UN CUENTO PARA PADRES
En aquel verano del 2012, la canícula producía curiosos espejismos. Manolo, el mecánico, creyó ver en uno de los coches averiados, cuatro hipopótamos. A Luisa, la peluquera, las largas cabelleras que alisaba se le convertían en retorcidos recogidos que apuntaban al cielo. Para Antonio, el maestro, sus alumnos se encogían hasta desaparecer. Por eso, cuando Magda salió megacargada del hipermercado, no le sorprendió lo que veían sus ojos: un parking desierto en el que su todoterreno servía de apoyo a una jovencita con alas verdes. Ya desaparecerá, pensó. Pero…
–Hola, Magda ¿sabes por qué las hadas y las mariposas somos primas hermanas?
–Ei, ¿hadas?, ¿mariposas?, ¿quién eres, qué haces aquí, cómo sabes mi nombre?
–Ja, ja, ja… ¡Cuántas preguntas! Digamos que las hadas solemos saber ciertas cosas.
Magda sacudió la cabeza con la esperanza que el espejismo se esfumara pero nada cambió.
–Vuelo y vuelo allí dónde un papá o una mamá me necesita, a eso me dedico. Y creo que tú precisas de mis servicios.
–¿Eres como el hada madrina de los cuentos?
–Ja, ja, ja… Me llamo Kashy y digamos que de alguna manera sí. Aunque, más que cumplir deseos, convierto lo difícil en sencillo y las caras serias en enormes sonrisas.
–Ah sí, entonces ¿qué puedes hacer por mí?
–Eso depende de a lo que estés dispuesta. Mi magia consiste en volverme transparente y susurrarte al oído los secretos que se esconden en los comportamientos de tus hijos.
–¿Sabes por qué Jan se empeña en no guardar sus juguetes? Y, ¿por qué María se pone malísima cuando tiene un examen hasta el punto de no ir al cole? Me sacan de quicio.
–Más que saberlo, te puedo ayudar a descubrirlo. Cada niño tiene sus razones, tus hijos tendrán las suyas y nadie mejor que sus papás para saberlas.
–¿Qué hacemos entonces?
–Es fácil, déjame que te acompañe y que disfrutemos de la experiencia.
–¡Pues vamos, se ha hecho tardísimo! Y, María está sola con Jan. Y, la cena sin hacer. ¡Lo que nos vamos a encontrar! Mi marido, toda la semana de viaje. ¡Estoy agotada! Dios mío, seguro que a estas horas María ya me está maldiciendo.
-Tranquila, ¡venga vamos allá!
Ya era de noche cuando Magda y Kashy se subieron al coche para ir a casa. Una brisa refrescó el ambiente mientras Kashy iba perdiendo su color para convertirse en una tenue luz dorada.
–Mamá, mamá… por fin estás aquí –vociferaba María desde la puerta del garaje–. Jan, no me hace caso, no quiere recoger los juguetes. Tiene la habitación hecha una pocilga.
–¡Bienvenida a la batalla de mi hogar!
–Noooo, ¡nada de batalla, mejor parque de atracciones! –dijo Kashy.
–Mamá, ¿qué te pasa? Pareces diferente –le dijo María al pasar por su lado.
–¿Qué?
–Es mi luz –susurró Kashy a Magda–.No te entretengas ahora con María, vamos a ver a Jan.
Antes de entrar en la habitación Kashy volvió a susurrarle a Magda que estaba prohibido enfadarse, que sólo valía observar la reacción de Jan. Pero Jan estaba tan ensimismado con sus juguetes que ni se enteró quien acababa de llegar. Kashy que se dio cuenta de la situación, emitió un leve quejido que alteró a Jan.
–Mamiiiii, ¡has vuelto! –gritó con entusiasmo Jan, mientras se abrazaba a las piernas de Magda– ¡Tengo hambre, mamá!
Antes de que Magda pudiera responder a su hijo, Kashy le ayudó a reflexionar sobre lo más importante de ese momento.
–Claro Jan, vamos a ver que ha traído mamá del super para cenar –respondió a su hijo con una gran sonrisa–. Y antes de ir a dormir recogeremos los juguetes juntos. ¿Qué te parece?
A Jan pareció gustarle. Al menos, se había librado de recoger los juguetes. Hacerlo después con mamá era una buena idea, hasta podrían pasárselo bien.
Kashy susurró y susurró a Magda un día tras otro.
–Dime Kashy, ¿por qué me siento tan feliz? –preguntó una mañana Magda.
–Porque ya no gritas, ni te pones nerviosa. Ahora te sientes más segura de tus criterios y eres más consciente de tus reacciones. Comprendes los comportamientos de Jan y de María y te es más fácil ayudarles.
–¡Tienes razón Kashy! Y sobre todo, puedo escuchar sus emociones sin confundirlas con las mías. Ahora es realmente apasionante la aventura de ser mamá y además tengo muchas ganas de que llegue su papá para explicárselo todo.
Entonces Kashy comprendió que era el momento de despedirse y poco a poco recobró su estado original. Ya estaba lista para marchar pero, aún faltaba una cosa por hacer: el último susurro, esta vez en forma de hilo dorado que crecía y crecía hasta formar unas preciosas alas verdes. Los ojos de Magda se iluminaron expectantes.-Aquí tienes tus alas princesa, para que tus peques te vean siempre como su GranHada.
Y dicho esto, Kashy emprendió un nuevo viaje para seguir volando. Volando hacia otro destino.
-FIN-
© Yolanda Salvatierra, Servicio Psicológico Infantil Domiciliario de KASH-LUMN Family Care para MamaLibro – [email protected]
Una constelación de madres de personajes célebres como Albert Einstein, Frida Kahlo o Peter Pan. A veces el pasado reuslta un país demasiado remoto e inaccesible. La Mamá de Arquímedes …