Revista Música

Keith Emerson Band Featuring Marc Bonilla: Idem

Publicado el 31 agosto 2011 por Bitacorock

Keith Emerson Band Featuring Marc Bonilla: Idem

KEITH EMERSON BAND FEATURING MARC BONILLA
Idem
Edición original en CD: agosto 2008

Keith Emerson Band Featuring Marc Bonilla: Idem
A modo de ejercicio mental, particularmente para quienes venimos con el suculento bagaje rockero de los '70 bajo el brazo, pensemos: ¿de qué manera podría atraparnos, desde el primer segundo de audición, un disco progresivo del siglo XXI? Existen varias maneras, sí, pero la que apelaba a esa vieja receta infalible de hacer brotar la música de la nada, introduciéndonos en un fade-in a paso lento y abriéndose camino por un pentagrama que promete ser irrevocablemente denso, aún se lleva sus sostenidos y bemoles. ¿O no? "Close to the edge" abría así; "Shine on you crazy diamond" era otro... y también "Tarkus". Clásicos inmortales, todos. Y qué bien funcionaba esa receta de resultado redondo, tanto, que el disco terminaba sumergido exactamente en el mismo clima del principio, esta vez circulando hacia un fade-out.

En lo que bien podríamos considerar su despegue de la producción de soundtracks para enfocarse en su "verdadero" despertar -tarde pero seguro- como solista progresivo rodeado de una sólida y excelente banda, el mago Keith Emerson supo desde el vamos cómo digitar su loca varita mágica para embrigarnos sin remedio con su mezcla de sonidos. No por nada es un genio el hombre.

Porque le bastan apenas 1:41 de "Ignition" para mostrarnos que en su disco hay dinamita para rato. Porque prosigue dibujando un espectro enmarcado en un patrón decididamente "Tarku-resco", desde la embestida de los tres primeros cortes hasta ese mágico interludio cantado, mitad acústico, mitad eléctrico, que propone Bonilla con su "Miles away" tripartita, más o menos como Greg Lake acometía con su "Stones of years" hace ya 40 años. Porque entre "presencias", "horizontes", "cruces" y "fugas" se trenza en la marcha infaltable de toda partitura emersoniana ("March train"), descuelga esa onírica "Prelude to a hope" que tantas veces paseó en sus presentaciones en vivo y convoca al final con, claro, "Finale".

Más que suficiente para el desfile elegante de la suite "The House of Ocean Born Mary", pero attenti que esto no es todo. Porque cual lado 2 de "Tarkus", falta el convite coctelero que cómo el very Nice Keith Emerson no nos iba a servir! Lo asombroso es que este cóctel no se aparta del encuadre sonoro anterior y uno tiene la impresión de que la suite se prolonga por varios minutos más... hasta que el más vernáculo de los ritmos surge de un piano malambero. En este punto, el toque argentino del disco es indiscutible: sólo el mago Keith sabe cómo interpretar a Ginastera sin arrancarlo de sus fronteras criollas. ¿Cómo lo hace posible? Misterio por resolver.

Indudablemente Keith Emerson ha vuelto al ruedo con un disco rotundo, un disco que para quienes seguimos su trayectoria casi desde los comienzos deja afuera todo paralelismo y conjetura acerca de su obra anterior. Puede servir como actividad recreativa, pero internarse en vericuetos para buscar en qué se parece y no se parece este disco al repertorio de Emerson, Lake & Palmer y cómo suena el trío BBB (Bonilla-Bissonette-Birch) con respecto a Greg Lake y Carl Palmer puede ser fútil y dispersar energías para concentrarnos en el discazo que nos ocupa. Comprendámoslo: los '70 se terminaron hace rato. Ahora hay otro rock, otra tendencia, otra tecnología. El verdadero talento del artista que aún pulula por la escena desde entonces radica en saber cómo incorporar estos nuevos elementos en su música sin deteriorarla ni venderla a la industria de sonidos extra-chatos. Es allí donde el campeón se despega del resto y en este detalle hay que admitir que Keith Emerson trepa inmaculado a lo alto del podio.

Un impresionante trabajo, rico en texturas, moderada instrumentación, ajustado rapport entre sus miembros y, como si fuera poco, el arte gráfico digno de un Martin Kornick (Man in the Mountain), acaso el Roger Dean de la era digital.

Confites para una obra magna que sin arrepentimiento alguno se adueñará de nosotros durante más de 50 preciosos minutos. Y nosotros, más que agradecidos.


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