Revista Libros

“Justicia”, de Wladyslaw Reymont

Publicado el 05 noviembre 2010 por Barcoborracho

“Justicia”, de Wladyslaw Reymont
Biblioteca 100x100. Ediciones Nuevo Siglo SA.Buenos Aires 1995. 128 pp. Traductor innominado
Esta novela fue publicada por primera vez en 1899. Nos muestra en qué condiciones recibió Polonia el siglo XX. Miseria, emigración, desesperación generalizada, mientras los nobles seguían enriqueciéndose y los funcionarios estatales eran dioses menores al servicio de los burgueses.Juan Winkorek, un joven campesino, encuentra al intendente de su aldea a punto de violar a su novia, que trabajaba de sirvienta al servicio de éste. La defiende a golpes y es acusado de intento de homicidio. A nadie le importa lo de la violación. Winkorek pasa preso dos años, hasta que huye de la cárcel. Los campesinos de su aldea simplemente aceptan lo que le sucedió, sabiendo que no hizo nada malo, salvo nacer campesino y meterse con una autoridad.Mientras huye, se encuentra con un mendigo que profesa el dar siempre al más pobre, que allí está la salvación. En la aldea y alrededores, todo el mundo va al Brasil. O quiere ir. Allí, se rumorea, regalan tierras y no hay hambre.Winkorek es herido por un policía y se esconde en casa de su madre. Esta mujer, Winkorkowa, es la verdadera protagonista de la novela. Si no fuera por ella, el realismo ahogaría la historia. Pero Winkorkowa se eleva como símbolo de la pasión polaca.La prosa es sucinta, maniquea, llena de odio. La palabra justicia recorre el libro con acepciones varias: los campesinos la asocian a cosas vagas, lo mismo las autoridades y los curas. Cada uno la arrastra por su lado, sin compasión. Más que un concepto o una institución clara, es un término absoluto, que engloba un anhelo divino de encontrar un sentido a la estúpida vida de pobre. Lo único claro es el sufrimiento. Parece, además, ser el único sentido.Hay que pagar por vivir. Y es mayor el pago exigido a los que menos tienen. Cada bocado que llevamos a la boca lo pagamos con una libra de nuestra propia carne, con un kilo de nuestra propia alma. La justicia es eso: pagar. Todo lo demás es frágil y vano. Hay ecos del Dostoievski de “Pobres gentes”, en especial el tono. Pero Wladyslaw Reymont es un narrador más moderno que el ruso. Se olvida de la verosimilitud, las ideas, los personajes y demás cuestiones, y guía al lector hacia otro sendero: el de la exposición pictórica, cuya única función es el espanto.Hacia lo que se denomina “expresionismo simbólico”.
«Llantos, amargura, aflicción; esto es todo lo que hay por el mundo. ¡Y tú, pobre hombre, sufre! ¡Y tú, gusano de tierra, lucha, no te escapes! ¡Y tú, miserable, huye, pasa las montañas, pasa el mar; la pena volverá a hallarte y te apretará la garganta donde quiera que te ocultes!¡Oh, miseria, miseria, miseria!Los hombres son como esas aguas que no saben de dónde vienen ni adónde van. Son como esas nubes que el viento impulsa acá y allá en el espacio; como esas hojas que el huracán arranca a los árboles para llevarlas, sobre los campos, sobre los bosques, para lanzarlas a la perdición; como el día de ayer, que no es ya hoy, que ya no será jamás. Y nada de compasión; nada de socorro; nada de refugio. ¿A dónde huirás tú, delante de la fortuna, pobre hombre, pobre huérfano? Te agarrarás a las estrellas y entregarás tu corazón, confiando en el Dios de los misericordiosos.¡Oh, miseria, miseria, miseria!Así se lamentaba el alma de Winkorkowa.»
Pág. 55




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