Conocí al escritor barcelonés Carlos Bassas del Rey en las Redes Sociales, y en persona cuando le entrevisté en SER Lectores. Literariamente lo conocí con su novela Soledad, que me gustó muchísimo y me dejó con ganas de más. Así que, como lo tenía pendiente en casa, he aprovechado estos días para leer Justo.
Con esta novela Carlos Bassas del Rey ganó en julio de 2019 el premio Dashiell Hammet de novela negra en la XXXII edición de la Semana Negra de Gijón. Ahí es nada. Vamos, que las expectativas estaban altísimas, y Justo Ledesma ha estado a la altura. ¿Y quién es Justo? os estaréis preguntando. Justo pasa de los setenta años y está de vuelta de todo. Es cínico, directo, claro, no tiene pelos en la lengua ni tampoco se la muerde. Pero, al mismo tiempo, es discreto, invisible, pasa desapercibido, es uno más. Porque "siempre ha sido más de saber hacer que de hacer saber".
Pasa las horas entre su casa, el bar de Damián, donde conversa con él y con Julián, un marinero vasco que añora el Cantábrico; las consultas en el centro de salud con Olga y sus citas con Remedios. Esa es su vida, su rutina, su día a día hacia la muerte.
Pero eso es solo la fachada, lo que se ve de puertas afuera. Porque el interior de Justo es mucho más. Las conversaciones con su madre, ya fallecida. Y, por encima de todo, su misión, la que ella misma le encomendó. Porque Justo es "un tzadik, el que barre la mierda de Dios" que, por otra parte, "es un cabrón implacable". Justo es uno de los treinta y seis justos, uno de los hombres encargados de mantener el equilibrio entre el Bien y el Mal según la tradición judía.
Lo lleva en su identidad, en su nombre. Pero no os confundáis, que él mismo nos lo deja muy claro desde el principio. "Ser un justo no implica que seas buena persona. La verdadera justicia es fría, desapasionada, implacable".
¿Y en qué consiste su misión, a qué se dedica Justo? Pues a perseguir a "muertos que aún no saben que lo son". Porque "el mundo está lleno de hijos de puta, de cabronazos, de capullos, de mamones, de gilipollas. De mala gente. Y luego hay un puñado de gente mala de verdad. A esos es a los que manda al otro barrio".
A lo largo de 23 capítulos, acompañamos a Justo por las calles de la Ciudad Condal, porque esta es una novela negra, pero también un magnífico homenaje a Barcelona, a la de antes, no a la de ahora, la pija, la de los guiris. Justo es un nostálgico de la ciudad en la que nació y creció, de los comercios de siempre, de los vecinos de toda la vida.
En menos de 200 páginas somos testigos de casi una decena de asesinatos. Pero no es la típica novela negra vertiginosa. Tiene mucho ritmo, por supuesto, pero es mucho más. Más que atrapar o enganchar, nos va envolviendo poco a poco, cautivando y fascinando cada vez más a medida que vamos conociendo a Justo.
Y cuando por fin comprendemos el verdadero motivo de sus acciones, no podemos hacer otra cosa más que comprenderlo y sentir no solo simpatía por él, sino incluso empatía y me atrevería a decir que hasta admiración.
Justo es una historia de venganza, de rabia por lo que pudo ser y no fue, pero también de dignidad. Una historia desgarradora, estremecedora que, al menos a mí, ha logrado hacerme un nudo en el estómago. Es de esos libros que tienes que dejar de leer a ratos para reponerte, para volver a coger aliento.
Justo es una novela escrita con un estilo certero, conciso y, al mismo tiempo, reflexivo. Pero, por encima de todo, Justo es una historia valiente, atrevida, que impresiona y sorprende. Una historia llena de belleza y de fuerza. Justo eso.
Os recuerdo que, si queréis leer esta novela, podéis participar en el sorteo del décimo aniversario, ya que es uno de los 12 libros que sorteo. Animaros, tenéis tiempo hasta el martes que viene.