Al oeste de Praga, en tierras boscosas que hablan alemán y esconden en su seno un tesoro de aguas medicinales, el emperador Carlos IV, que las usaba como coto de caza, creó hace más de siete siglos una ciudad termal para sus nobles que luego se hizo burguesa y ahora recibe a turistas de todo el mundo, con una variada oferta de servicios y balnearios para todos los bolsillos. Se trata de Kárlovy Vary, preciosa visita que puedes conocer en tan solo un día desde Praga.
Basta dar un paseo por sus calles cuidadísimas para trasladarse a su época de mayor esplendor, allá por los años de entresiglos, cuando los establecimientos termales hacían de clínica, hotel, centro de ocio y vacación y tertulia política y social. Por ella pasaron aristócratas, millonarios, intelectuales y personajes de todo tipo. Banqueros como Rotschild, filósofos como Marx, escritores como Goethe o músicos como Beethoven, entre otros.
Camino a Kárlovy Vary
Si se llega desde la capital checa, se viaja por un terreno muy llano, de grandes rectas, entre tierras de labor que brillan amarillas de colza o sostienen los entramados de madera por donde trepan las plantas del lúpulo, ese aromatizante imprescindible para la fabricación de la cerveza, aquí bebida nacional. Alguna colina suave, pequeños pueblos que se asoman a la carretera y algunas, pocas, matas arboladas completan el apacible paisaje rural.
Kárlovy Vary, la ciudad balneario de Carlos, ya es otra cosa. Escondida entre bosques, al pie de los Montes Metálicos fronterizos con Alemania, recibe al visitante después de unas cuantas curvas de fuerte pendiente, extendiéndose por las riberas del río Ohre, que nace alemán y muere checo en el Elba, y de sus afluentes Rolava y Teplá.
Alrededor de este, cuyas aguas se calientan con las minerales del subsuelo, se encuentra el corazón de la ciudad: paseo, plazas, puentes, banderas, surtidores y géiseres, y monumentales edificios renacentistas, barrocos o modernistas, de fachadas pastel, azules y amarillas, con grandes ventanales y adornos, rematados por el gris de la pizarra o la teja roja.El corazón de Kárlovy Vary: balnearios, elegancia, museos, teatros…
Antes de llegar al hermoso centro, todo es un jardín verde de fino césped, plantas con flores y árboles frondosos, donde se alternan hoteles de lujo, atractivos parques, pequeños lagos, cenadores y refugios, campos de golf e instalaciones deportivas, galerías de arte, estatuas y miradores y las primeras fuentes.
Dejando allí el balneario de la antigua corte, los lujosos Baños Imperiales, casi enfrente pero en la margen izquierda está el Granhotel Pupp, el sueño de un opulento pastelero, la opción más cara y elegante para una estancia. A partir de aquí, corriente abajo, comienza el paseo más hermoso, donde se encuentran las primeras fuentes columnadas, pasarelas, pórticos y construcciones abiertas de bellos pilares que recogen el agua de los manantiales subterráneos.
El río corta en dos el centro, dejando a ambos lados un señorial paseo principal. Lo cruzamos, siguiendo ahora por su derecha. Tras la primera curva, pegado al puente, espera el Museo local, donde podemos informarnos sobre la riqueza histórica y natural de la ciudad. Al lado del siguiente puente, se abre el Teatro Municipal, obra de los austriacos Fellner y Helmer, dos arquitectos especializados en salas escénicas neobarrocas y modernistas. Antes de que el río gire a la izquierda, aparecen las primeras fuentes monumentales.
La Columnata de la Fuente es el símbolo del mayor balneario checo y sus Galerías Subterráneas ofrecen la oportunidad de conocer cómo funcionan los manantiales geotérmicos del lugar; a su derecha, se levanta la iglesia neoclásica de María Magdalena, también con acceso a sus criptas góticas.
En la parte izquierda del río: Columnatas por doquier
Y ya volvemos a la margen izquierda, en plena curva. La Columnata del Mercado, construida sobre las ruinas del viejo ayuntamiento, dicen que curaba ya los achaques del propio emperador. Por detrás de ella, sobre lo alto, destaca la Columnata del Castillo, la más reciente. Entre ambas, diferentes reformas y ampliaciones han conservado la emblemática Torre del Castillo y han originado el actual balneario homónimo, uno de los más apreciados del lugar.
Pasada la oficina de información turística, esta zona central se ensancha, ocultando un tramo del río, y se abre, a lo largo del talud rocoso la enorme Columnata del Molino, orlada de esculturas en su amplia terraza, ante la cual se ha erigido la llamativa escultura de un prócer nacional en piedra arenisca. Y llegamos a la última, la Columnata de Jardines, parcialmente conservada y llamada así por su ubicación en el parque Dvorák.
Dejando al río que continúe hasta su cercana desembocadura, nos desviamos a la izquierda rodeando el caserío para encontrarnos con una pequeña joya de arquitectura religiosa: la iglesia de los santos Pedro y Pablo. Se trata de un templo ortodoxo de financiación rusa y aires bizantinos. Su exterior de torres azules y cúpulas doradas impresiona en plena calle; por dentro está muy bien cuidado por corpulentos popes barbudos. Y volviendo al río, un Carlos Marx de bronce nos despide sedente sobre su pedestal de granito desde el parque cercano. Antes de regresar a Praga, un chupito de becherovka, el licor local, nos ayudará a digerir tanta belleza.
*Si quieres conocer más detalles de un viaje a Praga, te invitamos a conocer lo que resumimos en las diez semblanzas de Praga, símbolos unidos a la ciudad y que resultarán muy interesantes al descubrirlos cuando la visitemos. Te recomendamos mucho este destino, pues es sin duda una de las urbes más bonitas de Europa.