Revista Cultura y Ocio
A pesar de que el festival Dcode se ha celebrado tanto el viernes como el sábado en el complejo deportivo Cantarranas, situado detrás de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, yo me decanté solo por la cita del sábado, principalmente por Kasabian que actuaban como cabeza de cartel, y que si seguís el blog sabréis ya que es uno de mis grupos actuales favoritos. Las actuaciones comenzaron sobre las cinco de la tarde (con Polock, Manel o Mucho), en tres escenarios diferentes, dos de ellos grandes, uno al lado del otro, y un tercero más pequeño y alejado (el Espacio 2.0 Eastpack-Mondo Sonoro con The bright, Havalina o Javiera Mena, al que no me acerqué porque no me interesaban los grupos que actuaban en él). Yo no me acerqué al recinto hasta las siete de la tarde huyendo de la ola de calor insoportable que estamos viviendo en Madrid y con la que estamos llegando hasta los 40 grados. Dio igual, porque el sol estuvo pegando con fuerza hasta que anocheció. A pesar de ello, la primera edición del festival reunió a 11.000 personas el viernes y a 13.000 el sábado, lleno pero sin aglomeraciones, por lo que esperemos que haya Dcode para rato. Dejando de lado algunos pequeños fallos de la organización que se han venido criticando (como los precios excesivos o la limitada oferta de comida) yo apuntaría uno como el más importante: el calor. No se puede celebrar un festival a finales de junio y al aire libre sin tener eso previsto, lo único que pudieron hacer fue mojar con mangueras a los valientes que estuvieron toda la tarde a pie de escenario. De hecho, al batería de Blood Red Shoes se le veía sudar la gota gorda, y he leído que estuvo al borde de la insolación. Sin embargo, los que íbamos a lo que íbamos (a ver a Kasabian, para qué nos vamos a engañar), las zonas de sombra y de descanso fueron perfectas. Puffs y alfombras sintéticas para descansar alejados de los dos escenarios principales (y descansar así también los oídos de aquellos grupos que nos gustaban menos) y asientos a la sombra en una zona justo frente a los dos escenarios para poder disfrutar tranquilamente de las actuaciones.
La primera actuación que pude ver fue la de Jamaica, un grupo que tenía interés por conocer y que no me defraudó. Por desgracia, no he encontrado ningún vídeo de su actuación en el festival, pero podéis ver este otro para haceros una idea. Estos franceses ofrecieron una buena hora de rock sin estridencias y melodías pegadizas. Sin llegar a emocionar sonaron de lo más correcto, así que habrá que seguirles la pista a partir de ahora.
Dieron el relevo a unos Blood Red Shoes que salieron con ganas de comerse el escenario, aunque como digo, el intenso calor no acompañaba. Con tan solo una batería y guitarra (y bajos grabados, eso si) se trata de un grupo potente que, sin embargo, no acabó de convencerme en directo, los prefiero sin duda en estudio donde con más medios consiguen mejores resultados. La fórmula de solo dos en el escenario (tratando de emular a White Stripes) ensuciaba el sonido y conseguía más ruido que otra cosa. A pesar de ello, reconozco que se esforzaron al máximo e hicieron disfrutar al público.
Les siguieron The Vaccines, un grupo al que me sería muy difícil calificar, un grupo muy nuevo que, como sucede a veces, alcanzan un rápido éxito con poco que ofrecer. Refritos de otras canciones, radiofórmula pura y dura, y la cara más amable del postpunk para entretener al público. Por mi parte, olvidables al cien por cien.
Lo de The Hives ya es una cuestión de gusto personal (aunque en el fondo cuando hablamos de música casi todo lo es). Estos suecos han sido los más vitoreados del festival por la crítica musical, por su gamberrismo, capacidad de mover a la gente y sus canciones pegadizas y contundentes. A mi no me convencen, la verdad, de hecho, fue el momento que aproveché para irme a la zona de descanso alejada de estos dos escenarios. Y he de decir que desde más lejos la cosa se oía bastante mejor. Como amante del movimiento hippie y la música de los 60-70 os podréis imaginar que todo lo que huela a punk (con la grandísima excepción de los geniales The Clash) me ahuyenta.
Con The Ting Tings se fue abriendo el apetito por Kasabian, música bailable más rock, una fórmula que nunca falla. Pese a que no son mi estilo, he de reconocer que llevan un espectáculo impresionante.
Y por fin, los que para mi fueron reyes indiscutibles de la noche, después de un montón de actuaciones desiguales, saltaron al escenario Kasabian. Como no podía ser de otra manera, nos ofrecieron el adelanto de su nuevo disco Velociraptor! que saldrá a la venta en septiembre, el single Switchbalde Smile, además de muchos de sus éxitos, haciendo incidencia en el primer y último disco, y en las canciones más electrónicas, con lo que podemos hacernos una idea de por dónde irán los tiros del nuevo álbum. No faltaron Shoot the runner, Fast Fuse, Fire o Underdog. Con Fast Fuse tuvieron además la acertadísima idea de enganchar con Misirlou de Pulp Fiction, acertadísimo porque siempre he pensado que la canción de Kaabian pegaría perfectamente en cualquier película de Tarantino. La única pega que le puedo poner a la actuación de Kasabian es que fuera tan breve, pero es lo que tienen los festivales. Tras ellos salieron Cryistal Castles que han tenido buenas críticas, pero yo entonces ya estaba de camino a casa pensando en la genial actuación que acababa de ver y las ganas que tengo de más conciertos.