Para Karla María Venereo León, que mereció leer esto entonces, cuando tenía algún sentido
A despecho de mis novias –las pasadas y las futuras- este es un post para Karla Mía. Karla Mía es un ser que se coló de repente, después de una caída estrepitosa, en un momento que quería la tranquilidad del arroyo a media tarde. Quizá se coló por ese aire de remanso que me infunda su compañía. Karla Mía llegó bailando, precisamente conmigo que bailo por pura supervivencia social. Fue una madrugada de la que esperaba algún enigma y me trajo aquellos ojos encendidos que todavía me esconden sorpresas.
Karla Mía es diminuta, y aunque parece frágil y cabe en un hueco de mi abrazo tiene la dureza y voluntad que no he visto en nadie de mi generación. Karla Mía es una sonrisa más en unas fotos viejas, una sonrisa que premonitoriamente estaba junto a mí sin que ninguno de los dos lo notara entonces.
Karla Mía es una contracción que salió en un sms apurado una tarde que iba a encontrarme con ella, y si bien soy cualquier cosa menos posesivo me encantó el accidente y desde entonces es Karla Mía.
A Karla Mía nunca le he dicho te amo, así, con todas las letras, porque quiero que el día que se lo diga sea para siempre (el amor no es para siempre, eso es una tontería, pero ustedes entienden lo que trato de decir).
Karla Mía es dulce, tierna; de una dulzura casi inocente, de una ternura anterior al egoísmo. A veces no sé qué hacer con tanto cariño. Entonces salgo a caminar al Malecón, a sentarme de espaldas a la ciudad, a mirar a donde la vista no me alcanza, a contarle a la mar que estoy bien, que todavía pienso quedarme a apagar el Morro, y que esa muchacha que me envió se parece bastante a la felicidad.
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