El error de ver a La India como un todo, señala Robert Kaplan en su Mónzón. Un país que alberga la tercera población musulmana del mundo, sólo por detrás de Pakistán e Indonesia. Esa heterogeneidad del país se ejemplifica bien en el Guyarat, la tierra natal del actual presidente Modi. Una zona costera, en el occidente del país, patria de comerciantes. Y de emigrantes como Gandhi: primero al resto del Índico. luego a los Estados Unidos. Y esa sensación, bien contada por Kaplan, de que la apertura y el encuentro con la globalización ha relanzado el nacionalismo hindú de Hindutva. Un nacionalismo pacato y reactivo, como todos. Hay que ser muy maduro para asumir la complejidad del mundo, y no todas las culturas lo son. Para asumir nuestro peso en el planeta y para darse cuenta de que todas las identidades no dejan de ser, en el mejor de los casos, una construcción cultural y, en el peor, una cárcel.
El paso del mundo rural al mundo urbano hará necesario que las instituciones en la India actúen como palancas de modernización y funcionen. Y que la clase media vea, a través de la legitimidad de sus instituciones, que hay más caminos fuera de la etnicidad para alcanzar el bienestar colectivo.