Y es que nunca compartí el conocido "topos" del tedio de tales tardes.
Por eso me ha gustado ese doblete de Millás.
Y recordé mi primer domingo en Barcelona después del verano.
Un domingo que seguía a un sábado (la Diada) que contaba por dos (domingos).
Como antídoto, y porque había empezado a engrasar la máquina para las clases, empecé releyendo a Kafka. Una pieza cómica, claro. Un relato de 1915: "Blumfeld, un soltero".
¡Qué prodigio! ¡El partido que puede llegar a sacarle a esas dos pequeñas bolas de celuloide blancas con rayas azules que de repente encuentra en su apartamento botando juntas sobre el parquet y...
¡Qué perversidad! ¡El niño de la asistenta!
Y no digamos de los meritorios...
Habría que hacer una tipología de los tales. Los que saben, claro
Estimulada, decidí hacer caso de la recomendación de un buen amigo y al atardecer nos fuimos a ver Bright Star, la película de Jane Campion sobre John Keats y Fanny Brawne.
Es recomendable elegir esa hora, y un día "cruel", y salir del cine con calles vacías y extrañamente silenciosas.
El domingo lo pasé con Keats y sus exégetas.
Empecé con Cernuda y la parte correspondiente de su "Pensamiento poética en la lírica inglesa del XIX" dedicada a Keats.
Algo decepcionante el ensayo de Cernuda (será que voy creciendo), pero el placer de volver sobre textos de Keats, incluido su epitolario, ampliamente incorporado en los diálogos de la película.
En poesía tengo unos pocos axiomas... Creo que la poesía debe sorprender por su hermoso exceso y no por su singularidad; debe parecer al lector expresión de sus mál altos pensamientos, y semejarle casi un recuerdo. Sus toques de hermosura nunca deben quedar a medio camino, dejando al lector suspenso en vez de satisfecho. La aparición, ascensión y poniente de su imágenes, como las del sol, deben llegarle naturalmente, brillar sobre él y ocultarse con sobriedad, aunque en magnificencia, para abandonarle en el deleite del crepúsculo...
(Carta a John Taylor. 27 de febrero de 1818)
Y seguí. Seguí con los ensayos de Bowra (La imaginación romántica) y de Harold Bloom (Los poetas visionarios del Romanticismo inglés), que se extiende ampliamente sobre el
Endimion, que aborda el humanismo naturalista y el humanismo trágico del poeta en la caída de Hiperion, ytambién nos habla del estado de inocencia de Keats como directamente erótico,del efecto del ideal poético (redoblar el sentido de las cosas reales y al mismo tiempopresentar semejante realidad como una corriente fangosa), de la naturaleza desinteresada de la poesía pero (a la vez) de su función consoladora e iluminadora...
Y glosa las odas yel soneto que da título a la película: Luminosa estrella.
Compruebo que el traductor es M. Antolín. Es decir, el escritor Mariano Antolín Rato.Todo más claro, pienso.
Seguí leyendo:
Oda a la melancolía
1
No vayas al Leteo ni exprimas el morado
acónito buscando su vino embriagador;
no dejes que tu pálida frente sea besada
por la noche, violácea uva de Proserpina.
No hagas tu rosario con los frutos del tejo
ni dejes que polilla o escarabajo sean
tu alma plañidera, ni que el búho nocturno
contemple los misterios de tu honda tristeza.
Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta,
y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.
2
Pero cuando el acceso de atroz melancolía
se cierna repentino, cual nube desde el cielo
que cuida de las flores combadas por el sol
y que la verde colina desdibuja en su lluvia,
enjuga tu tristeza en una rosa temprana
o en el salino arco iris de la ola marina
o en la hermosura esférica de las peonías;
o, si tu amada expresa el motivo de su enfado,
toma firme su mano, deja que en tanto truene
y contempla, constante, sus ojos sin igual.
3
Con la Belleza habita, Belleza que es mortal.
También con la alegría, cuya mano en sus labios
siempre esboza un adiós; y con el placer doliente
que en tanto la abeja liba se torna veneno.
Pues en el mismo templo del Placer, con su velo
tiene su soberano numen Melancolía,
aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa
boca muerde la uva fatal de la alegría.
Esa alma probará su tristísimo poder
y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.
(Versión de Gabriel Insuasti)
Oda al otoño
Estación de las nieblas y fecundas sazones,
colaboradora íntima de un sol que ya madura,
conspirando con él cómo llenar de fruto
y bendecir las viñas que corren por las bardas,
encorvar con manzanas los árboles del huerto
y colmar todo fruto de madurez profunda;
la calabaza hinchas y engordas avellanas
con un dulce interior; haces brotar tardías
y numerosas flores hasta que las abejas
los días calurosos creen interminables
pues rebosa el estío de sus celdas viscosas.
¿Quién no te ha visto en medio de tus bienes?
Quienquiera que te busque ha de encontrarte
sentada con descuido en un granero
aventado el cabello dulcemente,
o en surco no segado sumida en hondo sueño
aspirando amapolas, mientras tu hoz respeta
la próxima gavilla de entrelazadas flores;
o te mantienes firme como una espigadora
cargada la cabeza al cruzar un arroyo,
o al lado de un lagar con paciente mirada
ves rezumar la última sidra hora tras hora.
¿En dónde con sus cantos está la primavera?
No pienses más en ellos sino en tu propia música.
Cuando el día entre nubes desmaya floreciendo
y tiñe los rastrojos de un matiz rosado,
cual lastimero coro los mosquitos se quejan
en los sauces del río, alzados, descendiendo
conforme el leve viento se reaviva o muere;
y los corderos balan allá por las colinas,
los grillos en el seto cantan, y el petirrojo
con dulce voz de tiple silba en alguna huerta
y trinan por los cielos bandos de golondrinas.
Versión de Màrie Montand