De la sarta de tonterías infumables que los editores han tenido a bien poner en las portadas del libro ("un best seller inesperado que retrata la creciente ansiedad de la clase trabajadora ante la precariedad laboral"- supuestamente por el New York Times), yo diría que sólo una es atinada: la que dice que es la versión japonesa de las Uvas de la ira.
No son los campos de cultivo, sino la panza de un viejo cascarón en el que más de doscientos hombres malviven tratados como esclavos en las frías aguas de Kamchatka, dedicados a la pesca y procesado del cangrejo real. La verosimilitud y crudeza con la que Kabayashi relata la vida a bordo, los abusos y el constante maltrato a que son sometidos por el patrón enviado por la compañía preparan al lector para la revuelta como única solución digna para salir con vida de la empresa.
Un libro con un fuerte contenido político y de llamada a la lucha de clases, pero con indudable calidad. Y un autor que, perseguido por los poderes del estado, vivió en la clandestinidad como escritor , y fue detenido varias veces, hasta que en 1933 fue asesinado víctima del matrato por la policía secreta. Tenía veintinueve años.