadizo secreto,...- es muy entretenida y una excusa perfecta para zambullirnos en el Londres de 1768, para conocer el día a día de una ciudad llena de rufianes y ladrones y el trabajo de los Bow Street Runners, pero también para poder ser testigos de la bondad, inteligencia y sentido de la justicia de este juez ciego, Blind Beak como lo llamaban popularmente. En este caso, la justicia es más ciega que nunca.
Siguiente aventura con John Fielding, Los crímenes de Grub Street.
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RETO 'TOUR LITERARIO. CONDADOS DE INGLATERRA'
STAFFORDSHIRE
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