Revista Cine

Karakuri

Publicado el 12 junio 2013 por Nacho_c

“Aparatos mecánicos para producir la sorpresa en una persona”. Esta definición tan abierta a interpretación es un arte japonés del Siglo XVIII con tintes robóticos. Pequeños modelos autómatas que hacen movimientos más o menos complejos y que se podrían considerar precedentes de los humanoides desarrollados en el país oriental en la actualidad.

Nuestras bonitas marionetas centroeuropeas no tienen nada que envidiar en su detalle y artesanía, pero si bien es cierto que ellas se basan en la mano diestra de su dueño para conseguir un movimiento casi humano los Karakuris actúan por sí mismos gracias a un sistema de cuerdas, poleas, muelles y engranajes. Los Karakuris tienen movimiento autónomo.

Aquí es donde se supone que está la división en el tratamiento cinematográfico de las máquinas. Mientras Occidente ha visto el germen del caos, del aparato mecánico que se descontrola y ataca a su dueño (Terminator, Blade Runner, Alien, Animatrix, I Robot, y un largo etcétera) Oriente lo ha visto como un compañero. No sólo una herramienta para su uso sino hasta como un hijo al que hacer tan humano como fuera posible o al que atribuirle esas características que quisiéramos para nosotros mismos. El Anime tiene millones de ejemplos.

Matthew Allard rueda este minidocumental de tres minutos sobre Hideki Higashino, un artesano que trabaja con su torno y sus propias manos estas obras de arte de madera, tela y pintura. Utiliza la Sony PMW-F3 con objetivos 35,5mm, 85mm, un Tokina 11-16mm y el Macro de 100mm de Zeiss de la línea ZF y casi sin iluminar un solo cuadro.

Es bonito ver los planos de la madera, la expresión de Hideki concentrado, amando su trabajo. El funcionamiento simple y sorprendente de los Karakuris. El tempo del montaje, la música y los planos con poca profundidad de campo transmiten la misma sensación con la imagen que el artesano con su pulcra dedicación. Por un segundo comprendo el estilo de vida de la tradición japonesa y añoro esos valores como si nosotros, en algún momento, los hubiéramos metido en un cofre en una carabela y acabaran hundidos por corsarios ingleses Dios sabe dónde del Mar Caribe.

Aquí os dejo una pequeña reseña sobre cómo Matthew afrontó el trabajo: http://bit.ly/13BU6Xk


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