Revista Cultura y Ocio
Si nos paramos a analizarlo con una cierta calma descubriremos que una buena cantidad de los escritores a los que consideramos clásicos del siglo XX han sido, aparte de unos estilistas de primera magnitud, grandes constructores de laberintos. Unos estaban camuflados en la ciudad donde los escritores habitaban; otros, en el lato y minucioso territorio de su memoria; otros, en la poliédrica estructura de sus almas. Pero todos, indefectiblemente, nos mostraron que nuestro entorno o nuestro interior pueden ser diamantes de complejísimo brillo: James Joyce, Marcel Proust, Julio Cortázar, Fernando Pessoa... Parece como si nuestra época necesitase de ese tipo de artistas que dan forma y nombre a las angustias metafísicas, a los horrores llenos de niebla que acechan, cercan y sepultan al hombre moderno.
El checo Franz Kafka y el argentino Jorge Luis Borges son, por derecho propio, Grandes Maestres de esa logia exquisita; y la editorial Nórdica ha tenido la feliz idea de reunir en un solo tomo, de asombrosa factura, tres textos del argentino (La casa de Asterión, Un sueño y El laberinto) junto a la monumental pieza La metamorfosis, del checo. Y todas las páginas del volumen están inteligentemente ilustradas por Verónica Moretta, que las enriquece gracias a su sensibilidad, aportándoles un aroma nuevo.
El conjunto, que hará las delicias de los auténticos enamorados de los libros, se muestra en las librerías en una cuidada edición de 999 ejemplares que harán bien de ojear los buenos lectores, porque resulta de lo más seductora: rotulaciones que quiebran el ritmo visual (pero que respetan el ritmo narrativo), páginas con perforaciones casi mondrianescas, juegos donde la geometría se pone al servicio del relato... Todo un despliegue técnico, de gran fuerza expresiva, que respalda las propuestas de esos dos genios de la literatura universal.
Jorge Luis Borges nos habla en estas páginas de un singular personaje llamado Asterión que, consciente de su monstruosidad, se aísla voluntariamente de sus contemporáneos en un reducto casi inexpugnable, donde trata de acorazarse del odio; pero, a la vez, nos deja bien claro que le urge relacionarse con los demás, mezclarse con ellos, sentirse unido a la calidez de su estirpe humana. En otro de los relatos (Un sueño), Borges nos hablará de un rey que, humillado por su vecino, termina acometiendo una venganza tan eficaz e implacable como incruenta, con un aroma inequívoco de apólogo oriental.
Franz Kafka, como bien sabemos, nos comunica en La metamorfosis (uno de los seis textos privilegiados que, según le dijo a Max Brod en sus instrucciones testamentarias, debía salvarse de la destrucción de sus escritos) la desazón de un pobre oficinista que despierta una mañana con el horror pintado en el rostro al descubrir que se ha transformado en un monstruoso insecto, y que ha de afrontar la repugnancia de su familia ante esta desagradable mutación: perderá su trabajo, su hermana se convertirá en la limpiadora oficial de su habitación, su madre se alejará de su presencia, su trabajo corroborará el desdén que siente por su hijo, que siempre lo ha decepcionado desde que nació...Mi amigo Pascual García me dijo una vez que, a su juicio, los textos y autores clásicos son aquellos a los que uno puede acudir varias veces a lo largo de la vida y siempre les descubre detalles que le pasaron inadvertidos en la primera lectura, sorpresas de nuevo colorido y gozos sin explorar. Yo estoy de acuerdo con ese dictamen. Por eso no he abandonado nunca la relectura de Kafka o de Borges, desde que agoté sus obras hace años. Escribió Friedrich Nietzsche que quien vuelve a los orígenes siempre encuentra nuevos principios. Ahora podríamos completar esa afirmación con este libro en la mano: quien deja que una editorial con sensibilidad (Nórdica), una artista con talento (Verónica Moretta) y una traductora con sólidas virtudes (Ángeles Camargo) rotulen ante sus ojos un sendero diferente, aprenderá sin duda que las obras inmortales de la literatura no son algo muerto, embalsamado y colocado en el interior de una vitrina, sino cofres que aún cobijan sorpresas, diamantes con facetas inexploradas. Esta edición es la prueba manifiesta. Yo me siento muy feliz de tenerla en mis manos.