Revista Poesía
La espectacular destrucción de la bella, sensitiva y emocional actriz Frances Farmer aportó a Cinelandia otro drama sacado de la vida real (...) Su derrumbe empezó con un accidente banal: arresto por una violación de tráfico sin importancia la noche del 19 de octubre de 1942, en Santa Mónica. Fue multada por conducir sin licencia y ebria, llevando los faros apagados, en cierta zona de la costa del Pacífico. Frances odiaba a los policías; a partir de ese momento se convirtieron en sus demonios personales. A los patrulleros que la insultaron y trataron con arrogancia, se les enfrentó con paralela hostilidad, y tras el combate verbal terminó arrastrada a la cárcel de Santa Mónica (...)
En el juzgado, mientras aguardaba la sentencia, miró al enjambre de fotógrafos que la rodeaban y les escupió: ¡Ratas, ratas, ratas! Cuando el juez le preguntó cómo había perdido su jersey en la batalla campal del club nocturno, ella negó todo conocimiento del hecho. Y, cuando Su Excelencia la interrogó acerca de su dependencia de la bebida, Frances replicó en voz alta: Oiga usted, acostumbro a poner alcohol en mi leche. Y en mi café. Y en mi zumo de naranja. ¿Qué quiere que haga? ¿Que me muera de hambre? Bebo todo lo que puedo conseguir, incluida la benzedrina.