Aunque nos guste pensar que vivimos en una sociedad avanzada en la que las discriminaciones cada vez son menos y hablamos de ellas como cosa del pasado, lo cierto es que estamos muy lejos de alcanzar ese ideal. La protagonista de la entrada de hoy es un buen ejemplo de cómo aún en décadas recientes, el hecho de ser mujer ha seguido suponiendo un handicap para muchas personas de talento. De cómo el ser mujer condiciona la vida cotidiana poniendo obstáculos absurdos que, pese a no ser insalvables, no se le habrían presentado a un varón.
Desde muy pequeña, Suzanne Ciani se interesó por la música y quiso dedicarse a ella. Ya entonces se encontró con el primer escollo: su profesor sólo quería enseñarle música pop porque la clásica no era cosa de chicas. Como consecuencia de ello, perdió el interés por la educación musical formal y comenzó a aprender por su cuenta. No fue hasta el instituto que volvió a recibir clases convencionales y a aprender a tocar el piano.
Poco después consiguió entrar en una institución tan prestigiosa como Berkeley donde se graduó obteniendo un título en composición. Sin embargo, lo que más le atrajo de ese periodo fue la posibilidad de trabajar con uno de sus profesores que investigaba en la generación de sonidos por ordenador. También fue allí donde conoció a Don Buchla, pionero junto con Robert Moog de la síntesis electrónica y creador de uno de los primeros sintetizadores al que bautizó con su propio apellido. Suzanne comenzó a trabajar para Buchla en la construcción de sus aparatos diseñando allí su propio modelo con los componentes que podía ir comprando poco a poco, aprovechando la gran flexibilidad de los diseños del ingeniero. Además de Buchla, Ciani conoció allí a John Chowning, profesor en Stanford a quien se debe la invención de la “síntesis FM” y uno de los compositores más reconocidos en el campo de la electrónica “primitiva”.
Con un curriculum tan envidiable como el que había ido construyéndose, Ciani intentó encontrar trabajo como ingeniera de sonido en distintos estudios siendo rechazada en todos ellos ¿adivinan por qué?. Efectivamente. Por ser mujer. Viendo el panorama decidió que lo mejor era trabajar por su cuenta de modo que creó la compañía Ciani/Musica para comercializar sus creaciones sonoras para el mundo de la publicidad. Poco a poco fue haciéndose un hueco en ese campo diseñando sonidos y timbres para campañas de General Motors, American Expres o Coca Cola (los famosos sonidos de la botella abriéndose, el contenido vertiéndose en un vaso y el burbujeo final no son reales sino que surgieron de los sintetizadores de Suzanne). Muchos de los sonidos de los primeros videojuegos de Atari son también creación de Suzanne Ciani y también lo eran los que acompañaban a los modelos de teléfono que por aquel entonces comercializaba la compañía AT&T.
Pese a todo esto, lo que realmente quería hacer Suzanne era música y como en ese campo no parecía avanzar demasiado se trasladó a Nueva York donde creía que encontraría más oportunidades artísticas. Llegó allí en 1974 pero pese a ofrecer algunos conciertos, los trabajos que conseguía eran todos de tipo técnico, incluyendo un breve paso por el estudio que Philip Glass poseía en aquel entonces. Decidió entonces autoproducir su primer disco trabajando en él los fines de semana y alquilando estudios de grabación de tanto en tanto para ir plasmando los resultados. Mientras, continuaría con el diseño de sonidos para otros participando en discos de Brian Ferry o Roxy Music o creando las programaciones de todos los sintetizadores que se escuchaban en la descacharrante versión de la música de “Star Wars” en clave “disco” realizada por Meco.
En 1981 Suzanne terminó de grabar “Seven Waves”, el que sería su primer disco (al margen de una colección de músicas que realizó en Stanford para acompañar una exposición del escultor Harold Paris que se celebró en Bruselas y que se publicó en 1970 bajo el título de “Voices of Packaged Souls”). Sin embargo, no consiguió llamar la atención de ninguna discográfica ni en los Estados Unidos ni en Europa... ¡aunque sí en Japón! El disco se publicaría en la división nipona de RCA Victor convirtiéndose en un éxito allí y atrayendo, ahora sí, la atención de Atlantic Records que haría lo propio con él en los Estados Unidos.
A partir de aquí la historia es más o menos conocida. Suzanne grabó “The Velocity of Love” para el sello RCA en 1985 con la participación estelar de Vangelis en tres cortes (el griego se encontraba en Nueva York arreglando unos asuntos legales con sus abogados por aquel entonces). El trabajo fue un gran éxito, especialmente por la pieza que le daba título y atrajo la atención del ex-miembro de Tangerine Dream, Peter Baumann, que enseguida reclutó a Suzanne para su sello Private Music. Allí la artista se convertiría en una de las mayores estrellas de la música new age en la segunda mitad de los años ochenta.
Nos saltaremos esa etapa a la que habrá que dedicarle más atención en el futuro para centrarnos en los tiempos más recientes. En estos últimos años, Suzanne ha trabajado en la recuperación de sus primeros trabajos puramente electrónicos publicando un disco de recopilación con varias de las músicas y sonidos que realizó en aquellos años para diversas marcas comerciales. También ha recuperado recientemente (aunque sólo en vinilo) dos de los conciertos que ofreció en 1975 con el sintetizador Buchla.
Entra aquí en acción un peculiar sello neoyorquino de música electrónica llamado RVNG INTL. Entre sus muchas series temáticas que incluyen títulos como RERVNG (re-revenge) o RVNG of the NRDS (revenge of the nerds) se encuentra FRKWYS (freak ways), colección dedicada a grabaciones que cumplen una premisa: surgen de la colaboración entre un artista pionero y otro actual. El papel del pionero está claro que en esta ocasión lo iba a ocupar Suzanne Ciani así que toca hablar de su acompañante en el disco. Kaitlyn Aurelia Smith siguió una trayectoria sorprendentemente similar a la de Suzanne. Aunque nació en un pequeño archipiélago del estado de Washington, pronto se trasladó a Boston para estudiar música en Berklee (no confundir con el Berkeley californiano en el que estudió Ciani) y a su regreso a casa descubrió el sintetizador Buchla lo que orientó definitivamente su carrera que hasta entonces iba por otros derroteros como miembro de un grupo folk. Enamorada del aparato, se puso a investigar en su historia y en la de los músicos que lo habían utilizado llegando así a Suzanne Ciani. Habría que hablar con algún experto en estadística que pudiese hacer el cálculo pero si la probabilidad de que dos mujeres se interesen, no ya por la música electrónica sino por un mismo tipo de sintetizador como es el Buchla no debe ser muy alta, la de que ambas vivan, sin saberlo, en la misma población de 1300 habitantes (Bolinas, California) debe ser muy próxima a cero y sin embargo, eso es lo que sucedió con Ciani y Smith. Se da la circunstancia, además, de que Suzanne estaba trabajando en la publicación de parte de su material de archivo de los años sesenta y setenta cuando surgió la posibilidad de realizar la colaboración con lo que se encontraba en un momento en el que su relación con los sintetizadores Buchla volvía a ser muy intensa.
Kaitlyn Aurelia Smith y Suzanne Ciani en acción.
Ambas artistas se reunieron en el estudio de Suzanne, situado en un lugar privilegiado con espectaculares vistas del oceano Pacífico y grabaron unas cuantas sesiones improvisadas a dúo de las que se extrajeron los fragmentos que integran “Sunergy”, el decimotercer volumen de la serie FRKWYS.
“A New Day” - La primera pieza del trabajo es una larga suite muy introspectiva en la que los aficionados a los sintetizadores analógicos pueden disfrutar del enorme potencial sonoro de estos aparatos. La segunda parte del tema tiene un componente rítmico algo mayor conseguido a base de loops de pequeños fragmentos sonoros que evolucionan poco a poco formando un tapiz de sonoridades electrónicas verdaderamente denso. Una delicia para los aficionados al género.
“Closed Circuit” - El segundo corte tiene un carácter más rítmico y nos remite a los años más creativos de la llamada “Escuela de Berlín” en sus primeros minutos. Luego se produce un corte y entramos en un segmento más ambiental no exento de complejidad que gana en interés conforme se van añadiendo nuevos elementos y sonidos creando estructuras repetitivas de gran belleza que se difuminan en un final con los sintetizadores emulando las olas al romper en la orilla.
“Retrograde” - El tercer corte aparece sólo en la edición en CD del disco y no en el vinilo. Parte de patrones breves que pueden recordar de nuevo a los pioneros alemanes de la música secuencial y va ganando en complejidad paulatinamente hasta alcanzar momentos de gran brillantez.
No nos hemos querido extender en los comentarios de cada uno de los cortes porque la propia música que contienen es tan abstracta que cualquier descripción que no sea estrictamente técnica tiene poco sentido. Creemos que cualquier aficionado a la música electrónica, especialmente a la de los primeros años de vida de los sintetizadores como instrumentos populares, encontrará en esta grabación un ejemplo de todo aquello que hizo grande el género. Tenemos que reconocer que teníamos a Suzanne Ciani por un icono de la “new age”, con una obra profundamente melódica y lejos de la experimentación aunque sabíamos de oídas de su pasado más arriesgado. La recuperación de sus obras más antiguas al igual que discos como este “Sunergy” han variado notablemente la percepción que teníamos de ella. Si la Ciani pianista y romántica de sus años en Private Music nos parecía una artista interesante pero falta de filo en la mayor parte de sus obras, la pionera que ahora se nos revela nos parece una figura a reivindicar con un sitio entre los más grandes del género electrónico de finales de los sesenta y primeros setenta. Es más, sospechamos que sus discos de los ochenta no muestran del todo a la verdadera Suzanne Ciani sino sólo a la Ciani que la industria musical consideraba “vendible”. Al fin y al cabo, una joven guapa y sensible como ella era la respuesta perfecta a sus contrapartidas masculinas como Yanni o Chris Spheeris y su música romántica era un producto ideal para el mercado “new age” de los años ochenta y noventa. Por todo ello no podemos evitar la sensación de que durante ese tiempo se privó a la música electrónica de un talento notable a cambio de un producto más agradable y, con la perspectiva del tiempo, menos valioso. Pese a ello, creemos que aún es posible recuperar los años perdidos y disfrutar de la vertiente más experimental de una artista con mucho que ofrecer aún como demuestra este “Sunergy” que hoy os traemos aquí.
Os dejamos con un precioso documental sobre el disco: