Revista Cine
Creador: Graham Yost
Volvería a comentar las películas de John Ford, pero como he alcanzado el final de esta grandiosa serie que ha llegado a su final definitivo luego de seis años, por lo demás justo al día siguiente de haber barrido el piso con la recientemente finalizada quinta temporada de "Game of Thrones", pensé que sería bueno y apropiado mostrar la otra cara de la moneda en esto de las series televisivas, es decir, la "Justified" que finaliza fiel a sus principios, con grandes personajes protagonizando a lo grande tramas escritas con cariño, respeto y cuidado, y de la manera más atípica pero hermosa posible: sin efectismo, pura honestidad. Hace tiempo que no veía una serie tan pero tan buena, y qué decir de su conmovedor final-final, el cierre de todo, una verdadera obra maestra en lo que a finales se refiere -y bueno, esta temporada final tiene mucho de magistral y maravilloso, aunque poco marketing, lo que resulta bastante injusto considerando las otras que conquistan el mundo a base de abyectas payasadas-.
Después de tanto campesino y citadino con delirios de grandeza que piensa que puede dominar Harlan, hogar de nuestro protagonista Raylan Givens y su hermano del alma -aunque les duela a ambos- Boyd Crowder, sólo queda el enfrentamiento entre estos dos sujetos, aunque les estoy mintiendo: mientras Raylan intenta por todos los medios legales acabar con Boyd, que a su vez intenta por todos los medios lograr una buena fortuna, un magnate llamado Avery Markham llega a Harlan para comprar gran cantidad de propiedades, aunque con una actitud un tanto prepotente. ¿Con qué fin? Lo sabremos sí o sí, cómo evitarlo, si el muy iluso se interpondrá en el camino de Raylan y Boyd.
A decir verdad no sé me ocurre qué decir, salvo recomendar con efervescencia esta serie que ha tenido un largo pero reconfortante y a la larga sólido camino encontrando su identidad, aquello que aprovechara al máximo sus personajes, sus locaciones, y las historias inherentes que se encuentran en ambas dimensiones. La primera temporada, claramente, es la más irregular de todas, no porque su trama central esté mal narrada, sino porque aquel ciclo apostaba por una extraña combinación entre historias autoconclusivas -personajes con problemas que veíamos sólo un episodio, como si importaran para el panorama general- más el feudo entre Raylan y Bo Crowder, padre de Boyd. Ya en las dos temporada siguientes la cosa comenzó a mejorar muy notoriamente, con conflictos centrales que reciben la atención y el tratamiento que merecen: el de pura y concentrada exclusividad, si bien uno que otro episodio recurría a las historias breves pero con algún resquicio útil para el pilar argumental. La cuarta temporada fue un atípico pero delicioso y memorable experimento: un misterio sin resolver durante treinta años, ya parte fundamental del folklore de Harlan, que adquiere importancia en el presente debido a que alguien dijo que había mucha cocaína de por medio, atractivo tanto para criminales sedientos de negocios como de federales sedientos de justicia o simple diversión. La quinta volvía a la dinámica de las temporadas segunda y tercera, es decir con un antagonista cuyo conflicto para con Raylan y Boyd ocupaba por completo la atención de los trece episodios. Así, ya llegamos a esta sexta que no apuesta por nuevos experimentos sino que apela a la misma organización, pero ojo, sin nunca repetirse -virtud que en estos días debe aplaudirse por lo, perdonen lo obvio y redundante, original del asunto: reinventarse respetando los principios básicos es un desafío realmente difícil, especialmente si llevas seis temporadas al aire-. Por lo tanto, inevitablemente, una lucha sin cuartel que dejará un reguero de cadáveres, casquillos de balas y sangre, mucha sangre -metafórica y literal: la tierra que sufre, que llora con sus habitantes-. Todo comienza y acaba en Harlan...
Pero no me quiero concentrar por completo en la dinámica argumental de la temporada, de lo que ahora diré, antes que se me olvide, que está excelentemente escrita, desarrollada y ejecutada, con una segunda mitad -del episodio seis o siete en adelante... ¡pero qué racha!- que es como un maldito tren, arrollando todo a su paso con potente y portentosa calidad narrativa, con la actitud y la inteligencia al tope, siempre con calma pero a la vez sin contemplación alguna: lo que tenga que pasar pasará de alguna u otra forma -siempre de forma creíble, con integridad y coherencia interna-, y quien se tenga que ir se tiene que ir, pero que se vaya como debe -ya por el final hay un par de muertes raras, rápidas y cuestionables en su ejecución, pero pasemos por alto tal cuestión, primero porque dichos personajes son secundarios o casi terciarios, y segundo porque si bien la trama agita y ordena encuentros y posibilidades, no es lo fundamental de la serie en su esencia, lo que le queda al espectador o la serie como ente vivo-. En fin, ¿en qué iba? Ah, sí: no comentar dinámica argumental, mejor comentar la dinámica introspectiva...
...Al respecto, dos cosas: (1) Me encanta que tanto Raylan Givens como Boyd Crowder sean dos caras de la misma maltratada moneda, afirmación que significa mucho más de lo que la misma podría sugerir: no es solamente que uno sea oficial de la ley mientras que el otro un forajido, no es que mientras a uno el villano de turno le molesta por quebrantar la ley al otro le molesta por ser competencia delictiva, no es que ambos hayan tenido padres de mierda y madres tempranamente muertas -aunque esto último los une bastante-..., es que en el fondo ninguno de los dos es demasiado diferente al otro, simplemente les tocó una cara distinta de la misma realidad, el mismo sentimiento, el mismo pero dividido Harlan... Es hermoso pensar en ello, insisto, en que estos dos personajes son hermanos, de sangre o de vida o de circunstancias, pero hermanos al fin y al cabo: destinos unidos indefectiblemente, parte esencial del otro ser. Como digo, es hermoso, aunque a la vez extraño, pero ulteriormente hermoso. (2) También me ha encantado la manera en que se muestra el paisaje de Harlan, ya sea en su aspecto puramente físico o geográfico, con sus bosques y ríos y montañas..., como en su aspecto humano. Me ha encantado sobre todo porque en la atmósfera hay una permanente sensación de nostalgia, melancolía y/o desolación interna que invade a cada personaje cansado de tanta violencia sin sentido, cual Poisonville se tratara -pero en versión redneck-. Más aún, una sensación de inevitable e inminente despedida, lo cual no deja de ser terrible porque los personajes importantes llevan a Harlan en la sangre, en el alma: en el fondo, es como si se estuvieran despidiendo de una parte fundamental de sí mismos, una parte que de todas formas no pueden desprender de su espíritu ni de su carne: aunque lleven a Harlan allá por donde vayan, se verán perseguidos por lo que son -por eso cobran tanto sentido las palabras de Boyd Crowder, en esencia: "dejarás Harlan cuando estés muerto"-. El progresivo avance de los episodios, la cuenta regresiva digo, es terrible de sentir: la despedida, la despedida...
A propósito de Harlan, la cual se encuentra al borde del abismo y/o abandono -casas que se venden a magnates o simplemente quedan solas porque sus moradores mueren, minas de carbón que cierran, nativos que se van..., todo lo cual incrementa la sensación descrita-, en esta temporada se ha aprovechado un montón la mitología de la misma, lo cual no era así desde la cuarta temporada, cuyo conflicto, al igual que en la presente, apela a la identidad del que nació y se crió -y que no piensa morir en otro lado- en Harlan, lo que otorga importancia a la despedida eterna pero nunca concluida. Veremos de vuelta a un montón de personajes y lugares, esos que tantos gustos nos dieron en tiempos pasados, y que hoy en día se enfrentan a lo mismo: al cierre definitivo pero no deseado. Un adiós a: Dewey Crowe, Loretta McCready, Ava Crowder, el buen Bob, Zachariah, y los mencionados Raylan y Boyd -y si se me quedan otros, perdón...
En fin, no quiero cerrar este humilde y emocionado comentario sin dejar en el tintero -lo que sería imperdonable- lo profundos, complejos y humanos personajes que son esos dos -primordialmente-, Raylan Givens y Boyd Crowder, mucho más que el marshal testarudo, irónico y efectivo, o el criminal de poca monta que persigue como tonto unos cuantos fajos de billetes... No señor, éstos son personajes de carne y hueso que se te quedan en la memoria, y en el corazón... Y ese precioso final, que me ha dejado tiritón, con un nudo en la garganta y una pequeña picazón en los ojos, es tan honesto, tan humano, tan auténtico, tan atípico y sorprendente pero en el fondo correcto: un final tan mejor imposible... No pudo ser otro, la conclusión perfecta.
Y bueno, han sido seis largos años de aventuras en Harlan, seis años que ya se fueron, y que se fueron con la frente en alto y con la dignidad más que intacta, conmoviendo hasta la médula y sin renunciar a sus principios. "Justified": me despido, y me quito el sombrero.