Mary Norton, escritora inglesa de libros infantiles, vuelve a ser adaptada a la gran pantalla, 40 años después de que Disney realizase un primer film basado en sus historias, La bruja novata (1971). En esta ocasión son los célebres japoneses de Ghibli, creadores de aventuras y personajes tan inolvidables como La princesa Mononoke (1997) o El viaje de Chihiro (2001), los que han trasladado la historia de The Borrowers, novela de 1952, de la campaña inglesa de aquella época al suburbio oeste de Tokio de 2010, Koganei (lugar donde se sitúa, por cierto, el estudio de animación Ghibli).
Existe un mundo a nuestros pies que no por pequeño puede considerarse insignificante. Arrietty, la joven protagonista de 10 centímetros de altura, vive con sus padre bajo el parqué de la casa de unos humanos. Ella conoce de memoria las reglas que su familia le ha enseñado desde pequeña: tener mucho cuidado de los gatos y otros animales que pueblan el jardín y, sobre todo, no dejarse ver por los humanos, dado que si llega el caso deberían abandonar su casa y buscar otro hogar. Arrietty siempre ha observado estos principios pero, por primera vez en sus 14 años, la llegada de un joven gravemente enfermo va a transformar radicalmente la situación.
Primera película de Hiromasa Yonebayashi llena de suspense, escenas de acción, y la marca habitual del estudio Ghibli, la delicada relación de los protagonistas con la naturaleza, completan un trabajo elaborado y minucioso. Los fotogramas recuerdan los mejores trabajos de los pintores impresionistas, los personajes son conmovedores, un padre frecuentemente ausente dado que debe buscar las minúsculas porciones de alimento necesarias para su familia, una madre histérica digna de las mejores actrices de Almodóvar y una protagonista, Arrietty, soñadora al mismo tiempo que realista, valiente y con una ligera tensión sexual que se adivina en la primavera de su adolescencia.
Tanto Disney en su trabajo 50, Enredados, como Ghibli, en su 18ª realización coinciden en presentar un universo lleno de peligros, duro, hostil e inseguro. Tengo la sensación de que las películas infantiles del pasado optaban por una visión más optimista, el mundo era un espacio inmenso lleno de sorpresas que nos esperaba para ser conquistado. Hoy en día, Rapunzel y Arrietty, lo tienen peor que antes y tendrán que luchar o someterse y sufrir las consecuencias de un entorno amenazador.
La música de la película es otra historia digna de un cuento. Cécile Corbel, una cantante francesa y gran admiradora del trabajo de Ghibli, les envió su segundo disco como regalo en 2009. Al productor de la película le gustó tanto su estilo que se puso, de inmediato, en contacto con la artista y le encargó la partitura sonora completa del proyecto. Una dulce historia, como el azúcar que los protagonistas del film se ven obligados a birlar, pero que no llega a empalagar en ningún momento el gusto del espectador.