Título original: Amatka
Idioma original: Inglés
Año: 2016
Editorial: Ediciones Nevsky
Traducción: Marian Womack
Género: Novela
Valoración: Está bien
Una de las características más interesantes (aplaudibles, incluso) de esta obra de ciencia ficción distópica pergeñada por Karin Tidbeck tiene que ver, de hecho, con la potencialidad del medio literario y que tantas veces se olvida fuera de los límites de la literatura de género: cada palabra de esta novela es un paso más en una realidad completamente única, esto es, la de la propia novela. Sin red, sin anclajes con la realidad compartida (la nuestra, vaya, con nuestras referencias, con nuestras costumbres y con nuestra lógica), Amatka nos ubica en un mundo nuevo y nos interpela para que construyamos con nuestra imaginación todos los huecos que se omiten deliberadamente por innecesarios o por la sencilla razón de que las normas de su juego son otras. Así pues, nos encontramos con una historia no carente de intriga que se ubica en lo que se llama el “nuevo mundo”, en el que los humanos sobreviven en dificilísimas condiciones y en el que hay una serie de pautas de comportamiento aceptadas y seguidas por todos sus miembros. La norma que más destaca entre todas es la obligatoriedad de un uso correcto del lenguaje para designar la realidad, esto es: a una taza no se le puede llamar de otra forma que no sea taza, porque existe la amenaza realísima (en este mundo de Amatka, claro) de que, si no se le llama taza, deje de serlo. En este contexto nuevo, que como digo no se puede construir sin la necesaria colaboración del lector, puesto que apenas hay descripciones de los espacios ni los personajes, la protagonista, Vanja, se verá envuelta en una trama que la llevará a cuestionarse los principios de ese mundo: ¿Qué es esa sustancia que cambia de forma según se le llame de una forma u otra? ¿Qué pasó con los pioneros que abandonaron Amatka tantos años atrás? ¿Por qué se fueron? ¿Qué hay más allá de los límites de Amatka? ¿Por qué los humanos no pueden salir de ella, ni de ninguna de las otras cuatro colonias humanas de este “nuevo mundo”?
Con un estilo limpio y eficaz, basado en la acción (como digo, apenas se nos describe nada), Karin Tidbeck construye una novela que se puede beber de un trago, que se lee con la misma atención con la que uno caminaría por una selva que no conoce y en la que no puede prever absolutamente nada. De modo que, como no puede ser de otra manera, se lee con suma facilidad.
Por otro lado, y siendo hija de su género, no puedo dejar sin mencionar el carácter alegórico de Amatka, que en esta obra es incluso más potente que en otros títulos de ciencia ficción que yo haya leído hasta la fecha. Amatka nos habla de la censura, del totalitarismo y de la persecución a la libertad de acción y pensamiento, nos habla de los discursos y los modos repetidos y grabados a fuego en la mente de una sociedad que no se plantea el por qué de los mismos, y de las trágicas consecuencias de aquellos que intentan salirse de sus márgenes. En este sentido, cabe entender la colonia de Amatka como el espacio “mental” en el que desarrollar todas estas ideas y reflexiones, y de esta manera se entiende el por qué no se describe prácticamente nada de ella, porque ese espacio mental está (como, en el fondo, en toda obra literaria) solo en la cabeza del lector.
Seguramente, ahora cabría preguntarse por qué la he valorado con un tibio “Está bien”. No me quito ni un ápice de culpa por ello, pero el desenlace de la novela me dejó bastante frío. Digo lo de la culpa porque, en realidad, el final de Amatka no hace sino seguir la misma lógica que el resto de la novela y, una vez se ha construido el espacio de la reflexión y se ha hilado la misma, la deshila para volver a empezar desde cero. Sin embargo, yo, que tengo una pequeña obsesión con el argumento, he echado en falta alguna justificación. Insisto en que es problema mío, ya que la novela no se justifica ni se enrolla en explicaciones en ningún momento, y no tiene por qué ser diferente en su desenlace, pero a mí me ha dejado la misma cara que cuando vi el final de LOST. Y os puedo garantizar que esa no es mi mejor cara.
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