Por José Manuel Beltrán.
Más de cien fuentes termales, de las
que una docena se utilizan como efectos curativos sobre el metabolismo, otorgan
a esta elegante localidad el título de “ciudad balneario de la República Checa”.
A poco más de cien kilómetros de la capital, Praga, y
localizada en un hermoso valle siempre verde en el que confluyen dos ríos, el Ohre y el Tepla, Karlovy Vary viste de
forma elegante gracias a sus edificios y mansiones de arquitectura neoclásica y
modernista. La ciudad, ya conocida desde hace más de dos siglos por su afamado
licor de hierbas Becherovka o por su popular agua mineral Karlosvaská kyselka, así
como por la producción de cristal y porcelana, lo es mucho más por ser el
balneario más importante de toda la República Checa fundado allá por 1.350.
El lujo y la sofisticación es evidente con tan solo
apreciar la arquitectura de sus edificios. A poca distancia de la frontera de
Alemania, curiosamente son los ciudadanos rusos de elevado nivel económico
quienes parecen haberse apoderado de la ciudad haciéndola, casi, a su imagen y
semejanza.
Visitar Karlovy Vary se puede hacer plácidamente en un
recorrido a pie por cualquiera de las riberas del cauce del río Tepla, cuyo significado es “caliente”,
atravesando de un lado a otro por pequeños puentes de hierro. El hermoso Parque de Devorak nos da la bienvenida
con sus cuidados jardines. Allí nos encontraremos con una de las primeras columnatas y con las primeras fuentes
de aguas medicinales. A la Columnata del
Parque le sigue la de El Molino
y más adelante, en una calle peatonal, la Columnata
del Mercado.
Imprescindible adquirir tu pequeña jarrita de porcelana,
las más curiosas con una forma que asemejan a una pipa, para empezar a ingerir
en pequeños sorbos las aguas muy calientes –todas ellas a diferentes
temperaturas- que surgen de las fuentes. Los carteles indicativos te informan
de las distintas propiedades de cada una de ellas; cierto es que su sabor es un
tanto diferente, algunos, he de reconocer, no del todo agradable. La más
famosa, por espectacular, es la Vridlo.
Su chorro, el de más alta temperatura -72ºC- supera los diez metros de altura.
Se encuentra en un recinto acristalado y, al igual que todas las demás, es de
acceso gratuito.
No es de extrañar que todas estas propiedades atrajesen la
atención de Carlos IV, que fundó la ciudad en 1.350 y por ello se le reconozca
con la dedicatoria del nombre. El genitivo de Carlos, en checo, es Karlovy y
Vary viene a significar “baños termales”.
Sin embargo no fue hasta 1.522 cuando el Dr. Payer of Loket descubrió las
propiedades de las aguas al realizar unos tratamientos médicos. Desde ahí al
día de hoy la ciudad no ha dejado de albergar, no solo a curiosos turistas,
sino a miles de residentes temporales para beneficiarse de las propiedades de
sus aguas.
En nuestro paseo por Karlovy Vari además de visualizar uno
de los edificios emblemáticos de la ciudad, el del Gran Hotel Pupp donde se celebra el Festival de Cine de la Europa
del Este, te encontrarás con la Iglesia
de María Magdalena y con la de San Andrés. El Museo-fábrica Mozer es el lugar ideal para conocer los métodos de
fabricación y elaboración del vidrio. Tener la ciudad a tus pies es posible
subiendo al Mirador de Diana. La
recomendación es hacerlo por medio de su tren cremallera. No te preocupes, es
un pequeño recorrido que dura no más de 5 minutos y en el que obligatoriamente
debes acceder, tras subir unos 150 escalones –ahora si, ya a pie- a la Torre de Diana.
Desde la Torre de Diana se divisan las torres de la
iglesia ortodoxa dedicada a San Pedro y
San Pablo. Para mí la más bella de la ciudad con sus techos y cúpulas de azul
y oro. En su interior podemos apreciar diversos iconos, algunos de ellos
regalados por el zar Nicolás II.
Descendemos a pie hacia el centro de la localidad para dar
por finalizada nuestra parada en
Karlovy Vary. Una última opción es la entrada a la fábrica y museo de la famosa
bebida Becherovka; otra, por
si no hemos tenido suficiente, es dar un último sorbo de agua en cualquiera de
las fuentes –dicen que una de ellas estimula y acrecienta la potencia sexual;
mientras que de otra –supongo que sea una broma del guía- si un miembro de la
pareja bebe, seguro que en un año hay divorcio. Lo mejor, la tercera opción y
que especialmente recomiendo. Al atardecer, admirando el paisaje urbano y a las
gentes del lugar, realiza fonda para
tomarte una excelente cerveza checa porque, además de la ciudad, te habrá
alegrado el sabor de boca. A vuestra salud, ciudadanos viajeros.
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Foto de portada, fuente Wikipedia. Resto, del autor.