Revista Cultura y Ocio

Katia (y 2)

Por Cayetano
Katia (y 2) Al principio pensaste que te morías, que no ibas a ser capaz de aguantarlo. Luego te tragaste las lágrimas y haciendo de tripas corazón intentaste sobreponerte y no caer en la desesperación. Debías mantener la cabeza fría y pensar en una manera de salir de allí. Te lo propusiste como un objetivo para no perder la calma. Sólo de esa manera era posible conservar la cordura en aquella situación tan injusta y demencial. Te habían secuestrado y tu meta a partir de ahora era buscar una salida a ese problema. Pero el tiempo pasaba y no atisbabas ningún  resquicio para acabar con todo aquello. Estabas asqueada de todo, de la vida, de tu mala suerte, de los clientes babosos, esa turba de borrachos malolientes y sudorosos que se decidían al final a ir donde se les ofreciera carne fresca y joven, parapetados en la osadía que proporciona el dinero y el ir atiborrados de alcohol hasta las cejas, con esas solicitudes de servicios sexuales especiales que hacían que se te revolviera el estómago sólo de pensar en lo que te tocaba hacer. Y, ay de ti, si el cliente se quejaba del servicio. Había que aguantar la falta de aseo, la mala educación, los insultos, las humillaciones… Si el cliente no quedaba conforme  te imponían una multa, con lo que tu deuda se iba incrementando, haciendo cada vez más difícil que pudieras amortizarla. Luego estaba la droga. Ellos intentaban por todos los medios que os engancharais a la cocaína para que vuestra dependencia hacia esos matones fuera cada vez mayor y teneros así más controladas, manejables y obedientes. Cuando ya estabas al borde de la desesperación y no atisbabas por ningún lado la salida de ese oscuro túnel, se obró el milagro: la denuncia de un cliente y el inicio de la investigación policial. Casi no podías creer que la pesadilla estuviera llegando a su término. Todo fue muy rápido. Entraron a saco en el local y les pillaron con un montón de dinero y con droga. Los empapelaron a base de bien.
Libre al fin tras la detención de toda la cúpula que operaba en España, y por haberte atrevido en el juicio a declarar en contra de los que te explotaron, no terminas de creer que vuelves a ser una persona libre tras obtener la residencia temporal por circunstancias excepcionales, gracias a tu colaboración para desmantelar esa red mafiosa, aunque lo más seguro es que acabes por regresar a tu país por lo menos para ver a los tuyos y contarles tu odisea. Y luego, a  seguir intentando buscar de nuevo una salida digna que te aleje de la miseria, procurar mejorar tu suerte, aunque sea lejos de casa, en otras fronteras.
Fragmento de un capítulo de "En la frontera". Un pdf de descarga gratuita.

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