Revista América Latina

Juventud cubana: ¿apolítica o defraudada?

Publicado el 03 marzo 2014 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

jovenes cubanos

Por: Yohan González

En un artículo publicado en la edición dominical del periódico Juventud Rebelde, el periodista Yoerky Sánchez Cuellar se acercó al peludo y controversial tema de los jóvenes apolíticos en Cuba apelando a la historia de un joven llamado Maikel (no se sabe si producto de la ficción o de la realidad) con quien, según sus palabras, “se puede hablar de todo, menos de política”. Desde su artículo, Sánchez Cuellar aborda el problema de la apatía y el nihilismo en los jóvenes cubanos y da, como causa única del mismo, a los esfuerzos de “quienes intentan desarticular las bases de nuestro sistema”.

Estoy seguro que Yoerky, desde su condición de director de la revista Alma Máter (medio de comunicación de todos los universitarios cubanos fundado en 1922 por ese genial e insuperable líder juvenil que fue Julio Antonio Mella), tendrá un acercamiento directo a la realidad y la forma de pensar de esos seres que, al citar a Bertolt Brecht, llama analfabetos políticos. No obstante me permito, desde mi humildad de bloguero y mi condición de joven cubano, estar en divergencia con la gran mayoría de sus reflexiones.

Algunos comentaristas del artículo en cuestión expresaron algunas ideas que bien reducen las ideas de mi post. Uno de estos, a nombre de Pepito, expresa que: “la política es para los políticos, después de todo, se reúnen a puertas cerradas deciden por nosotros y después nos dicen que es para bien de nosotros mismos”

Las juventudes apolíticas no es un fenómeno que padece solo Cuba, ello lo podemos encontrar en varios países, entre ellos Estados Unidos o Europa; sin embargo, a lo contrario de lo que expresa Sánchez Cuellar en su artículo, yo no creo que existan jóvenes apolíticos en Cuba, sino que sencillamente existen jóvenes que se encuentran (encontramos) defraudados por la manera en la que se hace la política en Cuba. A veces, tanto dirigentes o funcionarios, a la hora de encontrar una explicación a los problemas, apuestan por recurrir a la condición de plaza sitiada a la que se enfrenta Cuba sin preguntarse siquiera si acaso ellos no tendrán algo de culpa en lo que ocurre.

A pesar de los llamados a cambiar la mentalidad, muchos jóvenes, entre los que me encuentro, no sentimos que nuestras preocupaciones e ideas son escuchadas o tomadas en cuenta. Resulta contraproducente que, mientras Cuba cuenta con Parlamento en donde el 18% de sus diputados tienen menos de 25 años, el grado de participación de los jóvenes en la toma real de decisiones en Cuba se encuentre muy reducido.

creen que la masividad en actividades políticas garantiza que la totalidad de los jóvenes se sientan comprometidos con el proyecto político

Algunos creen que la masividad en actividades políticas garantiza que la totalidad de los jóvenes se sientan comprometidos. Foto: Raúl Pupo

Nuestros mayores, en este caso los dirigentes tanto del Partido o del Gobierno, apuestan por seguir creyendo que podrán saber lo que piensan los jóvenes cubanos solo por lo que escuchan en los congresos o por lo que leen en  relatorías de asambleas o reuniones. Algunos cuestionan la juventud y la “inmadurez” de sus ideas, olvidando que una vez ellos también fueron jóvenes, y que algunos, sobre todo aquellos de la generación histórica, fueron capaces de enfrentarse a la tortura, el miedo y las balas en nombre de lo que ellos querían y pensaban.

Por su parte peor es el panorama para las organizaciones que tienen la función de ser representantes de todo el universo juvenil (UJC, FEU, FEEM). Sus dirigentes son electos sin siquiera ser realmente conocidos por las bases, por lo que ninguno es reconocido como un líder verdadero. Todo esto, unido a la extrema burocratización de los procesos orgánicos de estas organizaciones así como a la falta de espacios de contacto real entre estos dirigentes y los jóvenes, crea una situación de desconexión entre la base y la “dirigentocracia” y con ello el desprecio, la apatía y por el ende el sentimiento de sentirnos defraudados y hasta no representados por aquellos que la lógica dicta que deben ser nuestros representantes.

Los jóvenes necesitan creer en sus políticos, no ver en ellos unos autómatas vestidos en guayaberas o en coloridos pulloveres que dictan discursos y llaman a resistir, aguantar o esforzarse sin siquiera tener la capacidad de confraternizar con las nuevas generaciones, escuchar cómo pensamos e impulsar nuestra participación tanto en la concepción como en la toma real de las generaciones. Cuanto me gustaría ver a un ministro o un “cuadro” partidista sentado en el Parque G escuchando lo que los jóvenes piensan, preguntándoles como se vive siendo joven en Cuba o escuchando cada una de las fórmulas personales para resolver los problemas de la economía o de la política.

No conozco de ningún joven en Cuba que no se cuestione ni se construya su propia visión de país y de su sociedad. Igualmente conozco muchos Maikel, de esos que no quieren saber nada de la Revolución; sin embargo, lejos de denigrar o hasta considerar como indiferentes o marginales a este tipo de personas, los jóvenes cubanos, todos, necesitamos sentir que somos escuchados y que formamos parte del poder. Solo así el futuro para este país se presentará de otro color.


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